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El obispo que se disfrazó de pobre para darle una lección a su iglesia
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Héctor G. Barnés

Empecemos por los principios

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Héctor G. Barnés

El obispo que se disfrazó de pobre para darle una lección a su iglesia

Una manzana, unas galletitas y alrededor de 20 dólares. Esto fue lo único que consiguió reunir un obispo tras dos horas disfrazado como un mendigo

Foto: El obispo, antes y después de ser sometido a la sesión de maquillaje. (David Musselman/Tara Starling)
El obispo, antes y después de ser sometido a la sesión de maquillaje. (David Musselman/Tara Starling)

Una manzana, unas galletitas y alrededor de 20 dólares. Esto fue lo único que consiguió reunir David Musselman, el obispo de una congregación mormona en Taylorsville Fourth Ward, a las afueras de Utah, durante el par de horas que pasó disfrazado como un mendigo a las puertas de su iglesia. Eso y ser objeto de innumerables miradas de desprecio, así como conseguir que varias de las personas que más tarde se iban a sentar en los bancos del santuario le solicitasen “abandonar la propiedad”.

Ninguno de ellos descubrió que bajo los harapos y la poblada barba de ese pobre mendigo que pedía una limosna se encontraba su obispo que, de esta manera, pretendía dar a sus fieles una lección que nunca habrán de olvidar. Pero ni siquiera él podía sospechar que fuese a ser despreciado de tal manera por aquellos que se consideran unos fervientes religiosos. “Fue muy surrealista”, ha declarado a posteriori Musselman.

La acción, que bien podría haber encajado en cualquiera de las parábolas que Jesucristo contaba a sus Apóstoles, fue realizada gracias a la colaboración de la experta en maquillaje Tara Starling, que además de haber participado en la serie de películas High School Musical, también participa en una organización destinada a proporcionar sándwiches a los más desfavorecidos.

Una lección que todos debemos aprender

La historia de Musselman nos descubre no sólo lo duro que resulta ser un mendigo, sino también, la falta de empatía que muestra la gente incluso en fechas tan cercanas a la Navidad como estas en las que nos encontramos. “La mayor parte de personas me ignoró e incluso dio grandes rodeos para evitar mantener contacto visual conmigo”, explicó el mormón.

Algunos me desearon un feliz Día de Acción de Gracias y otros me evitaron

Lo que más sorprendió al obispo fue, más que el rechazo de dichas personas, la “indiferencia generalizada” con la que se comportaban la mayor parte de ciudadanos que pasaban por delante de la iglesia. “Ha sido una lección inesperada para mí. No siempre tenemos por qué dar comida o dinero, pero si actuamos de la manera en la que teóricamente creemos, simplemente sonriendo y cruzando la mirada con ellos, permitiéndoles tener un poco de dignidad, puede ser más que suficiente”, ha declarado el religioso de 45 años a la NBC.

Al igual que ocurriría con una parábola bíblica, fueron los niños los que se comportaron de una manera más amistosa con Musselman, ya que la mayor parte de ellos pidieron a sus padres que se acercaran al sucio mendigo para ayudarle. “Algunos de ellos me dieron algo y otros nada”, ha declarado el mormón. “Algunos me desearon un feliz Día de Acción de Gracias y otros me evitaron”.

Como en un cuento de Charles Dickens

Cuando estaba a punto de comenzar la misa, Musselman se sentó en la primera fila de la iglesia y aguardó hasta que su ayudante anunció que aquel hombre andrajoso quería decir unas palabras. Cuál sería la sorpresa de los asistentes a la misa, sobre todo aquellos que habían ignorado o mirado por encima del hombro al mendigo, que se trataba de nada menos que el obispo David Musselman.

El sermón hizo llorar a un gran número de asistentes

“El suspiro que escuché cuando me quité las gafas me dejó noqueado. Estaban asombrados”. La performance fue el prólogo ideal para una charla sobre la compasión, la caridad y la gratitud que funcionó mucho mejor que cualquier otro sermón jamás impartido por Musselman, puesto que había conseguido ilustrar fielmente todo aquello que por lo general se suele explicar de forma teórica. Como ha explicado a la prensa americana una de las asistentes a la misa, el sermón hizo llorar a gran parte del rebaño.

Otra de las asistentes pidió a sus hijos, ya de avanzada edad, que donasen todo lo que le habían comprado por navidades a una organización de caridad. Como concluía Musselman, él mismo se sintió “fatal por haberles hecho sentir tan mal”, pero al mismo tiempo, creía que la anécdota “tuvo el efecto que esperaba haber causado”.

El Papa y los mendigos

Esta noticia coincide con la información que recientemente sugería la posibilidad de que el Papa Francisco dedique con una gran frecuencia parte de la noche a ayudar a los más necesitados en la ciudad de Roma, tal y como hacía Kiril Lakota, el personaje interpretado por Anthony Quinn en Las sandalias del pescador (The Shoes of the Fisherman, Michael Anderson, 1968).

El arzobispo Krajewski ha sugerido que el Papa le acompaña en sus salidas nocturnas para ayudar a los mendigos romanos

Fue el arzobispo Konrad Krajewski quien hizo saltar la liebre después de sugerir que el Sumo Pontífice lo acompañaba en sus salidas nocturnas por la capital italiana, unos rumores que más tarde fueron refrendados por fuentes de la Guardia Suiza, que controla las idas y venidas de los religiosos en el Vaticano, y que señalaron que habían visto al Papa abandonar sus estancias para reunirse con los sin techo de la ciudad.

Estas salidas nocturnas no son exclusivas de este último Pontífice, sino que otros que le precedieron como Juan XXIII o Pío XII solían abandonar de incógnito el Vaticano, tal y como hacía el Papa interpretado por Michel Piccoli en la película de Nanni Moretti Habemus Papam (2011). Ahora que la Navidad se encuentra a la vuelta de la esquina y, con ella, el auge estacional de las obras de caridad, quizá esta historia sirva para preguntarnos si realmente tratamos como deberíamos a los más desfavorecidos

Una manzana, unas galletitas y alrededor de 20 dólares. Esto fue lo único que consiguió reunir David Musselman, el obispo de una congregación mormona en Taylorsville Fourth Ward, a las afueras de Utah, durante el par de horas que pasó disfrazado como un mendigo a las puertas de su iglesia. Eso y ser objeto de innumerables miradas de desprecio, así como conseguir que varias de las personas que más tarde se iban a sentar en los bancos del santuario le solicitasen “abandonar la propiedad”.

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