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La única razón por la que somos altruistas
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Iván Gil

Empecemos por los principios

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Iván Gil

La única razón por la que somos altruistas

La ayuda a los demás puede manifestarse de múltiples formas, desde un simple gesto de caridad hasta arriesgar la vida por otro. Pero, ¿por qué lo hacemos?

Foto: Para la mayoría de psicólogos el altruismo esconde un cierto interés, pero existen casos en los que no siempre es así. (Corbis)
Para la mayoría de psicólogos el altruismo esconde un cierto interés, pero existen casos en los que no siempre es así. (Corbis)

La ayuda desinteresada hacia los demás puede manifestarse de múltiples formas, desde un simple gesto de caridad hasta arriesgar la propia vida para salvar otra. Desde el punto de vista de las teorías evolucionistas y neodarwinistas, el altruismo no tiene ninguna razón de ser, a no ser que detrás de estas acciones se esconda algún tipo de interés o que beneficie a personas de nuestro entorno o familia. En este último caso socorreríamos a personas con las que mantenemos lazos de consanguinidad para ayudar a sobrevivir a nuestros mismos genes. Sin embargo, existen numerosos ejemplos de héroes anónimos que nos han demostrado que no siempre es así.

¿Existe, entonces, el altruismo puro, entendido como una bondad absoluta que no responda a ningún tipo de interés, consciente o inconsciente? Para el psicólogo británico de la universidad de Leeds, Steve Taylor, autor de Back To Sanity: Healing the Madness of Our Minds, la respuesta es afirmativa y la razón es nuestra capacidad de empatía. “No cabe duda de que muchos actos altruistas están motivados por la búsqueda del interés propio, ya sea para sentirnos bien con nosotros mismos o para que nos devuelvan el favor en el futuro”, reconoce Taylor. Sin embargo, añade, es posible que tengamos impulsos bondadosos cuyo única razón es la de aliviar el sufrimiento ajeno.

La búsqueda de la trascendencia

Sin tener por qué responder a un hábito aprendido ni a la educación recibida de pequeños, el altruismo sienta sus bases en la empatía. “No se trata sólo de la capacidad cognitiva que nos permite ver el mundo a través de los ojos de los demás, sino que es algo más profundo que permite establecer una conexión casi trascendental entre todos los seres humanos”, apunta el psicólogo británico.

La compasión es una virtud que forma parte de nuestra naturaleza humana

Una expresión directamente relacionada con la conciencia humana, que para filósofos como David Chalmers permea la realidad hasta el punto de ser una de las fuerzas fundamentales de nuestro universo cotidiano. La función principal del cerebro, explica, es la de canalizar la empatía. De este modo, somos capaces de sentirnos identificados con el sufrimiento de otras personas y responder a este con actos altruistas.

La empatía nos llevaría a sentir en nuestras propias carnes parte del sufrimiento ajeno porque, en cierto modo, “todos estamos interconectados”, asegura Taylor. “Sentimos la necesidad de aliviar el dolor de los demás, protegerlos y promover nuestro bienestar como si fuésemos nosotros mismos”. Tomando una cita del filósofo alemán Schopenhauer: mi verdadero yo existe en todo ser viviente. Y esta es la base de la compasión, una virtud que forma parte de nuestra naturaleza humana.

Ayudar al prójimo por egoísmo

Menos trascendentales y más conscientes del egoísmo que en ocasiones mueve a nuestra sociedad son otras explicaciones desde el campo de la psicología, que han tratado de explicar el fenómeno del altruismo como una práctica que nos hace sentir mejor con nosotros mismos. Aunque no seamos realmente conscientes de este beneficio, también puede deberse a que albergamos la esperanza de que algún día nos vayan a devolver el favor realizado, como si el altruismo fuese obligatoriamente recíproco.

Para los psicólogos evolutivos, incluso puede tratarse de una forma eficaz de demostrar a los demás lo buenos que somos, el dinero que tenemos y lo fuertes que estamos, que según la teoría de la evolución serviría para mostrarnos más atractivos al sexo opuesto y aumentar las posibilidades de reproducirnos.

Los defensores de las teorías evolucionistas también han tratado de explicar el altruismo, cuando se produce con personas desconocidas, con una especie de error evolutivo, algo así como una confusión del instinto derivada de nuestro pasado como seres que vivían en pequeñas tribus, y con las que compartíamos una herencia genética. En las comunidades prehistóricas, en las que los lazos de consanguinidad se extendían a casi todos los miembros que conformaban el grupo, la seguridad propia dependía de la del grupo en su conjunto.

La ayuda desinteresada hacia los demás puede manifestarse de múltiples formas, desde un simple gesto de caridad hasta arriesgar la propia vida para salvar otra. Desde el punto de vista de las teorías evolucionistas y neodarwinistas, el altruismo no tiene ninguna razón de ser, a no ser que detrás de estas acciones se esconda algún tipo de interés o que beneficie a personas de nuestro entorno o familia. En este último caso socorreríamos a personas con las que mantenemos lazos de consanguinidad para ayudar a sobrevivir a nuestros mismos genes. Sin embargo, existen numerosos ejemplos de héroes anónimos que nos han demostrado que no siempre es así.

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