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Lo que se aprende de la vida tras sufrir un infarto cerebral
Ser víctima de un ictus es una de las causas principales de muerte en todo el mundo, justo por detrás del cáncer y las enfermedades cardiacas.
Ser víctima de un ictus es una de las causas principales de muerte en todo el mundo, justo por detrás del cáncer y las enfermedades cardiacas. Un estudio publicado en 2001 ponía de manifiesto que un español muere cada 14 minutos por esta razón, y desde entonces, la prevalencia de esta enfermedad no ha hecho más que aumentar. Cada año se producen alrededor de 125.000 casos de ictus únicamente en nuestro país, y hasta un 15% de estos casos afectan a personas menores de 45 años. Muchas veces este tipo de ataques acaban con la vida del que lo sufre, pero en otras ocasiones, y según la gravedad del ataque, puede producir parálisis facial, problemas de vista u otro tipo de discapacidades.
Por eso, historias como la de Andrew Marr, uno de los periodistas más importantes del Reino Unido, pueden servir de inspiración para aquellos que han de atravesar un trance semejante. El célebre presentador, que fue redactor jefe de The Independent entre 1996 y 1998, y responsable de política de la BBC entre 2000 y 2005, acaba de confesar el duro proceso que ha tenido que atravesar y todo lo que ha aprendido de él en las páginas de The Guardian, donde ha concedido una entrevista en exclusiva a Robert McCrum que, curiosamente, también sufrió una enfermedad semejante.
Unos síntomas que identificar
Todo comenzó después de un día de trabajo en el que Marr decidió salir a correr para terminar la jornada y consiguió recorrer cinco kilómetros en 20 minutos. Un gran reto que, no obstante, lo dejó extenuado. Al llegar a su hogar, Marr comenzó a sentirse enfermo y a sentir un fuerte dolor de cabeza, así como a ver destellos y “una avalancha de luces brillantes”. Sin embargo, no le dio mucha importancia al asunto, vio una película con su mujer, y se metió pronto en la cama. Al día siguiente, se despertó en el suelo, pero no fue hasta que se miró en el reflejo del espejo y vio cómo su labio se encontraba torcido en una mueca extraña que se dio cuenta de que había sufrido un infarto. Fue en ese momento cuando Marr se dio cuenta de que su vida nunca volvería a ser la misma, pero también el instante en el que comenzó un milagroso proceso de recuperación que lo ha devuelto con rapidez a la vida pública.
El periodista luchó con todas sus fuerzas para no caer en el vacío que se abría ante él
Marr decidió desde un primer momento que se iba a “poner bien cuanto antes”. Sin embargo, pronto se encontró con que sus expectativas acerca de lo que iba a ocurrirle eran “muy poco realistas” y que, como cualquier proceso de recuperación semejante, habría de enfrentarse a una sucesión de buenos y malos momentos de consecuencias imprevisibles. Los médicos llegaron a comunicar a su mujer en repetidas ocasiones que debía prepararse para lo peor, aunque ello nunca ocurrió. Marr, mientras tanto, permanecía ajeno al grave riesgo que corría su vida mientras recibía el cariño de lectores, oyentes, artistas, actores y otras personalidades con las que había alternado a lo largo de su vida.
El periodista luchó con todas sus fuerzas para no caer en el vacío que se abría ante él. Dejó la psicología a un lado, cuenta, y se volcó en el ejercicio físico. “Fue muy, muy duro, pero mi fisioterapeuta y las enfermeras se portaron de una forma increíble conmigo, siempre optimistas y muy alegres”. Poco a poco, paso a paso, Marr ha terminado recuperándose, aunque se ha prometido a sí mismo no caer en ninguno de los errores del pasado.
Aprendiendo de la desgracia
“Había mantenido una carga inaguantable de trabajo”, explicaba en la entrevista con McCrum, algo que bien saben sus admiradores: podía llegar a trabajar “dieciocho horas al día, siete días a la semana”, algo que no culpa a sus superiores, sino de lo que admite su total responsabilidad. “Es lo que elegí hacer. Tenía esa loca concepción de que podía aguantar más que cualquier otra persona”. Sin embargo, el ataque le indicó que no era así.
He tenido un montón de peleas con mucha gente, pero ahora voy a intentar reconciliarme con ellos
El nuevo Andrew Marr es un hombre muy diferente a aquel. Ahora mismo, se ha prometido “sacarle todo el jugo a la vida”, y dejar de pasar de una actividad a otra sin parar. “Hacer menos cosas, y hacerlas mejor”, en sus propias palabras. ¿Ha significado ello un despertar espiritual? Quizá llamarlo “espiritual” no sea la palabra. Como él mismo reconoce, “no tengo vida interior, no tengo ningún interés en profundizar en mis oscuras profundidades. Sí, por supuesto, he buscado algún significado a esto… Pero tampoco demasiado”. En lo que sí ha ahondado es en su formación cultural (ha dedicado gran parte de su tiempo a sumergirse en la música de Bach y la literatura de Proust), que ahora reconoce que es mucho más importante para él.
Sin embargo, si algo define al nuevo Andrew Marr, es su nueva actitud ante la vida. “Todo esto me ha hecho más agradable y mejor persona”, confesaba a McCrum. “A lo largo de los años he tenido un montón de peleas con mucha gente, pero ahora voy a intentar reconciliarme con ellos. La vida es demasiado corta para malgastarla en enemistades y peleas. Voy a intentar ser más dulce por todos los medios posibles”. Unas sabias enseñanzas de alguien a quien la vida ha dado una segunda oportunidad; algo que, por desgracia, no siempre ocurre.
Ser víctima de un ictus es una de las causas principales de muerte en todo el mundo, justo por detrás del cáncer y las enfermedades cardiacas. Un estudio publicado en 2001 ponía de manifiesto que un español muere cada 14 minutos por esta razón, y desde entonces, la prevalencia de esta enfermedad no ha hecho más que aumentar. Cada año se producen alrededor de 125.000 casos de ictus únicamente en nuestro país, y hasta un 15% de estos casos afectan a personas menores de 45 años. Muchas veces este tipo de ataques acaban con la vida del que lo sufre, pero en otras ocasiones, y según la gravedad del ataque, puede producir parálisis facial, problemas de vista u otro tipo de discapacidades.