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¿Pero cómo puede gustarnos algo que nos hace sufrir tanto?
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Laura Rico Caballo

El arte de vivir

Por

¿Pero cómo puede gustarnos algo que nos hace sufrir tanto?

El Teatro Real de Madrid homenajea este año a Mozart y en este mes nos presenta Così Fan Tutte, llevando la dirección de escena el director

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¿Pero cómo puede gustarnos algo que nos hace sufrir tanto?
  • El aprendizaje y las compañías. Nuestro comportamiento depende, básicamente, de la genética, la biología y el aprendizaje. Despina es una criada que ha tenido que buscarse la vida desde niña y don Alfonso es un viejo filósofo cuyas vivencias le han llevado a coincidir con Despina para ser ambos cínicos, descreídos y amargados. Ninguno de los dos quiere estar solo en esa situación y precisan de buscar adeptos. ¡Yo soy malvado, pero todos lo son! Esto es algo que nos suena muy actual. Enseñarán a los jóvenes el camino y estos les seguirán como nuevos eslabones de la cadena mefistofélica del mundo. Mozart escribió esta ópera en un mal momento personal, estaba deprimido, no tenía éxito y sumaba esto a múltiples intrigas y un pésimo momento matrimonial. Alfonso es una parte de Mozart. Alfonso también es Jorge Javier Vázquez y otros tantos.
  • La biología. Flordiligi y Dorabella son jóvenes. Creen que sus parejas se han ido a la guerra y pueden no volver. La relación ya había tenido sus momentos biológicamente más altos, habían pasado las sensaciones orgánicas más potentes y estás no se renuevan por la proximidad de la presencia estimulante del otro. La oxitocina que las unía a ellos disminuye. La vasopresina se hace valer. Las hormonas juegan en contra de su ética. Los nuevos amantes están presentes, se huelen, activan todo el sistema endocrino. Son presente y realidad. La especie no puede esperar. Alfonso alude a esta realidad cuando les increpa: “¡Querría saber si vuestras amantes son de carne y hueso!”.
  • Las drogas. Si la simple revolución hormonal no fuera suficiente, las muchachas están en una fiesta, todos beben. En el escenario, la pieza central es un lujoso frigorífico para bebidas al que todos recurren entre frase y frase, duda y duda. La región frontal del cerebro queda casi desactivada, y la amígdala empieza a ser la dueña del comportamiento. Razonamiento y emociones básicas se han divorciado por esta noche. Y el alcohol, que está presente en la traición, se hace presente también en el epílogo. Lo que, bajo efectos de la bebida, hicieron, ha de ser olvidado, borrado, eliminado. Y, de nuevo, y a pesar de un final  aparentemente feliz y de perdón, la necesidad de beber nos dice que hay un subtexto que trabaja bajo el aparente final feliz: “Bebe… que no quede ningún recuerdo en nuestro corazón”. Posiblemente ya siempre beban, si no revisan la trama y reinician.
  • La pasión. En el amor-pasión, y el amor juvenil suele ser así: lo que se quiere de verdad es sufrir (aunque suene extraño, y no de modo consciente, normalmente). En el Don Giovanni de Mozart, Leporello advierte a su señor de los peligros de su conducta, pero sucumbe al hechizo de sus transgresiones. La pasión hace y deshace. “Lo llaman vicio, pero lo dicta el corazón”, se quejan en Cosi fan tutte. En la pasión se es paciente y víctima. En psicología hablaremos de técnicas para trabajar el autocontrol y somos conscientes de que numerosas variables externas, desde la genética a la edad, lo hacen más o menos difícil según el sujeto. Padecer es estar vivo para muchos. Los cuatro protagonistas van a sufrir de verdad y habrán logrado uno de los objetos, pero tendrá un coste de por vida. Quedarán marcados por la aventura. El placer será intenso, pero breve, el daño será largo y corrosivo. La pasión es un riesgo y en eso mismo está la atracción que emana de ella. Domina el alma, la posee, la enajena. Con la pasión vuelve a aparecer lo demoniaco que encarnaban Despina y Alfonso en la obra. Es lo inconsciente que, como un automatismo, quiebra la buena voluntad de las muchachas. Es el polo opuesto del aburrimiento.
  • El aburrimiento. “El aburrimiento es la enfermedad de las personas afortunadas; los desgraciados no se aburren, tienen demasiado que hacer”, Dufresnes. El romance, especialmente el insustancial, precisa de obstáculos. Si no, no hay historia memorable. “El dolor máximo adviene cuando se deja “absolutamente” de sufrir. Sobreviene entonces “hacedía”, forma extrema de pereza, spleen, tedio vital. De hecho, dolor y tedio son la misma cosa” (Trías. Tratado de la pasión). En el romanticismo, el obstáculo tendrá que ser terrible y acabar con la muerte. Pero en las pequeñas historias populares, serán pequeños problemas o fundamentalmente sospechas, a menudo promovidas por los afectados, para constatar que el amor está vivo, en la creencia popular de que, donde hay celos, hay amor vivo (algo radicalmente falso y muy destructivo). Los novios felices se han arriesgado con esta estúpida prueba, posiblemente como un modo de dinamizar una historia que llegaba al matrimonio y asustaba con el tedio futuro. Ellas se encuentran ante lo que suponen una larga espera de sus prometidos, que han de respetar según unas normas sociales estrictas. Cuando el demonio se aburre, mata moscas con el rabo, dice la sentencia popular. Los campos de soldados, y los internados de adolescentes, lo saben y, por ello, no dejan libre un minuto. Pero en el Gran Hermano televisivo se les mata de aburrimiento, esperando que acabe en trifulcas y sexo (mejor ambos). Y, pronto, surge, para regocijo de los voyeur. Múltiples circunstancias sociales se han juntado para dar lugar a hordas de jóvenes aburridos y hastiados. Muchas parejas buscan, de modo más o menos consciente, ahuyentar el aburrimiento, el vacío o el desgaste, con la infidelidad. No es la mejor vía, y la obra lo hace obvio: “- ¿Cómo las castigaremos?” pregunta el novio “- ¡Casaos con ellas!” responde Alfonso.
  • La emoción. Los novios de la obra aparecen en las primeras escenas desbordados de felicidad. A la vista de los mayores, como Alfonso, son exagerados: “Cuántas muecas, cuánta farsa, (…) mejor,… este tipo de gente cae más fácilmente”. Alfonso es sabio por viejo y por diablo: las causas que se manifiestan con estados emocionales desbordados, desmedidos y desorganizados son, con frecuencia, lábiles, volátiles, fácilmente despistables por la distracción. Se  corresponden a las rabietas de los niños y a sus entusiasmos.
  •  Miedo y curiosidad. Toda la parafernalia verbal para expresar el amor se distrae, en este caso, con la tentación de la prueba que Alfonso propone. Aquí empieza a operar el miedo, una potente emoción que atrae y repele como lo hacen las películas de terror. ¿Han variado con el tiempo los miedos en la pareja? La honra parece anticuada, pero el miedo a la traición, o a perder la exclusividad, sigue existiendo y guarda, escondida, la fragilidad del ego varón. Del lado de las chicas, el miedo también campa a sus anchas. No quieren sufrir guardando un amor ausente, pero les aterra la posibilidad del castigo, tanto el social como el de sus antiguas parejas, si regresan, pero, sobre todo, el castigo propio al sentirse malas. Es arriesgado pero aun así los chicos sienten la pulsión de probar y las chicas también. En nuestro tiempo somos adictos a la emoción. Basta ver el éxito de los pack de regalos de “aventura” a precio módico. Adictos a las sensaciones, volcados hacia afuera, apenas sabemos gestionar tanta emoción y tanto ruido.
  • La ausencia de silencio interior. Un chiste se puede convertir en drama si se deja una pausa suficientemente marcada tras la broma (y a la inversa). Los silencios son celebres en la obra de Haneke. Sus películas apenas tienen música, a pesar de ser un melómano hijo de director de orquesta. Por instrucción de Haneke se han ralentizado las transiciones para darle valor a los recitativos. Las pausas dramáticas nos interrogan sobre qué está ocurriendo realmente entre la música y el texto. La actitud de los intérpretes, su comunicación no verbal, será clave. Pero en nuestro entorno falta el silencio que nos detenga, que nos cuestione, que active las alertas. Falta la observación, sobran palabras. Vamos deprisa y ruidosos. La ausencia de ambiente para la reflexión es otro factor desencadenante de la infidelidad.
  • Estereotipos de género. La mujer inconstante, voluble o infiel es un clásico en la ópera. La donna è mobile ("la mujer es voluble"), aria de la ópera Rigoletto de Verdi (1851), es coreada por todos. Se corresponde con el imaginario social y artístico que Occidente ha frecuentado desde Ovidio y Ariosto hasta nuestros días. El tema de la fidelidad de las novias puesta a prueba tiene antecedentes en otras óperas bufas como las de Wieland y Goldini. Los estereotipos modelan generaciones y, aunque la rebeldía es una posibilidad también, es fácil abandonarse a lo que todos esperan de ti. Por esto los estereotipos tienen su correspondencia en la realidad, aunque esto no quiere decir que sean la verdad. En esta obra se habla de un estereotipo femenino despreciativo, pero hay leña para todos: “¿de los hombres esperáis fidelidad? ¿de los soldados esperáis fidelidad? (…) sólo buscan en nosotras su placer (…) maléfica raza inconsciente. paguémosles con la misma moneda ¡seamos frívolas!”, dice Despina. Ella extiende la ideología aceptada socialmente, en justa correspondencia a la que difunde Alfonso, y, ante esto, enseña a comportarse a sus amigas de mal modo, pero adaptado. Su tratado de lo que una joven debe saber desde los 15 años incluye: fingir risas y llanto; inventar buenas excusas; dar esperanzas a todos y saber mentir con rubor; atender a cientos y mirar a miles; y, como una reina en su trono, con un ordeno y mando, hacerse obedecer… un programa nada revolucionario y que consolida el estatus quo de cada género. Frente a unas directrices tan antiguas, hoy, nuevas líneas en el debate feminista irrumpen, creando controversia sobre si no es licito obtener el poder, sea con las armas que sea, incluido el uso de la sexualidad o la fragilidad masculina frente a ella. La reivindicación, por ejemplo, de la legalización de la prostitución busca argumentos contemporáneos alrededor de estas fisuras.En la ópera, frente a las mujeres “reales” están los mitos y, así, Alfonso las contrapone a las diosas o a la única mujer fiel, Penélope, esposa de Ulises, que aguarda a su marido sin flaquear por años y años. Pero Penélope es una entelequia, un producto literario. Como para Alfonso lo es la fidelidad, “como el Fénix de Arabia, todos han oído de él pero nadie lo ha visto”. Amarrado al estereotipo de la mujer como ser voluble e infiel, duerme el miedo masculino a lo que no comprende y no puede controlar del todo. El miedo al distinto, en este caso al género femenino y, especialmente, su sexualidad y el poder que esta le pueda conferir, y que está también ligado a su exclusiva capacidad de generar vida. El psicoanálisis se ha ocupado ampliamente de la complejidad de este fenómeno.
  • La insatisfacción femenina. Este es el gran caballo de batalla que recorre trasversalmente la psicología de las relaciones femeninas y con el que las artes han hecho sus mejores trabajos. Hemos hablado de la prisión de los estereotipos y del miedo entre sexos. Ambos aumentan las dificultades de comunicación y de comprensión empática que ya encontraban suficientes dificultades en la propia biología y en las diferencias educativas y sociales. No podemos extendernos en ello, pero este mismo mes tiene una excelente oportunidad de disfrutar de la nueva versión de Anna Karenina en cine (2012, Joe Wright y protagonizada por Keira Knightley) e intuir algunas de las razones de esta insatisfacción que aparece desde las primeras relaciones adolescentes.
  • El aprendizaje y las compañías. Nuestro comportamiento depende, básicamente, de la genética, la biología y el aprendizaje. Despina es una criada que ha tenido que buscarse la vida desde niña y don Alfonso es un viejo filósofo cuyas vivencias le han llevado a coincidir con Despina para ser ambos cínicos, descreídos y amargados. Ninguno de los dos quiere estar solo en esa situación y precisan de buscar adeptos. ¡Yo soy malvado, pero todos lo son! Esto es algo que nos suena muy actual. Enseñarán a los jóvenes el camino y estos les seguirán como nuevos eslabones de la cadena mefistofélica del mundo. Mozart escribió esta ópera en un mal momento personal, estaba deprimido, no tenía éxito y sumaba esto a múltiples intrigas y un pésimo momento matrimonial. Alfonso es una parte de Mozart. Alfonso también es Jorge Javier Vázquez y otros tantos.
  • La biología. Flordiligi y Dorabella son jóvenes. Creen que sus parejas se han ido a la guerra y pueden no volver. La relación ya había tenido sus momentos biológicamente más altos, habían pasado las sensaciones orgánicas más potentes y estás no se renuevan por la proximidad de la presencia estimulante del otro. La oxitocina que las unía a ellos disminuye. La vasopresina se hace valer. Las hormonas juegan en contra de su ética. Los nuevos amantes están presentes, se huelen, activan todo el sistema endocrino. Son presente y realidad. La especie no puede esperar. Alfonso alude a esta realidad cuando les increpa: “¡Querría saber si vuestras amantes son de carne y hueso!”.
  • Las drogas. Si la simple revolución hormonal no fuera suficiente, las muchachas están en una fiesta, todos beben. En el escenario, la pieza central es un lujoso frigorífico para bebidas al que todos recurren entre frase y frase, duda y duda. La región frontal del cerebro queda casi desactivada, y la amígdala empieza a ser la dueña del comportamiento. Razonamiento y emociones básicas se han divorciado por esta noche. Y el alcohol, que está presente en la traición, se hace presente también en el epílogo. Lo que, bajo efectos de la bebida, hicieron, ha de ser olvidado, borrado, eliminado. Y, de nuevo, y a pesar de un final  aparentemente feliz y de perdón, la necesidad de beber nos dice que hay un subtexto que trabaja bajo el aparente final feliz: “Bebe… que no quede ningún recuerdo en nuestro corazón”. Posiblemente ya siempre beban, si no revisan la trama y reinician.
  • La pasión. En el amor-pasión, y el amor juvenil suele ser así: lo que se quiere de verdad es sufrir (aunque suene extraño, y no de modo consciente, normalmente). En el Don Giovanni de Mozart, Leporello advierte a su señor de los peligros de su conducta, pero sucumbe al hechizo de sus transgresiones. La pasión hace y deshace. “Lo llaman vicio, pero lo dicta el corazón”, se quejan en Cosi fan tutte. En la pasión se es paciente y víctima. En psicología hablaremos de técnicas para trabajar el autocontrol y somos conscientes de que numerosas variables externas, desde la genética a la edad, lo hacen más o menos difícil según el sujeto. Padecer es estar vivo para muchos. Los cuatro protagonistas van a sufrir de verdad y habrán logrado uno de los objetos, pero tendrá un coste de por vida. Quedarán marcados por la aventura. El placer será intenso, pero breve, el daño será largo y corrosivo. La pasión es un riesgo y en eso mismo está la atracción que emana de ella. Domina el alma, la posee, la enajena. Con la pasión vuelve a aparecer lo demoniaco que encarnaban Despina y Alfonso en la obra. Es lo inconsciente que, como un automatismo, quiebra la buena voluntad de las muchachas. Es el polo opuesto del aburrimiento.
  • El aburrimiento. “El aburrimiento es la enfermedad de las personas afortunadas; los desgraciados no se aburren, tienen demasiado que hacer”, Dufresnes. El romance, especialmente el insustancial, precisa de obstáculos. Si no, no hay historia memorable. “El dolor máximo adviene cuando se deja “absolutamente” de sufrir. Sobreviene entonces “hacedía”, forma extrema de pereza, spleen, tedio vital. De hecho, dolor y tedio son la misma cosa” (Trías. Tratado de la pasión). En el romanticismo, el obstáculo tendrá que ser terrible y acabar con la muerte. Pero en las pequeñas historias populares, serán pequeños problemas o fundamentalmente sospechas, a menudo promovidas por los afectados, para constatar que el amor está vivo, en la creencia popular de que, donde hay celos, hay amor vivo (algo radicalmente falso y muy destructivo). Los novios felices se han arriesgado con esta estúpida prueba, posiblemente como un modo de dinamizar una historia que llegaba al matrimonio y asustaba con el tedio futuro. Ellas se encuentran ante lo que suponen una larga espera de sus prometidos, que han de respetar según unas normas sociales estrictas. Cuando el demonio se aburre, mata moscas con el rabo, dice la sentencia popular. Los campos de soldados, y los internados de adolescentes, lo saben y, por ello, no dejan libre un minuto. Pero en el Gran Hermano televisivo se les mata de aburrimiento, esperando que acabe en trifulcas y sexo (mejor ambos). Y, pronto, surge, para regocijo de los voyeur. Múltiples circunstancias sociales se han juntado para dar lugar a hordas de jóvenes aburridos y hastiados. Muchas parejas buscan, de modo más o menos consciente, ahuyentar el aburrimiento, el vacío o el desgaste, con la infidelidad. No es la mejor vía, y la obra lo hace obvio: “- ¿Cómo las castigaremos?” pregunta el novio “- ¡Casaos con ellas!” responde Alfonso.
  • La emoción. Los novios de la obra aparecen en las primeras escenas desbordados de felicidad. A la vista de los mayores, como Alfonso, son exagerados: “Cuántas muecas, cuánta farsa, (…) mejor,… este tipo de gente cae más fácilmente”. Alfonso es sabio por viejo y por diablo: las causas que se manifiestan con estados emocionales desbordados, desmedidos y desorganizados son, con frecuencia, lábiles, volátiles, fácilmente despistables por la distracción. Se  corresponden a las rabietas de los niños y a sus entusiasmos.
  •  Miedo y curiosidad. Toda la parafernalia verbal para expresar el amor se distrae, en este caso, con la tentación de la prueba que Alfonso propone. Aquí empieza a operar el miedo, una potente emoción que atrae y repele como lo hacen las películas de terror. ¿Han variado con el tiempo los miedos en la pareja? La honra parece anticuada, pero el miedo a la traición, o a perder la exclusividad, sigue existiendo y guarda, escondida, la fragilidad del ego varón. Del lado de las chicas, el miedo también campa a sus anchas. No quieren sufrir guardando un amor ausente, pero les aterra la posibilidad del castigo, tanto el social como el de sus antiguas parejas, si regresan, pero, sobre todo, el castigo propio al sentirse malas. Es arriesgado pero aun así los chicos sienten la pulsión de probar y las chicas también. En nuestro tiempo somos adictos a la emoción. Basta ver el éxito de los pack de regalos de “aventura” a precio módico. Adictos a las sensaciones, volcados hacia afuera, apenas sabemos gestionar tanta emoción y tanto ruido.
  • La ausencia de silencio interior. Un chiste se puede convertir en drama si se deja una pausa suficientemente marcada tras la broma (y a la inversa). Los silencios son celebres en la obra de Haneke. Sus películas apenas tienen música, a pesar de ser un melómano hijo de director de orquesta. Por instrucción de Haneke se han ralentizado las transiciones para darle valor a los recitativos. Las pausas dramáticas nos interrogan sobre qué está ocurriendo realmente entre la música y el texto. La actitud de los intérpretes, su comunicación no verbal, será clave. Pero en nuestro entorno falta el silencio que nos detenga, que nos cuestione, que active las alertas. Falta la observación, sobran palabras. Vamos deprisa y ruidosos. La ausencia de ambiente para la reflexión es otro factor desencadenante de la infidelidad.
  • Estereotipos de género. La mujer inconstante, voluble o infiel es un clásico en la ópera. La donna è mobile ("la mujer es voluble"), aria de la ópera Rigoletto de Verdi (1851), es coreada por todos. Se corresponde con el imaginario social y artístico que Occidente ha frecuentado desde Ovidio y Ariosto hasta nuestros días. El tema de la fidelidad de las novias puesta a prueba tiene antecedentes en otras óperas bufas como las de Wieland y Goldini. Los estereotipos modelan generaciones y, aunque la rebeldía es una posibilidad también, es fácil abandonarse a lo que todos esperan de ti. Por esto los estereotipos tienen su correspondencia en la realidad, aunque esto no quiere decir que sean la verdad. En esta obra se habla de un estereotipo femenino despreciativo, pero hay leña para todos: “¿de los hombres esperáis fidelidad? ¿de los soldados esperáis fidelidad? (…) sólo buscan en nosotras su placer (…) maléfica raza inconsciente. paguémosles con la misma moneda ¡seamos frívolas!”, dice Despina. Ella extiende la ideología aceptada socialmente, en justa correspondencia a la que difunde Alfonso, y, ante esto, enseña a comportarse a sus amigas de mal modo, pero adaptado. Su tratado de lo que una joven debe saber desde los 15 años incluye: fingir risas y llanto; inventar buenas excusas; dar esperanzas a todos y saber mentir con rubor; atender a cientos y mirar a miles; y, como una reina en su trono, con un ordeno y mando, hacerse obedecer… un programa nada revolucionario y que consolida el estatus quo de cada género. Frente a unas directrices tan antiguas, hoy, nuevas líneas en el debate feminista irrumpen, creando controversia sobre si no es licito obtener el poder, sea con las armas que sea, incluido el uso de la sexualidad o la fragilidad masculina frente a ella. La reivindicación, por ejemplo, de la legalización de la prostitución busca argumentos contemporáneos alrededor de estas fisuras.En la ópera, frente a las mujeres “reales” están los mitos y, así, Alfonso las contrapone a las diosas o a la única mujer fiel, Penélope, esposa de Ulises, que aguarda a su marido sin flaquear por años y años. Pero Penélope es una entelequia, un producto literario. Como para Alfonso lo es la fidelidad, “como el Fénix de Arabia, todos han oído de él pero nadie lo ha visto”. Amarrado al estereotipo de la mujer como ser voluble e infiel, duerme el miedo masculino a lo que no comprende y no puede controlar del todo. El miedo al distinto, en este caso al género femenino y, especialmente, su sexualidad y el poder que esta le pueda conferir, y que está también ligado a su exclusiva capacidad de generar vida. El psicoanálisis se ha ocupado ampliamente de la complejidad de este fenómeno.
  • La insatisfacción femenina. Este es el gran caballo de batalla que recorre trasversalmente la psicología de las relaciones femeninas y con el que las artes han hecho sus mejores trabajos. Hemos hablado de la prisión de los estereotipos y del miedo entre sexos. Ambos aumentan las dificultades de comunicación y de comprensión empática que ya encontraban suficientes dificultades en la propia biología y en las diferencias educativas y sociales. No podemos extendernos en ello, pero este mismo mes tiene una excelente oportunidad de disfrutar de la nueva versión de Anna Karenina en cine (2012, Joe Wright y protagonizada por Keira Knightley) e intuir algunas de las razones de esta insatisfacción que aparece desde las primeras relaciones adolescentes.