Es noticia
"La gente posee mucha más música de la que puede procesar y absorber emocionalmente"
Loading

Loading

  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Confidencias POP
Esteban Hernández

Confidencias POP

Por
Esteban Hernández

"La gente posee mucha más música de la que puede procesar y absorber emocionalmente"

Esta es la continuación de la entrevista con el crítico cultural Simon Reynolds, que acaba de publicar Retromanía (Caja Negra/Tarahumara) cuya primera parte fue publicada ayer.

Foto: "La gente posee mucha más música de la que puede procesar y absorber emocionalmente"
"La gente posee mucha más música de la que puede procesar y absorber emocionalmente"

Esta es la continuación de la entrevista con el crítico cultural Simon Reynolds, que acaba de publicar Retromanía (Caja Negra/Tarahumara) cuya primera parte fue publicada ayer.

Pregunta. - La invención de nuevos instrumentos fue decisiva a la hora de transformar la música popular, y ahora estamos viviendo en plena era de avances técnicos relacionados con la forma en que se distribuye la música. La paradoja es que las innovaciones actuales han cambiado la forma de consumir la música, pero no la forma de producirla. Tenemos música cada vez más retro que se difunde cada vez con mayor rapidez. ¿Cómo se explica esto?

Simon Reynolds. Bueno, no sé si es una paradoja pero eso es ciertamente lo que ha ocurrido. No ha habido una máquina sonora radicalmente nueva desde el sampler en 1980. Ha habido desde el noventa un gran aumento en la producción de software de audio digital, lo que ha permitido a la gente hacer música complicada con su portátil,  básicamente porque cuentan con un estudio virtual en su computadora. Eso ha permitido una explosión del hazlo tú mismo en música, ya que se pueden extraer brillantes sonidos multicapa desde un simple portátil. Como además, esa tecnología se actualiza cada pocos años, se pueden hacer cada vez formas sonoras más complejas. Tienes todos esos efectos y procesos y un despliegue muy amplio de elecciones a la hora de producir y de arreglar la música que compones. En definitiva, esta tecnología te permite mucho más fácilmente cosas que ya eran posibles pero que conllevaban mayor trabajo y que eran más caras. Pero el software de audio digital o el Protools no parecen haber ayudado a que la gente piense nuevas cosas en la música. Al menos, no con el mismo alcance que consiguió la guitarra eléctrica cuando surgió y abrió un amplio campo de posibilidades con el overdub, los efectos o el uso del volumen, ni con la misma amplitud que provocaron en su momento los secuenciadores, los sintetizadores o los samplers. Básicamente, la revolución provocada por el software de audio digital ha creado un montón de música que suena bastante bien, pero de la que sólo una pequeña proporción es realmente nueva. Probablemente, la única herramienta interesante que ha surgido en los últimos 15 años es el Auto-tune, con el que la gente ha descubierto formas creativas de distorsionar, retorcer o hacer sonar de formas peculiares la voz humana. 

Entre las generaciones más jóvenes hay un interés grande en la música del pasado

En su lugar, los saltos tecnológicos actuales han tenido que ver con las formas de almacenar y compartir música. Y con el software de audio digital se ha producido un incremento drástico en la facilidad y en la flexibilidad para hacer cosas que ya estábamos haciendo. Ya grabábamos cintas, copiábamos la música para los amigos, consumíamos bootlegs, etc. Lo que ha cambiado  es que ahora es enormemente más fácil y barato hacerlo, y que mucha más gente se ha incorporado a esas prácticas. Pasa lo mismo con los los blogs, que son una manera más sencilla de hacer un fanzine.

Otra cosa que ha aumentado es la capacidad de almacenar datos. Lo que no es una cosa buena en sí misma: la gente posee mucha más música de la que puede procesar y absorber emocionalmente, y el músico cuenta con un abrumador número de opciones, elecciones e influencias disponibles. Se tiene la capacidad de grabar una insana cantidad de música (ya no necesitas cinta, puedes usar el disco duro) y la posibilidad, vía Bandcamp, YouTube o Soundcloud, de hacer circular por todo el mundo demasiadas canciones.

P. Algo que ha cambiado radicalmente en nuestra sociedad es que ahora parecemos tener memoria para el pasado, pero no activamos los resortes que nos permitirán tenerla en el futuro. La innovación, en palabras de Bauman, implicaba que hoy se realizaban creaciones que serían copiadas en el futuro. Pero parece que ya no tenemos esa clase de memoria. Hay archivos para el pasado, no hay problema en recoger algo ya existente, pero cuesta mucho que algo sedimente hoy de manera que mañana pueda ser aprovechado. Cuando tú y yo éramos jóvenes, lo que venía del pasado se rechazaba de inmediato por ese mismo carácter. Hoy, en cambio, se rechaza todo lo que no suene a pasado.

S.R. No sé qué decirte… Creo que todavía hay por ahí gente hambrienta de sonidos que no se han oído antes y otra gente que está intentando proporcionárselos. Acabo de escuchar un gran álbum, Playin’ me, de Cooly G en el sello Hyperdub, que es realmente diferente y fresco. Y Hyperdub también publicó un disco llamativo de Laurel Halo, llamado Quarantine. Y el nuevo álbum de Micachu and the Shapes intenta hacer algo nuevo…Son discos que tendrán grandes críticas, estoy seguro y a los que mucha gente les prestará atención. Sus autoras son mujeres, no sé si es un factor en ese sentido… Pero es verdad que entre las generaciones más jóvenes hay un interés grande en la música del pasado y en esa “nueva vieja” música, que replica la del pasado de un modo muy fiel. Este gusto retro parece el dominante entre los jóvenes. Ellos no tienen ese impulso de rechazar la música antigua. 

Hay figuras innovadoras en la música actual, pero están en los márgenes de la escena, y no tienen demasiada influencia

Parecen interesados en la música que les gustaba a sus padres. Fíjate en los Fleet Floxes, que encontraron la inspiración para su sonido en la colección de discos de sus padres, Crosby, Stills and Nash o The Band. No parece darse ese síndrome de la enemistad generacional. Cuando crecí había un proceso dinámico en el que la escena musical avanzaba a saltos, a través de la superación y del rechazo de  etapas y estilos musicales previos. Eso fue lo que impulsó al punk a convertirse en postpunk, New Pop, y demás sonidos de los ochenta, como la música gótica. Y ese impulso fue también el que nos condujo hacia el tecno-rave y la música electrónica de los 90, en una serie de mutaciones y rupturas sonoras, de nuevos géneros constantemente acuñados en un intento de abrir vías continuas a este desarrollo incesante. Pero hoy esa trayectoria de superación e innovación parece haberse roto. Las bandas están más interesadas en los archivos de la historia musical que en participar en una conversación musical actual que nos empuje hacia lo desconocido.

P. Hoy estamos en momento extraño, en el que conviven cosas muy distintas. En la música encontramos mucha retromanía, hay novedades, repeticiones y probablemente alguna innovación. En ese contexto, ¿el mayor problema de la música actual es la ausencia de innovación o que sencillamente hay tanto material que no somos capaces de conocer una buen parte de lo que se publica y que no tenemos tiempo de digerirlo? ¿Pueden pasar desapercibidas creaciones innovadoras entre tanta producción?

S.R. La escena musical parece estar sumida en un instante de confusión, que defino utilizando el término hiperestasis. Hay un montón de energía que está dando vueltas en círculos, sin construir nada. Lo que se ha perdido básicamente es lo que llamo “un paso acompasado positivo”, que es la sincronización entre un montón de gente que marcha unida hacia delante. Hablo de sincronía, de tiempo compartido, del sentimiento de que todos vivimos bajo un mismo Zeitgeist, de un mismo espíritu de la época. Eso es lo que se ha desintegrado. Y si estás más pendiente de la música que está en los archivos (que son enormes, tienes cinco o seis décadas por recorrer) terminas por retirarte de la conversación contemporánea sobre la música.

Piensa en cómo eran las cosas en los sesenta, cuando había música blanca influida por la música negra que se hacía en ese mismo momento, pero también música negra influida por los Beatles, y además tenías la competencia entre Beatles, Dylan, Beach Boys, Stones, Byrds, Hendrix, artistas que escuchaban lo que hacían los demás, que se admiraban entre sí, y tomaban las ideas ajenas y las llevaban un paso adelante.  No veo que esto ocurra en absoluto en la música actual. Las cosas ocurrieron de modo similar durante la época postpunk, cuando las bandas blancas absorbieron nuevas ideas de la música negra (funk, disco, reggae, el primer hip hop).

El espacio para recrear viejos estilos se está volviendo muy pequeño

Ciertamente hay figuras innovadoras en la música actual, pero están en los márgenes de la escena, y no tienen demasiada influencia. En el pasado los innovadores eran copiados, y esas copias eran productivas porque cambiaban el sonido de toda la música pop de su tiempo. Fíjate en cómo los Beatles y los Stones fueron imitados, o cómo lo fueron James Brown o Chic en su día. Y además, algunos de los que les copiaban eran buenos haciéndolos.

Hoy, la gente copia más a menudo, pero no del pasado reciente, sino de un pasado que ocurrió mucho tiempo atrás. Y es porque existen muchísimos pasados que cada cual puede encontrar uno distinto que copiar. Al final, acabas con una escena muy dispar, sin ninguna dirección central, pero donde todo suena muy similar, ya que todo está basado en un estilo u otro del pasado.

Probablemente la única cosa alentadora que está ocurriendo relacionada con la idea de una conversación musical con el presente sea el ascenso del dubstep. Es el estilo más cercano a lo que podríamos llamar un “sonido de ahora” y está siendo recogido por gente de otros géneros como el hip hop y el R&B. Al dubstep le hicieron falta como unos diez años en llegar a este punto y aun así todavía no ha arrasado. Estuve en los premios de cine de MTV la noche pasada y el DJ Martin Solveig estaba pinchando a Skrillex y todo ese tipo de música con bajos locos. Hubo un pequeño momento de comedia, un sketch que pusieron con la actriz Emma Stone, que se había llevado un premio, y en el que bromeaban acerca de lo arrogante y horrorosa que era (es decir, nada que ver con los personajes adorables que suele interpretar) y una de las cosas que dijeron es que "Emma Stone dice que inventó el dubstep". Así que se ha convertido en lo suficientemente conocido como para ser citado en un gran show de televisión en América.

P. ¿Cómo hemos llegado a una situación, como afirmas en Retromanía, en la que el grupo de gente del que uno espera que produzcan lo no convencional y lo innovador son los más adictos al pasado?

S.R. No sabría decirte… Ciertamente, algunos de los artistas que más me han gustado de los últimos diez años, como Ariel Pink o el sello Ghost Box están muy vinculados a esa exploración del pasado. Y lo que producen es una exploración genuina y bastante peculiar. No hay ninguna duda de que pueden crear collages sorprendentes con viejas formas musicales. Pero me pregunto si como estrategia a largo plazo llegará muy lejos. La mayoría de las buenas ideas que encuentras en los archivos del pop ya han sido revisadas. Me temo que el espacio para la recombinación y para recrear viejos estilos con nuevos arreglos se está volviendo muy pequeño. De manera que mucha de la música que escucho hoy parece ingeniosa y bien ejecutada pero siento que la he escuchado antes. Los cambios y las diferencias son sutiles, en el mejor de los casos.

P. De todas maneras, parece lógico que la música mire cada vez más al pasado, porque la sociedad que la produce también lo hace. Las utopías políticas, los cambios sociales han dejado paso a un deseo conservador, en el sentido de preservar cosas que estamos perdiendo. Ya no se trata de alcanzar una sociedad mejor sino de no perder aquello que habíamos conquistado, por ejemplo, los derechos y beneficios sociales que se lograron en el estado del bienestar, o un sentido de la convivencia mucho más humano, según mires a un lado u otro del espectro político. En ese contexto en el que lo que importa es no perder lo adquirido, es natural que la música también mire hacia el pasado, tratando de preservar algo.

Sí. Es una idea a la que llego que el libro, donde me pregunto si la idea del reciclaje musical es la estética apropiada para una época en la que deberíamos desarrollar formas de reciclaje de nuestros recursos naturales y tratar de alcanzar el punto cero del crecimiento económico. Podría ser que el modernismo y la neofilia del siglo XX no fueran más que el subproducto de un periodo de crecimiento económico muy dinámico, que alcanzó su cima en los sesenta, cuando las fuentes energéticas fósiles eran baratas. Un montón de historiadores creen que el mayor cambio en la historia reciente ha sido la crisis del petróleo del 73-74, el fin de la era de la energía barata. De modo que la idea de ralentizar el paso quizá pueda ser la más apropiada. 

Parte del problema de nuestro tiempo es la sensación de habernos convertido en una cultura vieja que vive en el periodo posterior a ese siglo XX tan turbulento y con tantos cambios continuos en cultura, moda, música y artes. Es casi inevitable que que nos hayamos sentido fascinados por la acumulación de todos los estilos, los movimientos y las formas de arte que se produjeron entonces, sobre todo cuando nuestros sistemas de archivo se han desarrollado de un modo tan extraordinario que podemos acceder a todos los momentos clave de los últimos 50 o 100 años, a través de audio, vídeo y texto. De modo que un periodo de pausa y de digestión probablemente sea inevitable tras tanto dinamismo y crecimiento. Pero para gente como yo, cuyo sistema nervioso estético se puso en marcha durante los setenta y los ochenta, este frenazo es frustrante y alarmante.

Esta es la continuación de la entrevista con el crítico cultural Simon Reynolds, que acaba de publicar Retromanía (Caja Negra/Tarahumara) cuya primera parte fue publicada ayer.