Empecemos por los principios
Por
María de Villota: un ángel que vivió entre los hombres
Hay seres que se van de este mundo dejándolo mucho mejor que como lo encontraron. En medio de la oscuridad, estos seres pusieron su luz
Hay heridas que sólo las cura la belleza y no hay nada más hermoso de contemplar que la inteligencia y la bondad cuando van de la mano. Hay seres que se van de este mundo dejándolo mucho mejor que como lo encontraron. En medio de la oscuridad, estos seres pusieron su luz. Esta luz jamás se apaga cuando ellos se van, porque ya es una luz inmortal. Hoy que tan necesitados estamos de un poco de ilusión, cuando a veces sentimos que todo a nuestro alrededor se derrumba, el recuerdo de aquellos ángeles que vivieron entre nosotros los hombres, hace que renazca la fe y la ilusión en nuestras posibilidades. Sus vidas no estuvieron marcadas ni por la facilidad ni por la comodidad, pero a pesar de todo hicieron de ellas un ejemplo de grandeza. Nunca vi sonrisas más bellas, ni personas que reflejaran tan bien la unión entre lo humano y lo divino.
El sufrimiento es el lugar donde está crucificada nuestra inteligencia y ante el dolor de la pérdida podemos caer en la desesperación del sin sentido o abrirnos a la oscuridad del Misterio. El jardín celestial a veces reclama a sus flores más bellas. Hoy cuando no hay palabras para reflejar ni las ansias de consolar, ni la necesidad de consuelo, hemos tal vez de pensar que la muerte no es un final, sino un nuevo comienzo. María hizo de su vida una expresión tan grande de inteligencia, bondad y belleza que no necesita ir a ningún cielo, porque ella ya era el mismo cielo. Por eso, aunque nuestros ojos no puedan evitar llorar, nuestras almas solo pueden celebrar el haber conocido a tan extraordinaria persona.
Hoy amo la vida, a pesar del llanto
Para mí, sólo los místicos, aquellos seres humanos que han experimentado el encuentro con el Misterio, pueden administrar un bálsamo a nuestros corazones heridos. En medio de nuestra tristeza y de la oscuridad de la noche, es el recuerdo de seres como María, lo que mantiene nuestra fe en la vida.
Es el recuerdo de seres como María lo que mantiene nuestra fe en la vida
Amo la vida cuando sé para qué vivo. Hoy amo la vida porque es mejor tener un corazón roto que un corazón petrificado. Hoy amo la vida porque a pesar del llanto, puedo hacer este sencillo homenaje a María, teniendo la certeza de que tú para nosotros, jamás morirás.
“No llores si me amas.
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieras oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!
¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Creedme: cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a ver a aquella que te amaba y que siempre te ama, y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas”.
San Agustín
Hay heridas que sólo las cura la belleza y no hay nada más hermoso de contemplar que la inteligencia y la bondad cuando van de la mano. Hay seres que se van de este mundo dejándolo mucho mejor que como lo encontraron. En medio de la oscuridad, estos seres pusieron su luz. Esta luz jamás se apaga cuando ellos se van, porque ya es una luz inmortal. Hoy que tan necesitados estamos de un poco de ilusión, cuando a veces sentimos que todo a nuestro alrededor se derrumba, el recuerdo de aquellos ángeles que vivieron entre nosotros los hombres, hace que renazca la fe y la ilusión en nuestras posibilidades. Sus vidas no estuvieron marcadas ni por la facilidad ni por la comodidad, pero a pesar de todo hicieron de ellas un ejemplo de grandeza. Nunca vi sonrisas más bellas, ni personas que reflejaran tan bien la unión entre lo humano y lo divino.