Es noticia
Cómo el cine enseña a los niños a saber qué decir y cuándo
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. El arte de vivir
ACyV

El arte de vivir

Por

Cómo el cine enseña a los niños a saber qué decir y cuándo

SÁBADO, 18 DE MAYO, INTERIOR-SALA DE CINE-TARDE. En la pantalla se proyecta La Caza (2012), dirigida por Thomas Vinterberg con un guión de Tobias Lindholm y

Foto: Cómo el cine enseña a los niños a saber qué decir y cuándo
Cómo el cine enseña a los niños a saber qué decir y cuándo

SÁBADO, 18 DE MAYO, INTERIOR-SALA DE CINE-TARDE. En la pantalla se proyecta La Caza (2012), dirigida por Thomas Vinterberg con un guión de Tobias Lindholm y del propio Vinterberg. En la butaca estoy viendo y oyendo una película que, minuto tras minuto, cada vez me interesa más. En el lugar, que muchas personas coloquialmente llamamos “nuestro interior”, hay una crisis de sincronización entre el deseo de seguir la historia de la película y el deseo de dormitar, consecuente con una sabrosa-copiosa comida en un local cercano al Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Posiblemente también colabora el que la película es en danés, con unas salpicaduras de inglés, por lo que, al menos en mi caso, hay que aplicarse en leer los subtítulos con fruición. Surge una amalgama de escenas y secuencias nítidas entreveradas con dormitaciones transitorias nítidas, popularmente llamadas “cabezadas”. El resultado es una incertidumbre (cognitiva), con la correspondiente inquietud (emocional), de si me he enterado de la historia que cuenta la película, o de si tengo una versión bastante sesgada consecuente con las conexiones-desconexiones de atención. La historia me remueve emocionalmente.

LUNES, 27 DE MAYO, INTERIOR-SALA DE CINE-NOCHE. En la pantalla se proyecta La Caza (2012). En la butaca estoy viendo y oyendo una película que he visto semana y pico antes. En el lugar llamado por bastantes “nuestro interior”, no hay crisis de sincronización de deseos, pues impera uno: presenciar con la mejor consciencia qué ocurre en ese pequeño pueblo de Dinamarca, que mantiene rituales de incorporación de los adolescentes al grupo de adultos, similares a los masai africanos, los polinesios, los graduados en el Massachussetts Institute of Technology (MIT) o en el Instituto de Empresa (IE) de Madrid. En la aldea de la película, se trata de llegar a la edad de obtener la licencia de caza. En otra parte, del espacio físico y social de esto que han dado en llamar  “aldea global”, puede que se trate de obtener “El Grado” o un “MBA” (Master in Business Administration). La historia me remueve algo menos, quizás por focalizarme sobre todo en el análisis de personajes y las relaciones entre ellos, necesario para mi intervención en la tertulia de Análisis Transaccional y Cine a la que asistiré el siguiente viernes.

No es una historia fácil de contar, pues contar conlleva sugerir el otorgar determinado significado a lo contado, por medio de las palabras elegidas (semántica), la construcción de las frases y el encadenamiento de los párrafos (sintáctica), así como por las entonaciones, ademanes y posturas seleccionadas para acompañar la narración oral (pragmática).

Al respecto, el psicólogo Jerome Bruner dice que «El niño aprende no sólo qué hay que decir, sino también cómo, dónde, quién y bajo qué circunstancias» (Bruner, J, 2006, Actos de significado, Madrid: Alianza Editorial, p. 84)

El aprendizaje de la psicología popular que caracteriza a nuestra cultura se produce muy pronto

También expone que «muy pronto aprende que lo que uno hace se ve profundamente afectado por el modo como uno cuenta lo que hace, lo que ha hecho o lo que va a hacer. Narrar se convierte entonces en un acto no sólo expositivo, sino también retórico. Para narrar de una manera convincente nuestra versión de los hechos, no se necesita sólo el lenguaje, también es preciso dominar las formas canónicas [de cánones o normas culturales – nota mía], puesto que debemos intentar que nuestras acciones aparezcan como una prolongación de lo canónico [normativo – nota mía], transformado por circunstancias atenuantes. Mientras adquiere estas habilidades, el niño aprende a utilizar algunos de los instrumentos menos atractivos del mercado retórico: el engaño, la adulación y demás argucias [la letra cursiva es mía]. Pero aprende también muchas de las formas útiles de interpretación y gracias a ello, desarrolla una empatía más penetrante. y así entra en la cultura humana [la letra cursiva es mía]» 

En el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) la primera acepción de retórica es «Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover». En el Diccionario de María Moliner la acepción es «Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. A veces, tiene sentido peyorativo, como «afectación o grandilocuencia inoportuna»: ‘Usa demasiada retórica’.»

Creo que es conveniente tener en consideración los cuatro párrafos anteriores para afrontar la historia de La Caza. Y tanto en lo que respecta a la actuación de los niños cronológicos, o sea: niños, como en lo que respecta a la actuación de unos cuantos de los adultos cronológicos, o sea, también niños.

Considerando las peculiaridades expuestas en dichos párrafos, mis comentarios posteriores pueden ser meritoriamente calificados como “mi versión de la historia”, en la cual Klara es una monicaca que apunta maneras obsesivas respecto a las rayas del suelo como Melvin (Jack Nicholson) en Mejor Imposible (1997). Cariñosa hacia la perra Fanny de Lucas y hacia el propio Lucas, del que Theo, el padre de Klara, dice que es “mi mejor amigo”.

En lo narrado hasta ahora, salvo en lo referente a la declaración de Theo, mis aseveraciones sobre los cariños de Klara, son suposiciones deducidas a partir de dos fuentes: 1) las imágenes mostradas en la pantalla (Klara que mira y habla sobre la perra, que mira a Lucas y se le aproxima, etc.) y 2) mis cánones (normas) de atribución de significado a lo percibido. Es la conjunción de ambas fuentes lo que facilita que diga que “Klara es cariñosa hacia la perra Fanny y hacia Lucas”. Sin la percepción de las imágenes de la niña no hubiera llegado a esa atribución. Si mi regla de atribución de significado fuera del tipo de “cuando una niña pregunta por una perra y quiere sacarla de paseo es que le interesa su piel como a Cruella de Vil en 101 Dálmatas”, tampoco hubiera atribuido que es cariñosa, sino más bien avara de pieles.

Sobre dónde y cómo se originan esas normas de atribución, Bruner dice que «En todas las culturas hay una psicología popular, que es uno de sus instrumentos constitutivos más poderosos y que consiste en un conjunto de descripciones más o menos normativas y más o menos conexas sobre cómo “funcionan” los seres humanos, cómo son nuestra propia mente y las mentes de los demás, cómo cabe esperar que sea la acción situada, qué formas de vida son posibles, cómo se compromete uno a estas últimas, etc. El aprendizaje de la psicología popular que caracteriza a nuestra cultura se produce muy pronto; la adquirimos al tiempo que aprendemos a usar el lenguaje que asimilamos y a realizar las transacciones interpersonales que requiere la vida comunitaria.»

El 'puede ser' sintoniza mejor con las ciencias y el “es” con las doctrinasDe modo que, parece adecuado decir que todos ejercemos de psicólogos, entrenándonos desde la primera infancia. Los que nos dedicamos al ejercicio laboral de la Psicología en las aulas universitarias, despachos de terapia, juzgados, equipos de orientación, departamentos de recursos humanos, asesoría de deporte y demás, además hemos desarrollado un entrenamiento posterior con lo aprendido en la Universidad y diversos centros de formación. Nuestro “conjunto de descripciones” está bastante más afinado, más sistematizado, más contrastado y puede ser más certero y eficaz.

“Puede ser más certero y eficaz” y subrayo el “puede”, que sugiere probabilidad frente a la certeza del “es”.  Opino que el “puede ser” sintoniza mejor con la situación de las ciencias (hipótesis, contraste con investigación, conclusiones, revisión de las mismas ante nuevos datos discrepantes). El “es” sintoniza mejor con las doctrinas (verdades, proclama con difusión, dogmas, descalificación y condena de los datos discrepantes). Y creo que las doctrinas pueden ser religiosas, ideológicas sociales y políticas, y pseudocientíficas. Así, según un rumor difundido en el ámbito de la Psicología, cuando Freud expuso en la Academia de Berlín que podía haber casos de hombres con histeria, los presentes se rieron despreciativamente y comentaron que histeria venía de histeron, que significa útero, y los hombres no tenían útero. Caso de ser verdad esta historia, puede ser considerada un ejemplo de cómo la doctrina (Hipócrates y Epicuro) se hace dogma y se descalifica a los datos discrepantes en vez de revisarlos. Al respecto, sugiero a quiénes lean este artículo que vean la película Hysteria (2011).

Tal vez, el tener presentes estas consideraciones de Jerome Bruner y las reflexiones que sugieren aquí expuestas, le hubiera sido bastante útil al personaje que, llamado por Grethe, la abrumada directora de la guardería, parece que es un asesor que interviene en casos de posible pederastia. No me ha quedado claro si era psicólogo, pedagogo, psicopedagogo, trabajador social y demás titulados que, al menos en España, pueden intervenir en estos asuntos. Sí me ha dado la impresión de que este personaje encuestador llega con su “esquema de referencia” y frente a los datos que le proporciona Klara realiza un proceso de “asimilación” en el sentido explicado por Piaget.

Piaget menciona que hay dos procesos en el afrontamiento de la realidad, Uno es el de “asimilación”, en el cual adecuamos la realidad percibida al contenido de nuestros “esquemas”. Si en nuestros “esquemas” está la atribución de que cuando un niño ríe es que está contento, cuando vemos a un niño reír consideramos que está contento. Otro es el de “acomodación”, en el cual modificamos nuestros “esquemas” ante la realidad percibida, Si en nuestros “esquemas” está que nuestra hija no miente y nos cuenta un relato que puede hacer suponer que ha mentido, modificamos nuestro esquema, acomodándolo a los datos presentados por la realidad en esa situación. Me parece que la doctrina se asienta mejor en la asimilación y que la ciencia es más propiciada por la acomodación.

Al personaje del “asesor-experto” se le ha impuesto más la psicología popular que la académicaDe modo que me parece que el encuestador viene provisto de su esquema y que las respuestas de Klara que son discrepantes con dicho esquema, se reatribuyen para adecuarlas al mismo. Así, cuando la niña dice que no se acuerda de ciertos momentos, el personaje atribuye que en muchos casos de pederastia los niños borran sus recuerdos ante la situación traumática. El personaje parece no plantearse que la niña puede estar fabulando, es decir, no considera (por desconocimiento o por olvido) las palabras de Bruner de que el niño «Muy pronto aprende que lo que uno hace se ve profundamente afectado por el modo como uno cuenta lo que hace, lo que ha hecho o lo que va a hacer.». Posiblemente, el personaje se ocupa de ajustar los hechos a la historia que, anteriormente, se ha construido sobre una niña (Klara) utilizada con fines sexuales y de modo exhibicionista por un adulto (Lucas).

Con este proceso, este personaje y la directora de la guardería han obtenido, por un lado, una tremenda zozobra en el ámbito de las relaciones sociales, pues han de notificar al resto de los padres de la guardería y a la policía para que intervenga por delitos de pederastia. Pero por el otro, han obtenido calmar la ansiedad que produce la ambigüedad, como mencioné en un anterior artículo. La situación queda estructurada: Lucas es un depravado ante el cual se sabe lo que hay que hacer: despido, alejamiento. Ostracismo. Posiblemente, al personaje del “asesor-experto” se le ha impuesto más la psicología popular aprendida desde niño, que la psicología académica aprendida en la Universidad. La doctrina prevalece sobre la ciencia.

A partir de que Lucas es etiquetado de pederasta, no se le considera un maestro de escuela infantil que sabe contactar con los alumnos ubicándose en un estado del yo Niño, según Eric Berne. No se tiene en cuenta, que a pesar de saber sintonizar como un niño, se ubica en un estado Adulto, según Eric Berne, que, en plena refriega de juegos con los alumnos, detecta que si Klara se le acerca y le da un beso en los labios,  hay un ámbito de conflicto a trata con la niña y lo hace, orientándola y poniéndole los limites que le puede proporcionar seguridad en su desarrollo, más allá de que, en lo inmediato, la frustren y la enfaden.

Es habitual que Klara pueda sentirse enfadada con Lucas. Este no parece estar dispuesto a ser predominantemente suyo. Frustración, dolor y rabia hacia el foco que lo produce y reacción agresiva ante el mismo. Dañar a quien/que le ha dañado. Y lo hace mediante una narración, en el ejercicio de la cual, según Bruner «el niño aprende a utilizar algunos de los instrumentos menos atractivos del mercado retórico: el engaño, la adulación y demás argucias»

Se han equivocado en su atribución de significados y modifican sus esquemas en un proceso de acomodaciónTambién son habituales las reacciones del resto de los niños de la guardería al ser encuestados por el personaje-encuestador. Surge una narración de exhibición de genitales en un sótano, corroborada por muchos niños. La narración es creída por niños y padres en estados del yo Niño, que es cuando los adultos cronológicos sienten, piensan y actúan como en la infancia. La narración pasa a ser doctrina, alejándose de la comprobación propia de los estados del yo Adulto, en que la cognición se centra en un contexto general, más allá de lo particular e inmediato, lo emocional es menos intenso, pero constante frente a la volubilidad, y la conducta es modulada, frente a la impulsividad. La narración es sintónica con lo que el encuestador y los padres esperan desde sus esquemas, con su tendencia a la “asimilación” en el sentido de Piaget antes expuesto. Y para la mayoría de los ciudadanos de ese pueblo danés, la narración da coherencia a lo que cuentan sus hijos y a su afán de aliminar la ambüedad, Me suena al proceso contra John Proctor en El Crisol (1996), una versión cinematográfica de Las Brujas de Salem de Arthur Miller.

Pero  unos cuantos personajes se ubican en un estado del yo Adulto, del que hablaba Eric Berne. El padrino del hijo de Lucas, amigo de Lucas junto con el padre de Klara, parece mantener una percepción global de la situación, hasta el punto que puede hacer comentarios sagaces como que “la casa de Lucas no tiene sótano” y humorísticos (“te voy a dar una pala para que hagas un sótano en tu casa”). El juez, según se cuenta, se da cuenta de la discrepancia del relato, pues no hay sótano en la casa de Lucas, Theo, el padre de Klara, observa la mirada de Lucas y la confidencia de su hija hecha en un estado de duerme vela y decide considerar que su amigo es inocente de pederastia y reconciliarse con él.

Por ello, Lucas queda rehabilitado para la mayoría. Se han equivocado en su atribución de significados y modifican sus esquemas en un proceso de acomodación.

¿Todos? No. Queda alguien con sus esquemas no modificados y dispuesto a actuar en consecuencia con ello, sea en un bosque danés, en la isla sueca de Utoya, en el español Puerto Urraco, en Londres o en París. Cuestión de doctrina frente a ciencia.

SÁBADO, 18 DE MAYO, INTERIOR-SALA DE CINE-TARDE. En la pantalla se proyecta La Caza (2012), dirigida por Thomas Vinterberg con un guión de Tobias Lindholm y del propio Vinterberg. En la butaca estoy viendo y oyendo una película que, minuto tras minuto, cada vez me interesa más. En el lugar, que muchas personas coloquialmente llamamos “nuestro interior”, hay una crisis de sincronización entre el deseo de seguir la historia de la película y el deseo de dormitar, consecuente con una sabrosa-copiosa comida en un local cercano al Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Posiblemente también colabora el que la película es en danés, con unas salpicaduras de inglés, por lo que, al menos en mi caso, hay que aplicarse en leer los subtítulos con fruición. Surge una amalgama de escenas y secuencias nítidas entreveradas con dormitaciones transitorias nítidas, popularmente llamadas “cabezadas”. El resultado es una incertidumbre (cognitiva), con la correspondiente inquietud (emocional), de si me he enterado de la historia que cuenta la película, o de si tengo una versión bastante sesgada consecuente con las conexiones-desconexiones de atención. La historia me remueve emocionalmente.