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Si los hijos quieren independizarse es porque los padres han hecho las cosas bien
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Sandra Toribio Caballero

Relación Padres e Hijos

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Si los hijos quieren independizarse es porque los padres han hecho las cosas bien

Una tarea como la de ser padres se prolonga durante toda la vida: embarazo, crianza del bebé, primeros años de infancia, pubertad, adolescencia, juventud,… Sin embargo,

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Si los hijos quieren independizarse es porque los padres han hecho las cosas bien

Una tarea como la de ser padres se prolonga durante toda la vida: embarazo, crianza del bebé, primeros años de infancia, pubertad, adolescencia, juventud,… Sin embargo, si hay un hito que marca un antes y un después en la relación con los hijos es cuando se independizan. ¿Cómo afectará esto a la relación entre ambos? ¿Qué les supuso a los padres marcharse de casa en su momento? ¿En qué condiciones lo hicieron ellos y en cuáles lo hacen sus hijos ahora?

Este proceso es comúnmente conocido como el síndrome del nido vacío, ya que es normal que cuando los hijos se marchan de casa aparezcan en los padres sensaciones de vacío y soledad. Aunque sin duda supone cambios para progenitores de ambos sexos, se ha considerado como más estresante para las mujeres, posiblemente porque tradicionalmente han adoptado el rol de cuidadoras.

Es normal que, cuando esto se produce, aparezcan también sentimientos como la pena: se acaba un ciclo, y el contacto será ahora más espaciado y no a diario, por lo que los padres dejarán de estar al tanto de salidas y entradas, de conocer los entresijos del día a día de sus hijos. Ahora habrá que buscar nuevos espacios o tiempos para reunirse y visitarse. Es importante decir que la pena también aparecerá en los hijos, ya que para ellos es el fin de una etapa: dejan atrás la que posiblemente haya sido su casa durante toda su vida, y se inician en una nueva andadura totalmente desconocida… “¿Qué tal me organizaré ahora? ¿Llegaré a fin de mes? ¿Qué tal me irá con mi pareja, amigos o viviendo solo?”

Un ‘hueco’ físico y psíquico

Sin duda, si la relación entre padres e hijos es buena, con la confianza como base, esta transición será más fácil. El proceso será más sano y llevadero si se trata de una decisión meditada que de una tomada desde el enfado o la rabia. El que los hijos hayan podido comunicarlo a los padres con tiempo ayudará a que éstos puedan ir elaborando la noticia. También el que los padres puedan ser partícipes puede ayudar a ambas partes en este proceso, por ejemplo, visitando pisos, con la decoración…o en la forma en la que consideren oportuna.

Volviendo a los sentimientos de los padres, además de la pena, tal y como decíamos al principio, quizás el más importante que aparezca sea el de soledad y vacío: ha quedado un hueco en el hogar. Y el ‘hueco’ es tanto físico (¿qué hacer con la que era la habitación del hijo/a? ¿Mantenerla, hacer un cuarto de invitados, un estudio?) como psíquico.

Quizá sea también importante pensar cómo ha sido la vida de los padres durante la crianza de los hijos. Muchas mujeres (aunque bien es verdad que cada vez menos) deciden o decidieron quedarse en casa para criar a sus hijos, por lo que el “ser madres” se convierte es su rol principal. Para éstas quizás el vacío sea todavía más significativo, ya que con la marcha de los hijos el “hueco” que les queda es mucho más grande. Quizás aquí puedan (re)plantearse qué cosas les gusta hacer, dónde o cómo se encuentran a gusto. Probablemente sea un buen momento para retomar hobbies o actividades que quedaron aparcadas cuando no había tiempo suficiente.

Ellos pueden solos

Parece de mucha importancia el que, sin perder de vista que ser padres supone cuantioso tiempo, implicación y dedicación, puedan tener sus actividades propias al margen de la parentalidad: antes de ser padres eran hombres y mujeres con sus deseos, y aunque los hijos hacen que las prioridades cambien, el tener actividades propias puede ayudar a que cuando se marchen no desaparezcan con ellos todas las esperanzas y expectativas. Este proceso supondrá también una nueva etapa para la pareja, donde tendrán que reencontrarse y donde volverá a haber tiempo para que puedan pasarlo juntos, ya sin los hijos.

A pesar de que hasta ahora hemos estado hablando de las dificultades, no podemos olvidar lo positivo de toda esta etapa: si los hijos quieren independizarse es porque sin duda los padres han hecho muchas cosas bien. Les habrán transmitido seguridad en el sentido de que ellos pueden solos, de que son capaces y de que, aunque no será del todo fácil, es el siguiente paso para que puedan seguir desarrollándose como personas. Separarse de los padres para iniciar una nueva vida propia. Quizás sea parecido a cuando los padres les enseñan a montar en bicicleta: primero con ruedines y con el papá o la mamá dirigiendo el manillar, para pasar después a poder ir sin ruedines y con el papá o la mamá cerquita, hasta finalmente poder ir solos del todo, con los papás viendo sonrientes cómo emprenden el camino por su cuenta.  

Una tarea como la de ser padres se prolonga durante toda la vida: embarazo, crianza del bebé, primeros años de infancia, pubertad, adolescencia, juventud,… Sin embargo, si hay un hito que marca un antes y un después en la relación con los hijos es cuando se independizan. ¿Cómo afectará esto a la relación entre ambos? ¿Qué les supuso a los padres marcharse de casa en su momento? ¿En qué condiciones lo hicieron ellos y en cuáles lo hacen sus hijos ahora?