Con dos ovarios
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Pelos en el pubis o no, esa es la cuestión
Hoy por hoy, la depilación íntima no admite medias tintas: o todo o nada. Inauguramos el verano sometiéndonos voluntariamente a un dolor inhumano. ¿Por qué lo hacemos?
Si ninguna duda, después de los pelos de la cabeza los del pubis son los que mas guerra me dan. Había tomado la firme determinación de no volver a eliminar por completo el vello de mi entrepierna, pero cuando de pelos se trata, hasta que no llega el día antes de irte de vacaciones, no puedes fiarte ni de ti misma. Parafraseando a Nicolas Cage en 'Corazón salvaje', tener un coño de mujer adulta “representa mi individualidad y mi fe en la libertad personal”.
No quería que la sociedad interviniera en las decisiones sobre lo que ocurre en el interior de mis bragas, pero cuando estás navegando entre tus páginas de compras favoritas, buscando bañadores para la temporada, y ves que vuelven a llevarse los tipo Pamela Anderson en 'Los vigilantes de la playa', estás perdida. Ya tendrás bastante trabajo tratando de conseguir que tus labios entren en los dos centímetros de tela que han reservado para cubrirte las vergüenzas. Me imagino a mí misma con ese bañador rojo, sabiendo que estoy sin depilar, y poco a poco mi imaginación lo transforma en verde y yo acabo pareciéndome más a Borat que a Pamela Anderson. Marco el teléfono del centro de estética. Al final, les he dejado meterse en mis bragas.
De toda la ITV corporal que una mujer tiene que pasar para estar lista, la depilación del pubis supone el culmen de un modelo femenino de belleza sádico y esperpéntico. Mis tiempos de caza de cópula ya pasaron y mi pareja está encantada con cualquiera de mis decisiones, así que mis problemas con esta cuestión se producen solamente en el periodo estival. La única solución que se me ocurre es hacerme nudista con la determinación y la entereza de un vegano. Acudir exclusivamente a playas nudistas en las que pueda mostrar sin miedo y alegría un 'hairy pussy' setentero, enredadito y mullido. Una flor morena y apetitosa.
Pero no sé yo si me veo de por vida escogiendo mis lugares de vacaciones teniendo en cuenta que tenga este tipo de playas cerca y a las que pueda acceder con un bebé sin tener que pasar calamidades. Tampoco sé si cuando mis amigos me propusieran viajes querría convencerles de ir todos en plan La tribu de los Brady a bañarnos en pelotas. Así de primeras, sin alcohol de por medio, me parece peor el remedio que la enfermedad.
No sé si alguna vez los hombres se han parado a pensar en lo que supone para nosotras acudir a que nos dejen el chichi como el culo de un babuino, pero estoy segura de que a Berlanga le habría encantado retratarlo en alguna de sus películas. Tienes que quedarte desnuda de cintura para abajo. Hay que tener una personalidad arrolladora para poder mantener una conversación con el ukelele al aire sin perder la dignidad. Creo que es algo que solo ha conseguido Julianne Moore en 'Vidas cruzadas' y, obviamente, yo no soy Julianne Moore.
La esteticista te pide amablemente que coloques tus piernas como si fueras una rana y aplica la cera caliente comenzando por tus ingles y terminando en el interior de los labios mientras te pregunta si tu eres más de Ylenia o de Alba Carrillo. Tatuarse duele infinitamente menos. Que Ken Masters te hiciera un 'hadouken' seguramente también, pero lo peor aun está por venir. Si tu honor no se ha visto lo suficientemente mancillado, espera a que tu torturadora te pida que te des la vuelta y te separes tú misma los cachetes del culo para que pueda continuar con su tarea. Obviamente, no puedes flaquear. Si lo haces, te arriesgas a que tus posaderas queden selladas por una plasta de color rosa que habrá que retirar igualmente. Así que ahí estás tú, tumbada boca abajo con el carrillo derecho de tu cara aplastado contra la camilla, sujentándote las nalgas y con una completa desconocida observando de frente tu ojo del culo. Por amor de Dios, esa señora sabe si tienes o no almorranas. Alguna vez he pensado en prescindir de la depilación en esta zona, pero siendo sincera conmigo misma no es estético llevar el chichi depilado y el culo como un gato. Es como ir con una pierna depilada y la otra no.
Me pregunto en qué momento se nos fue de las manos todo este rollo del pelo púbico. Recuerdo cuando era adolescente y se llevaba el billete de metro –retirabas el vello de las ingles y dejabas una linea negra todo lo ancha que quisieras, bien recortada–. En realidad, si no pasabas la tijera te quedaba como una cresta punky y tampoco estaba mal. Cuando miro fotografías eróticas de los setenta me flipan esas chicas con coños peludísimos, ¿por qué esto pasó de moda? El pelo en el pubis debería ser tan erótico como los pechos desarrollados, ambos son símbolos de adultez en una mujer. Pero claro, ingenua de mí, ¡qué tipo de hombre quiere una mujer adulta! Una que tome sus propias decisiones y con independencia económica y emocional. Hasta ahora la mujer, como cualquier otro objeto que uno adquiere, se prefiere que esté nueva. Tener un coche de segunda mano cuando se puede comprar uno a estrenar sería absurdo. Una mujer Ferrari es virgen y joven, cuanto más joven mejor. Lo de la virginidad ya es más complicado de encontrar, pero las adolescentes tienen pocos o ningún pelo en el pubis, así que pelillos a la mar.
Nuestra búsqueda de apariencia juvenil es un completo disparate. Deberíamos empezar a plantearnos seriamente contar años con dignidad. Imagino que la pornografía también ha tenido algo que ver. En el momento en que las actrices empezaron a mostrar sus conejitos como si sufrieran un problema gravísimo de alopecia todo se fue definitivamente a la mierda. Si el porno es el único referente que la juventud tiene para aprender educación sexual es lógico que pretendan imitarlo.
Hay quien se sigue empeñando en que todo esto es por higiene, pero ya no cuela. Creo que es de los pocos casos en los que cuando alguien llama guarra a una mujer no está utilizando el adjetivo como sinónimo de puta. Si fuera cuestión de limpieza ellos también pasarían por estos rituales y nosotras no lo haríamos solo en verano o cuando tenemos posibilidad de echar un casquete. Lo hacemos cuando sabemos que pueden vernos y juzgarnos, cuando creemos que alguien podría reírse de nosotras con sus amigos porque nos presentamos en su casa con un felpudo.
Es bastante 'heavy' que mi cuerpo al natural pueda ser motivo de mofa, que necesite modificarlo para sentirme segura y respetada en esta sociedad. No termino de entender que decisiones estéticas que deberían ser personales se hayan convertido en dogmas del saber estar y la elegancia femenina. A veces siento que lo que haga con mi coño es una decisión política y eso en parte me gusta. Por eso, cuando alguna vez me han sugerido la depilación láser para acabar con los dolores de una vez por todas, he preferido no hacerlo. No quiero claudicar definitivamente y negarme a mi misma la posibilidad de seguir eligiendo, aunque no sea una decisión totalmente libre.
Es más, a Dios pongo por testigo de que en algún momento me pondré el mundo por montera y liberaré mi coño de las presiones sociales incluso en verano. Voy a llenar una hucha con el dinero de cada depilación 'non nata' y, cuando esté llena, compraré un whisky insultantemente caro para brindar por todos aquellos que con pelos en orejas y nariz aseguran que les gustan bien rasuraditas. Me subiré a una silla del salón de mi casa, desnuda solo de cintura para abajo, y moviendo las caderas ondeando mi nueva melena –y como si protagonizase un anuncio de champú– gritaré: "¡Porque yo lo valgo!".
Si ninguna duda, después de los pelos de la cabeza los del pubis son los que mas guerra me dan. Había tomado la firme determinación de no volver a eliminar por completo el vello de mi entrepierna, pero cuando de pelos se trata, hasta que no llega el día antes de irte de vacaciones, no puedes fiarte ni de ti misma. Parafraseando a Nicolas Cage en 'Corazón salvaje', tener un coño de mujer adulta “representa mi individualidad y mi fe en la libertad personal”.