Empecemos por los principios
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Nada de gin-tonics a 3,5 euros, mejor una botella de champán que cueste 386.000
Mónaco, una sala de fiestas tras la celebración del Gran Premio de F1 del pasado fin de semana, y un multimillonario generoso. Una escena habitual fácil
Mónaco, una sala de fiestas tras la celebración del Gran Premio de F1 del pasado fin de semana, y un multimillonario generoso. Una escena habitual fácil de imaginar en el fastuoso principado monegasco, si no fuese por el increíble derroche económico en alcohol que protagonizó el histriónico multimillonario británico Charles Shaker. En un arrebato de dispendio, el empresario decidió invitar a los allí presentes a una ronda de champán. La botella, perteneciente a la cotizada colección Armand de Brignac, era de 30 litros y le costó 386.000 euros.
La criticada “hazaña” de Shaker, de la que no parece arrepentirse, bien le podría valer para figurar en libro Guinness de los Récords. Lógicamente, cada uno hace lo que quiere con su propio dinero, lo que no quiere decir que cualquier dispendio sea ético. Y es que en un contexto de crisis y empobrecimiento generalizado entre las clases trabajadoras, los límites que la opinión pública establece entre lo que es moral y lo que no se estrechan cada vez más. La polémica por la subvención de los ‘gin-tonic’ en el Congreso de los Diputados, que destapó esta semana El Confidencial, es buena muestra de ello.
Para mantenerse en lo más alto de la escala social, la imagen sigue siendo importante, y este tipo de gestos no ayudan a ganarse el afecto popular. Solo hace falta echarle un vistazo a los barómetros mensuales del CIS para comprobar la desconfianza social hacia las élites económicas y las clases dirigentes.
El patio de recreo de los ricos
Por supuesto que para el dueño del club nocturno, Samy Sass, el gesto del empresario británico fue digno de aplauso y así se lo hizo saber en el mismo momento. El pinchadiscos de la fiesta incluso comunicó la compra por megafonía y felicitó públicamente a Shaker, por ser el primero en adquirir una botella de esas características, como si se tratase de una auténtica epopeya.El Billonaire Club es una de las salas de fiestas más glamurosas de Mónaco, donde son habituales multimillonarios y estrellas del cine o la música
“Todo el mundo estaba bailando cuando de repente se detuvo la música y empezaron a correr las botellas de oro por toda la sala, mientras la gente animaba el espectáculo tratando de hacerse fotografías y aplaudiendo. Fue una noche espectacular”, relata uno de los asistentes a la fiesta al diario británico Daily Mail.
El Billonaire Club es una de las salas de fiestas más glamurosas de Mónaco, donde suelen mezclarse multimillonarios y estrellas del cine y la música. “El patio de recreo de los ricos”, como se le ha apodado en otras ocasiones, ha servido para llenar cientos de páginas de papel couché. Entre su lista de selectos clientes, se encuentran Leonardo DiCpario o Flavio Briatore. El récord de gasto en una botella de champán lo tenía el empresario londinense Don Johnson, quien se gastó 180.000 euros en un Midas durante sus vacaciones de hace dos años. Sin ningún remordimiento de conciencia, el ‘juego’ de quien se gasta más en una botella de champán continúa entre los millonarios.
Mónaco, una sala de fiestas tras la celebración del Gran Premio de F1 del pasado fin de semana, y un multimillonario generoso. Una escena habitual fácil de imaginar en el fastuoso principado monegasco, si no fuese por el increíble derroche económico en alcohol que protagonizó el histriónico multimillonario británico Charles Shaker. En un arrebato de dispendio, el empresario decidió invitar a los allí presentes a una ronda de champán. La botella, perteneciente a la cotizada colección Armand de Brignac, era de 30 litros y le costó 386.000 euros.