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"Tengo 70 años, solo me interesan mi compañera y mis hijos. ¿Soy exigente?"
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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"Tengo 70 años, solo me interesan mi compañera y mis hijos. ¿Soy exigente?"

Un lector que vive feliz en el campo nos explica su situación vital y sus principios. Nuestro experto lo utiliza para reflexionar acerca de la responsabilidad, la felicidad y la utopía

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Más que una consulta, la definiría como una reflexión compartida. Tengo prácticamente 70 años, pero desde muy joven valoraba con pulcritud aquellas personas que me aportasen algo positivo, no en dinero, pero sí en, llamémosle, valores culturales. No le doy al dinero más valor que aquello que sirve para mejorar la calidad de vida, pero nunca he sido de aquellos que se privan de algo para ahorrar, se vive solo una vez. A mis hijos, dos, he tratado de inculcarles el esfuerzo y no he sido de regalarles 'per se', no les premiaba por sus buenos resultados académicos, siempre pensé que era simplemente una responsabilidad personal para aprender a vivir y formarse. En el terreno religioso, realmente no sé si soy agnóstico o ateo, no me interesa para nada el otro mundo, creo que con este hay de sobra. Y, jamás me he creído superior a nada ni a nadie, valoro a la gente que sabe, que ama el arte, en sus múltiples variables y soy una persona que no le gusta a casi nadie, porque exijo educación y formación, no me interesa nada más.

Además de vivir en el campo, bastante cerca del pueblo, grande eso sí, pero en las afueras en una pequeña finca, donde soy feliz. Solo me interesan mi compañera (aunque tenemos controversias en algunos casos y mis hijos, oírles y verles me dan todo lo que los demás no me aportan nada). Y no me interesa nadie más. Y gente que me aporte lamentablemente no tengo mucha alrededor. ¿Soy exigente?, puede que sí, pero ni censuro a nadie y me meto en la vida ajena. Allá cada uno con sus aciertos y fracasos. Esta vida y este mundo es lo suficientemente complejo para perderse en estupideces, lo bello radica en el conocimiento, que nos queda todo por aprender, y siempre he tenido como mejores compañeros: la lectura, la música y mi propia vida. Además jamás me he aburrido, incluso cuando estaba activo laboralmente, me busqué junto con mi compañera un trabajo que nos aportó felicidad y algo de dinero para vivir mejor y no tener esa preocupación. No envidio a nadie y ni le temo al momento de abandonar esta vida, no somos nada para querer perpetuarnos. ¿No sería acaso un horror ser inmortales? Un saludo y gracias.

Hola. Me ha encantado tu reflexión. Es un emotivo ejemplo de lo que muchos terapeutas entendemos por equilibrio psicológico en el siglo XXI. Tus palabras muestran que posees muchos de los factores que he intentado definir en este consultorio. Hay, por ejemplo, capacidad de asumir las consecuencias de las elecciones vitales, sentido de la independencia para sobrellevar la presión de las expectativas ajenas, criterio para seleccionar las personas que tienes alrededor y capacidad de autoanálisis para saber lo que te gusta y fuerza para buscarlo de forma activa.

Hasta ahora, si alguien hacía, sentía o pensaba algo atípico, se consideraba que estaba mal. Hoy en día, sin embargo, la valoración ha cambiado

Tu correo es una muestra de que no hay normas fijas para la salud mental en los tiempos modernos. En contra de lo que nos intentan vender los libros con "secretos para la felicidad", los que trabajamos en este tema vemos, día a día, que no hay un único camino. El formato del buen equilibrio psicológico es diverso: hay muchas arquitecturas vitales diferentes que llevan a los seres humanos a sentirse bien. El psiquiatra Gerald Caplan habla en sus libros de la transformación que se ha producido en este concepto. Históricamente, para etiquetar un problema como trastorno, se usaban factores como la anormalidad de los pensamientos y sentimientos o la imposibilidad de justificar las conductas propias en términos que los demás pudieran entender. Hasta ahora, si alguien hacía, sentía o pensaba algo atípico, se consideraba que estaba psicológicamente mal. Hoy en día, sin embargo, la valoración ha cambiado. La normalidad estadística no es un criterio importante. Nuestra forma de ser es un problema únicamente cuando causa sufrimiento continuo, a nosotros o a los que nos rodean. Como demuestra tu caso, cualquier forma de vida es adaptativa mientras promueva una buena salud mental.

Voy a completar tu reflexión con algunas ideas sobre el tema que aportan diferentes autores. El terapeuta Albert Ellis, por ejemplo, enunció en su libro 'Práctica de la Terapia Racional-Emotiva' algunos de factores comunes de la salud mental. Según este psicólogo, aunque el formato vital sea muy diferente, en las personas con un buen equilibrio se dan una serie de fenómenos que creo que puedes reconocer en tu estabilidad psicológica actual. En estos individuos hay por ejemplo auto-aceptación, es decir, compromiso incondicional con su forma de ser: no se evalúan continuamente comparándose con los demás. También se da un equilibrio entre el control interno (asumen la responsabilidad de su vida y por eso no suele necesitar la ayuda de los otros) y aceptación de la incertidumbre (saben que vivimos a expensas del azar y no podemos tener certezas absolutas acerca de lo que va a suceder).

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Otro de los fenómenos que parecen promover el equilibrio en el mundo actual es el hedonismo de larga duración. Llamamos así a la tendencia a disfrutar de los placeres del presente preservando los del futuro. Estas personas disfrutan de la vida, pero no se lo juegan todo a una carta. El psicólogo Ed Diener realizó varios experimentos que muestran que los individuos que se sienten satisfechos con su vida no suelen estar experimentando una emoción positiva intensa. Son, más bien, personas que gozan de muchos placeres sencillos día tras día. Pocos acaban de ser agraciados con un premio de lotería o han ascendido recientemente al puesto de trabajo por el que llevan años luchando. Lo que les ocurre es que, en ese momento, llevan una vida como la tuya, basada en pequeñas satisfacciones cotidianas. En tu caso, los placeres cotidianos son tu familia, la estimulación laboral, tu casa… En cada ser humano satisfecho estos hedonismos son diferentes, pero siempre son sencillos, continuos, prolongados y realistas.

Esta última es otra de las características de la salud mental moderna que percibo en tu carta. Albert Ellis la denominaba 'Anti-utopía': las personas equilibradas aceptan el hecho de que los paraísos de felicidad son inalcanzables y nunca conseguirán todo lo que quieren, ni podrán evitar todo el dolor. Al contrario de lo que propugnan muchos libros de autoayuda, piensan que es poco sensato esforzarse por alcanzar el placer, la felicidad y la perfección totales. Saben que los momentos de ansiedad, depresión, descontento y hostilidad forman parte de la vida y del crecimiento personal.

Como nos recuerdan autores como la psicóloga Laura King, la alegría es solo uno de los componentes de la vida humana. Las personas saludables no equiparan salud con ausencia de conflicto, sino con medios de resolución y re-equilibrio. El buen equilibrio psicológico incluye fenómenos como la tolerancia a la frustración, la lucha por cambiar los comportamientos abusivos de los demás o la creatividad que necesitan un proceso doloroso para desarrollarse. Tu forma de afrontar la mortalidad del ser humano (eso que Kundera denominaba 'La insoportable levedad del ser') me parece un buen ejemplo de estos momentos duros que King nos conminaba a aceptar.

Ese entendimiento de que lo que a nosotros nos hace felices puede dejar insatisfechos a otros es parte de la estabilidad psicológica

El psicólogo Abraham Maslow es otro de los autores que han tratado de definir que hay en común en las diferentes vidas de las personas equilibradas. Para su libro 'El hombre autorrealizado' estudió la vida de individuos con biografías muy diferentes. Entre los factores subyacentes en todos ellos estaban algunos de los citados. Además, en su listado, había otras variables que también entreveo en tu correo. Un ejemplo es el compromiso con actividades creativas: estas personas ocupan su mente con cuestiones estimulantes que les hacen salirse de sí mismos y utilizar el pensamiento para algo más útil que el auto-análisis rumiativo.

Por otra parte, tienen ese historial de relaciones íntimas con unas pocas personas escogidas que tú también describes. Este grupo de individuos seleccionaban mucho y mantenían un vínculo realmente profundo solo con algunos de los que le rodean. Por último, Maslow llegó a la conclusión de que estas personas se otorgan a sí mismos y a los demás el derecho a equivocarse. No son víctimas de la auto-exigencia ni de criterios morales absolutos a la hora de juzgar a los que les rodean. Por eso, como tú dices, "jamás se sienten superiores a nada ni a nadie".

Esa flexibilidad, ese entendimiento de que no hay normas fijas y que lo que a nosotros nos hace felices puede dejar insatisfechos a los demás, es, según Maslow, parte de la estabilidad psicológica en el mundo actual. Como he intentado mostrar en los artículos de este consultorio, comparto contigo un concepto de salud mental que tiene que ver con la apertura a la diversidad, el respeto a nuestra forma de ser sin dejarnos avasallar por las expectativas ajenas y la aceptación de los malos momentos cultivando nuestra tolerancia a la frustración y la capacidad de reponernos. Un abrazo.

Más que una consulta, la definiría como una reflexión compartida. Tengo prácticamente 70 años, pero desde muy joven valoraba con pulcritud aquellas personas que me aportasen algo positivo, no en dinero, pero sí en, llamémosle, valores culturales. No le doy al dinero más valor que aquello que sirve para mejorar la calidad de vida, pero nunca he sido de aquellos que se privan de algo para ahorrar, se vive solo una vez. A mis hijos, dos, he tratado de inculcarles el esfuerzo y no he sido de regalarles 'per se', no les premiaba por sus buenos resultados académicos, siempre pensé que era simplemente una responsabilidad personal para aprender a vivir y formarse. En el terreno religioso, realmente no sé si soy agnóstico o ateo, no me interesa para nada el otro mundo, creo que con este hay de sobra. Y, jamás me he creído superior a nada ni a nadie, valoro a la gente que sabe, que ama el arte, en sus múltiples variables y soy una persona que no le gusta a casi nadie, porque exijo educación y formación, no me interesa nada más.

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