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Sexo, despidos y fichajes para un buen culebrón empresarial
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Sonia Franco

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Sonia Franco

Sexo, despidos y fichajes para un buen culebrón empresarial

¿Qué os parecen las siguientes líneas como sinopsis de un culebrón de verano? Doncella despechada cae en brazos del malvado después de haber sido rechazada por

¿Qué os parecen las siguientes líneas como sinopsis de un culebrón de verano? Doncella despechada cae en brazos del malvado después de haber sido rechazada por el galán, que quería librarse de ella hace tiempo y le acusó de ponerle los cuernos, aún a sabiendas de que era una verdad a medias. Eso sí, la doncella hizo caja gracias a un estupendo acuerdo de divorcio.
 
La doncella en cuestión sería Mark V. Hurd, ex presidente de Hewlett Packard (el galán) y flamante copresidente de Oracle. Primero, le acusan de un escándalo sexual con poco sexo y caras cenas a cargo de la empresa, lo que le cuesta el puesto. Luego,  Larry Ellison (el malvado), súperfundador de Oracle, le ficha directamente a sus órdenes. Y HP demanda a Hurd, con el que firmó un acuerdo de confidencialidad al pagarle la nada despreciable indemnización de 35 millones de dólares (acuerdo de divorcio).

Pero en este culebrón hay un ingrediente (la excusa) que le resta credibilidad al guión. Aunque el propio Hurd haya reconocido que no estuvo a la altura de los estándares éticos de HP -también se vio envuelto en supuestas irregularidades contables- y que en el mundo anglosajón los líos sexuales se han cargado más de una brillante carrera, algo huele a chamusquina. Máxime cuando después trasciende que Hurd no era popular en Hewlett Packard. Tanto es así que casi elevó a su antecesora, la omnipresente Carly Fiorina, a los altares.

Un análisis frío de los números –poco frecuente en los culebrones- muestra que la gestión de Hurd fue impecable: en cinco años, los ingresos de HP crecieron más del 40%, los beneficios aumentaron un 18% anual y la cotización se dobló. Pero no se ganó la confianza del galán, ni de su equipo, ni del consejo de administración, que a la mínima de cambio aprovechó un presunto escándalo sexual para quitárselo de en medio.

¿Por qué una empresa que no confía en su consejero delegado y tiene razones objetivas para ello debe buscarse una excusa para deshacerse de él? Sin salir de España, me viene a la cabeza más de un caso en el que el consejo mantuvo a su primer ejecutivo a pesar de que estaba en desacuerdo con su gestión (piensa, piensa). Ya fuese porque fue el hombre adecuado para una determinada etapa pero nefasto en la siguiente, o simplemente porque puso sus intereses por delante de los de los accionistas.

¿No os parecen estos motivos mucho más potentes que un escándalo sexual para cambiar al timonel? Parece que no. ¿Por qué? Se me ocurre una posible respuesta, más allá de la barrera de un suculento contrato blindado: tanto o más difícil que echar a un CEO es sustituirle. Bien lo sabe Hewlett Packard, que pasó meses deshojando la margarita antes de sustituir a Fiorina por Hurd. Ahora ha contratado a la firma de cazatalentos Spencer Stuart para hacer lo propio, posiblemente con el encargo de encontrar a alguien con la visión estratégica de Fiorina y el brazo de hierro de Hurd. Por el bien de nuestro galán, espero que la consultora acierte, pero no es tarea fácil.

Se ha escrito mucho sobre el CEO ideal. Que si debe tener credibilidad, visión estratégica, capacidad para motivar, orientación a clientes, habilidad para gestionar una crisis… ¿Y si aparece un candidato perfecto que cojea en algún aspecto? ¿No debería el resto del equipo directivo complementar sus carencias? ¡Ajá! En nuestro culebrón hay alguien que lo sabe. Un personaje crucial para llegar al clímax final: Larry Ellison.

Nuestro malvado –sin acritud: soy fan suya desde que tuve la oportunidad de entrevistarle en el divino Silicon Valley de finales de los noventa- ya salió en defensa de Hurd tras su salida de HP. Afirmó en The New York Times que había sido una de las medidas corporativas más estúpidas desde que Apple despidió a Steve Jobs. ¿Tendría ya entonces en mente ficharlo? Sabe que su amigo Hurd es un ejecutivo implacable, experto en recortar costes y generar ingresos, y que conoce todos los secretos de la competencia, habilidades nada despreciables en una empresa que no hace tanto que dio el salto al competitivo mundo del hardware y que, como todas, sufre la crisis. Ellison también sabe que Hurd tiene poco o nulo sentido de la estrategia a largo plazo, ninguna inteligencia emocional y cero capacidad  para entusiasmar equipos (o eso dicen). Así que eso ya lo harán otros.

Bien mirado, todos los personajes ganan algo. Hurd, con 35 millones más en el bolsillo aunque con menos sueldo, trabajará en un entorno menos hostil y se dedicará a hacer lo que sabe… para Ellison. Y HP tiene una nueva oportunidad para definir el perfil adecuado de su capitán. En el mundo de la ficción (culebrones incluidos), siempre es bueno que al final haya una cierta justicia poética. En este caso, la última palabra la tienen los jueces de carne y hueso.

¿Qué os parecen las siguientes líneas como sinopsis de un culebrón de verano? Doncella despechada cae en brazos del malvado después de haber sido rechazada por el galán, que quería librarse de ella hace tiempo y le acusó de ponerle los cuernos, aún a sabiendas de que era una verdad a medias. Eso sí, la doncella hizo caja gracias a un estupendo acuerdo de divorcio.
 
La doncella en cuestión sería Mark V. Hurd, ex presidente de Hewlett Packard (el galán) y flamante copresidente de Oracle. Primero, le acusan de un escándalo sexual con poco sexo y caras cenas a cargo de la empresa, lo que le cuesta el puesto. Luego,  Larry Ellison (el malvado), súperfundador de Oracle, le ficha directamente a sus órdenes. Y HP demanda a Hurd, con el que firmó un acuerdo de confidencialidad al pagarle la nada despreciable indemnización de 35 millones de dólares (acuerdo de divorcio).

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