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El valor que nos construye y la verdadera química entre las personas
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Mario Alonso Puig

Empecemos por los principios

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Mario Alonso Puig

El valor que nos construye y la verdadera química entre las personas

El filósofo norteamericano Emerson decía: “El mayor favor que te puede hacer un amigo es poner frente a ti un espejo donde veas reflejada una noble

El filósofo norteamericano Emerson decía: “El mayor favor que te puede hacer un amigo es poner frente a ti un espejo donde veas reflejada una noble imagen de ti mismo”. Todos somos espejos frente a espejos.

Para poder triunfar en la vida, es necesario tener una buena autoestima, lo cual no es otra cosa que saberse valorar en la medida en la que uno realmente vale. La mayor parte de nosotros creemos que valemos mucho menos de lo que en realidad valemos y por eso no nos estimamos en la suficiente medida. Esto hace que no pocas veces caminemos por la vida con un alto nivel de ansiedad, consecuencia lógica de la falta de confianza en nuestras propias posibilidades. Cuando hablamos de tener una alta autoestima, no hablamos de arrogancia, sino de justo reconocimiento. Aquellas personas que caminan por la vida de una forma arrogante y humillando a los demás, tienen una autoestima tan baja, que el único sistema que han encontrado para no sentir plenamente esa dolorosa realidad, es intentar rebajar a los demás para tener así la sensación de que ellos están en un lugar más alto.

No es lo mismo ser valioso que sentirse valioso

Si definimos la autoestima como lo que una persona siente por sí misma en lo profundo de su ser, la medida en la que le agrada su propia persona y el respeto que siente hacia ella misma, entenderemos que este sentimiento se sitúa en el centro de nuestra personalidad. Como el conocimiento que tenemos de nosotros mismos suele ser tan escaso, ya que muy pocas personas conocen realmente su interioridad, buscamos esa información acerca de nosotros mismos, no en base a lo que somos, sino en base a cómo los otros nos ven.

Según la psicóloga Dorothy Corkille Briggs, el respeto sólido por uno mismo se basa en dos convicciones esenciales:

“Soy digno de que me amen, importo y tengo valor porque existo”.

“Soy valioso, puedo manejarme a mí mismo y manejar lo que me rodea, con eficiencia. Sé que tengo algo que ofrecer a los demás”.

Recordemos que no es lo mismo ser amado que sentirse amado, de la misma manera que no es lo mismo ser valioso que sentirse valioso. Si no nos sentimos amados y valiosos, vamos a rehuir muchas oportunidades tanto de relacionarnos con otros como de hacer frente a los desafíos que la vida nos plantea.

La influencia de nuestro entorno

Todos nosotros tenemos la responsabilidad de favorecer que se desarrolle una sana autoestima en nosotros y en los otros. Por eso, hemos de renunciar a hacer daño a los demás, sobre todo cuando nuestro ego está herido. Hemos de evitar atacar a la persona especialmente cuando comete un error. Se puede ser muy duro con un error sin tener por ello que agredir con nuestras palabras, nuestros gestos o nuestras acciones a la persona que lo ha cometido. Sepamos distinguir lo que somos de lo que hacemos. No es lo mismo decirle a una persona que es una incompetente a decirle que ha cometido un error. Ambos duelen, pero ni duelen de la misma forma, ni duelen con la misma profundidad. El verbo ser ha de ser siempre manejado con enorme cuidado.

Hay personas que transformaron la vida de otros seres humanos porque creyeron en ellos más de lo que ellos creían en sí mismos

Nosotros acabamos pensando, percibiendo, sintiendo y actuando de acuerdo a la imagen que hemos hecho de nosotros mismos y en la formación de esta imagen influye de manera decisiva la información que obtenemos del exterior. Cuando percibimos que los demás no nos prestan atención, sentimos que no valemos. ¡Qué duro resulta cuando vas a pedir una información a un mostrador y la persona encargada te contesta sin tan siquiera levantar la cabeza y mirarte a los ojos! Basta una mirada y una sonrisa para transmitirle a una persona que la vemos y que la valoramos. Yo me pregunto por qué estamos todavía tan ciegos a esto. Recordemos que todos o casi todos, lo aceptemos o no, tomamos como referencia de nuestro valor el cómo nos valoran los demás. Quien se siente visto y escuchado, se siente valorado y puede empezar a confiar.

Ni el mejor maquillaje puede disimular lo que sentimos hacia los demás. Nuestro lenguaje corporal reflejado en nuestra mirada, en los pequeños gestos de nuestra cara y en el tono de lo que decimos, tiene mucho más peso que las palabras que utilizamos. El descubrimiento de las neuronas espejo demuestra que no sólo somos perfectamente capaces de sentir lo que la otra persona siente hacia nosotros, sino también de conocer su verdadera intención. Tal vez aquí radique la llamada “química entre las personas”. Por eso, tal vez sea una interesante reflexión el plantearnos el tipo de reflejo que estamos ofreciendo a las personas más cercanas a nosotros. ¿Es un reflejo en el que ellos a pesar de errores y defectos, se ven como personas valiosas y capaces, o es justo lo contrario? El ser humano es libre y, sin embargo, no podemos negar la importancia que tiene nuestro entorno en el desarrollo de la propia autoestima. Hay personas que transformaron la vida de otros seres humanos porque creyeron en ellos más de lo que ellos creían en sí mismos. No se trata de negar los errores e imperfecciones que plagan nuestras existencias, se trata de ver más allá y de reconocer que el valor fundamental no radica en lo que uno hace, sino en lo que uno es. No hay que ser perfecto para ser extraordinario.

El filósofo norteamericano Emerson decía: “El mayor favor que te puede hacer un amigo es poner frente a ti un espejo donde veas reflejada una noble imagen de ti mismo”. Todos somos espejos frente a espejos.

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