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José A. Pérez

No me creas

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El porro electrónico

¿Cómo establecer un conjunto de leyes sobre un ámbito tan cambiante como la tecnología? Ahora tenemos hasta un porro electrónico. Cambia todo

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Lo malo de escribir sobre cosas futuribles, como vengo haciendo yo desde hace un tiempo en este espacio, es que la realidad tiende a adelantarle a uno por la izquierda dejándole con un palmo de narices.

Hace una semana contaba por aquí que el cigarrillo electrónico podía ser la punta de lanza de una nueva generación de drogas electrónicas. Lo escribí el domingo y se publicó el lunes; el mismo lunes que Europa Press difundía una noticia en la que se hacía saber al personal que, mira por dónde, mi columna ya iba tarde. Que eso que yo me imaginaba no solo existía, sino que podría comprarse cómodamente por 8 euros con 95 céntimos.

E-Njoint se llama el invento, y es ni más ni menos que un porro electrónico. Lo han patentado unos holandeses, quiénes si no, y se basa en la vaporización de un líquido de cannabis que te permite colocarte sin ponerlo todo perdido de marihuana y tabaco. Bueno para la alfombra, bueno para ti.

La dura labor del regulador

A mí esto me dio que pensar sobre el papelón que tienen hoy por hoy las entidades regulatorias en prácticamente cualquier ámbito. Si yo me quedo con cara de (ya puede perdonar) gilipollas cada vez que descubro que mis especulaciones futuristas ya son vintage, imagínese usted el careto de la gente en, por ejemplo, la OMS. Que todavía ni saben por dónde les da el aire con el cigarrillo electrónico y ya tienen encima de la mesa un porro que se carga por USB.

Y, claro, la cosa va a ir a peor (para ellos). Salvo improbable hecatombe, los cambios serán cada vez más rápidos, el mundo cada vez más vertiginoso, las leyes y resoluciones cada vez más provisionales.Todo esto me recuerda a aquella pobre gente que se compró el laserdisc el mismo mes que se lanzaba el DVD. Gente que se pasó años con el cacharro aquel puesto debajo de la tele y una copia absurdamente grande de Instinto Básico. Gente que ya nunca se fió de la industria tecnológica, y con razón.

Sinceramente, compadezco a los hombres y mujeres encargados de regular el mundo este que vivimos. Para cuando consigan poner su rúbrica en algo, ya se lo adelanto, su ley será ya un incunable.

Ahora, si me perdonan, voy a imaginarme alguna locura sobre la que escribir la próxima semana mientras alguien, en alguna parte del mundo, lo patenta y lo pone a la venta.

Lo malo de escribir sobre cosas futuribles, como vengo haciendo yo desde hace un tiempo en este espacio, es que la realidad tiende a adelantarle a uno por la izquierda dejándole con un palmo de narices.

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