Es noticia
En busca del Santo Grial... del periodismo
  1. Alma, Corazón, Vida
  2. Pase sin Llamar
Sonia Franco

Pase sin Llamar

Por
Sonia Franco

En busca del Santo Grial... del periodismo

“Ay, reina, no es bueno esto de que los periodistas seamos noticia…”, decía quejoso un buen amigo mío hace no tantos años. Pero nos hemos tenido

“Ay, reina, no es bueno esto de que los periodistas seamos noticia…”, decía quejoso un buen amigo mío hace no tantos años. Pero nos hemos tenido que acostumbrar. Primero fueron las salidas a bolsa de los grandes grupos de medios de comunicación. Después, la afluencia de confidenciales sobre la profesión. Y ahora… Ahora los medios de comunicación están de moda porque se trata de un sector en plena revolución, acelerada por la crisis económica. Y no hay mejor signo de ello que los constantes cambios en las cúpulas. ¿A quién no le sorprendió que el propio Juan Luis Cebrián anunciase hace unas semanas su salida de Prisa en 2013, después de miles de años en el grupo?

En este contexto, los mentideros periodísticos andan la mar de revueltos. Los editores exprimen sus cabezas con el fin de encontrar la fórmula para que no caigan más las ventas de periódicos –ganar nuevos lectores es casi ciencia ficción- mientras encuentran el Santo Grial que les permita rentabilizar la presencia en Internet. Los responsables de Publicidad se aferran al papel sin saber muy bien cómo traducir más lectores online en más ingresos.

Los periodistas más privilegiados, los que se pueden permitir investigar y no escribir todos los días a cambio de un buen sueldo (recuerdo que hace unos años me presentaron al especialista de The New York Times ¡en sinagogas de Brooklyn!) saben que su modo de vida está amenazado. Y los mucho peor pagados recién llegados apenas tienen la oportunidad de formarse como periodistas a la antigua, e intentan hacerse un hueco convirtiéndose en hombres orquesta –ahora escribes para Internet, ahora te haces un vídeo, ahora el pino puente-, sabiendo que sus posibilidades de llegar a tener el estatus de  sus colegas más mayores son exiguas.  Sí, tienes razón; todo esto suena un tanto esquizofrénico.

Desgraciadamente, es lo que hay y nadie ha encontrado aún la receta mágica para que todas las piezas encajen. Lo único que pueden hacer los medios es experimentar, experimentar, experimentar. Y todo apunta a que a este periodo prueba-error aún tiene para rato.

En medio de este complicado puzle, ¿dónde está el lector? Pues sepultado en avalanchas de información que le llegan por diferentes canales, o convirtiéndose en periodista ciudadano a través de la web 2.0, o intentando entender los virajes y contravirajes de su periódico de toda la vida.

¿Y qué quiere ese lector? A lo mejor, tú tienes la respuesta. Pero, mientras nos cuentas, te propongo un ejercicio de futurismo periodístico: un mundo en el que los lectores decidan qué quieren leer en cada momento y en qué formato. Una especie de periodismo a la carta por el que se pague lo que sea necesario.

Por ejemplo, quiero recibir a diario y en el móvil las alertas (noticias en tiempo real) de The Wall Street Journal y Expansión sobre mi compañía y mi sector, porque me permiten tomar decisiones relacionadas con mi trabajo. Necesitaré un resumen valorativo de las cinco/diez principales noticias de medios nacionales e internacionales que me lleguen a primera hora a través de e-mail, lo que me permitirá estar al día de los grandes temas y tener una conversación inteligente en esa comida tan importante. Si me voy de viaje a Malasia, querré un resumen de lo publicado por mis medios de cabecera para poder leérmelo en el avión; en papel, claro. Y para este fin de semana quiero en papel couché reportajes preseleccionados de Forbes, Vanity Fair y Capital. Yo mando mi lista de la compra y un proveedor de servicios -¿un medio de comunicación?- se encargará de que reciba el menú. Cuanto más selectos sean los manjares, más altos serán los precios. ¿Ciencia ficción? Yo creo que no.

Pero independientemente de los soportes (papel, móvil, iPad…), espero que estés conmigo en que lo que de verdad importa es el contenido de calidad. Yo no soy capaz de imaginarme un mundo en el que no estén The Economist o The New Yorker. O, lo que es lo mismo, un mundo sin un periodismo con mayúsculas. Pero el riesgo existe. Si los editores de los medios, en su gesta por encontrar el Santo Grial, dejan marchar el talento que hay en las redacciones (la única materia prima que tienen) para recortar costes, ¿quién elaborará esos contenidos que de verdad aportan valor añadido? La gran esperanza es que esto no ocurra: que los lectores les hagan entender que, sin eso, sin unos grandes contenidos vengan en el formato que vengan, los medios no tienen nada.

Releo estas líneas y me doy cuenta de que yo también rozo la esquizofrenia: ¿estoy escribiendo como periodista o como lectora? Supongo que lo mismo da. Al fin y al cabo, soy las dos cosas.

“Ay, reina, no es bueno esto de que los periodistas seamos noticia…”, decía quejoso un buen amigo mío hace no tantos años. Pero nos hemos tenido que acostumbrar. Primero fueron las salidas a bolsa de los grandes grupos de medios de comunicación. Después, la afluencia de confidenciales sobre la profesión. Y ahora… Ahora los medios de comunicación están de moda porque se trata de un sector en plena revolución, acelerada por la crisis económica. Y no hay mejor signo de ello que los constantes cambios en las cúpulas. ¿A quién no le sorprendió que el propio Juan Luis Cebrián anunciase hace unas semanas su salida de Prisa en 2013, después de miles de años en el grupo?