La brecha digital está ligada a la desigualdad social

La distancia entre quienes se desenvuelven con naturalidad en el nuevo mundo digital de las redes sociales y la tecnología asociada a las mismas y los que viven de espaldas al mismo, bien por inadaptación, bien por falta de medios técnicos, será, más pronto que tarde, la misma que separe a los ricos y los pobres del planeta.

Lo vi con claridad mientras desayunaba con mi buen amigo Andrés Torrubia de howmuch (sitio especializado en análisis de costes) en un café de Sillicon Valley. Precisamente allí, en Palo Alto, en el epicentro del boom tecnológico, en el lugar con la renta per cápita más alta de los Estados Unidos (106.000 euros, muy por encima de la media nacional de 47.000 euros), se ha formado el mayor campamento de personas sin hogar del país, conocido como La Jungla.

El germen y el icono de esta histórica revolución tecnológica que nos ha tocado vivir, es también el lugar donde más se acumula la miseria. Junto a emprendedores multimillonarios excéntricos convive un ejército de gente sin hogar que busca comida en la basura y ocupa con sus escasas posesiones casi todos los bancos públicos disponibles. ¿Casualidad o paradigma de las consecuencias sociales de la brecha digital? Me parece más lógica la segunda opción, teniendo en cuenta que, como dice el economista del MIT David Rotman “La demanda de trabajadores muy cualificados sube mientras que los trabajadores con menos educación y experiencia se quedan atrás”.

Tecnología para reducir diferencias sociales

Educación y experiencia… ¿Cómo se adquieren? Acierta, cómo no, David Grusky profesor de Stanford [la universidad que ofrece la matrícula gratuita a los estudiantes de hogares con ingresos anuales por debajo de 125.000 dólares ] cuando afirma que "si naces en un barrio pobre, no tendrás acceso a una educación infantil de calidad, a una primaria de calidad, ni a una secundaria de calidad. Y entonces sencillamente es que no estás en una situación de poder ir a la universidad”, pero existen ejemplos de entornos desfavorecidos donde se ha logrado prestar atención a la diversidad de capacidades, talentos y motivaciones de todos los niños, sin dejar ninguno atrás, adaptándose a sus ritmos, ayudándoles a desterrar la perversa idea que por venir de un entorno desfavorable tienen menos capacidades.

Un muy buen ejemplo es el Colegio Padre Coloma de Madrid . Dirigido por Carmen Pascual, este colegio situado en un entorno social que parecía condenarle a malos resultados se ha situado entre los tres colegios de la comunidad con más nivel en las pruebas de matemáticas de sexto de primaria. En menos de tres años ha pasado de un 5,59 a casi un diez en matemáticas. Me gustaría pensar que la ayuda de Smartick, mi proyecto empresarial, ha tenido algo que ver. Sería una prueba más de que la tecnología no solo puede determinar diferencias sociales, sino que también puede reducirlas.