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Cómo la custodia de los niños puede afectar a sus vidas
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Sandra Toribio Caballero

Relación Padres e Hijos

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Cómo la custodia de los niños puede afectar a sus vidas

La crisis global en la que estamos inmersos está teniendo muchas consecuencias. Una de ellas es que la tasa de divorcios está descendiendo a niveles de

La crisis global en la que estamos inmersos está teniendo muchas consecuencias. Una de ellas es que la tasa de divorcios está descendiendo a niveles de hace diez años. Y es que no cabe duda de que divorciarse es caro: además de pagar abogados, se necesitan dos viviendas y se duplican los gastos. ¿Quién se queda con la casa, los muebles y la hipoteca? Como es obvio, esto no significa que las parejas no sientan la necesidad de separarse y de iniciar caminos diferentes, pero la situación económica actual hace que en muchas ocasiones las posibilidades de llevarlo a la práctica se vean reducidas.

Pese a esto, sigue habiendo muchas parejas que, tras haber intentado por todos los medios salvar su relación, deciden separarse. Y sin duda uno de los motivos que más preocupa a los padres ante esta situación es cómo va a afectar a los hijos.

Separación y/o divorcio

Una vez tomada la decisión, lo ideal sería que los niños quedaran al margen del proceso. Esto suele ser así en situaciones de separación o divorcio de mutuo acuerdo, pero en muchas ocasiones no es lo que sucede. Si la situación se complica, puede incluso que los niños y niñas tengan que ir a declarar a juicio o pasar por un peritaje psicológico, lo que puede llegar a ser tremendamente traumático y angustioso para ellos, teniendo a veces que pronunciarse sobre con quién prefieren vivir. Por desgracia, estas situaciones no siempre pueden evitarse.

Tipos de custodia

Uno de los puntos principales en los procesos de separación o divorcio es aquel referente a los hijos. En general, la tendencia más común que venía marcando las separaciones y divorcios hasta hace unos años suponía que era la madre quien se quedaba con la custodia de los hijos, normalmente permaneciendo en el hogar familiar y teniendo el padre un determinado régimen de visitas (algún día entre diario y fines de semana alternos, por ejemplo). Pero cada vez son más los padres que hacen lo posible por disfrutar de un régimen más amplio o que llegan a pedir la custodia compartida.

Dentro de ésta modalidad, hay diferentes opciones: un año con cada progenitor, seis meses, una semana o incluso un día con cada uno. Saber cuál es la mejor opción no es fácil, posiblemente dependa de las características de cada familia y de cada uno de sus integrantes. Un año con cada progenitor puede parecer demasiado, posiblemente seis meses también… ¿Y días alternos con cada uno?

Cómo afectan los diferentes tipos de custodia al niño

Todos necesitamos sentir que tenemos un hogar, un lugar de descanso y paz al que llegar tras una larga jornada laboral. Los niños también. Lo lógico es que, si uno de los progenitores es quien se queda en el hogar familiar tras la separación, el niño o niña siga sintiendo ese lugar como su casa,  conservando su habitación. Esta continuidad será importante ya que garantiza una seguridad y estabilidad frente a una nueva situación llena de incógnitas (“¿cuándo veré a papá/mamá?, “¿cuándo es ‘dentro de quince días’?”) que a los niños normalmente les cuesta entender. Será muy importante que el niño o niña puedan tener su propio espacio también en casa del progenitor que se haya marchado, para que poco a poco pueda irla sintiendo como su segunda casa.

La situación de custodia compartida que mejor conjugaría estabilidad y seguridad sería si los padres viviesen cerca uno del otro En algunos tipos de custodias compartidas los niños viven todo el tiempo en la misma casa y son los padres quienes van yendo y viniendo con una determinada frecuencia. Esta opción podría parecer la idónea a priori, ya que supone menos cambios para los niños, pero parece poco realista o difícil de llevar a la práctica, ya que posiblemente supondría que cada uno de los progenitores tuviera que alquilar otra casa por semanas o meses. Además, esta situación podría ser vivida a modo de “aquí no ha pasado nada, apenas han cambiado las cosas”, cuando la realidad es que sí han cambiado. Que se produzcan determinados cambios es inevitable y facilitará que todos los miembros puedan ir elaborando el duelo y la pérdida que supone una separación.

Si la custodia es del tipo “cada día de la semana con un progenitor y fines de semanas alternos” (por ejemplo, lunes, miércoles, viernes y fin de semana con papá… martes y jueves con mamá… y a la semana siguiente a la inversa), muy posiblemente el niño o niña tendrá dificultades en cuanto a organización (“¿dónde tengo los libros de Lengua?” “¿Y el chándal para gimnasia?” “¿Y mi juguete preferido?”) y quizás también de concentración. Cada día toca estudiar y hacer los deberes en una casa, con unas normas, dormir en una cama diferente y ¡despertarse en un sitio diferente!

Posiblemente la situación de custodia compartida que mejor conjugaría, por un lado, cierta estabilidad y seguridad necesarias, pero que también reflejaría los cambios a los que la familia tiene que enfrentarse, tendría lugar si, por ejemplo, los padres vivieran cerca uno del otro (lo que no alteraría mucho los horarios para levantarse por las mañanas e ir al cole, por ejemplo), si tuvieran una buena (o por lo menos aceptable) comunicación y si el tiempo que los niños pasaran con cada uno de ellos no fuera ni muy largo ni muy corto (por ejemplo, una semana).

En cualquier caso, la situación ideal no existe. Será importante que los papás y mamás puedan, a medida que ellos mismos se vayan recuperando y adaptando a la nueva situación, estar pendientes de cómo están los hijos e hijas: ¿Pueden estos expresar cómo se sienten con la nueva situación? ¿Estamos, como adultos, en condiciones de escuchar su dolor, tristeza, su enfado? En el caso de sentir no poder manejar la situación o pensar que  estaríamos mejor con ayuda, es importante poder acudir a un profesional para tener un espacio en el que pensar en las cosas que están pasando y cómo nos estamos sintiendo.

Para más información, consultar el artículo de Esther Gómez “Cuando los padres se separan”

La crisis global en la que estamos inmersos está teniendo muchas consecuencias. Una de ellas es que la tasa de divorcios está descendiendo a niveles de hace diez años. Y es que no cabe duda de que divorciarse es caro: además de pagar abogados, se necesitan dos viviendas y se duplican los gastos. ¿Quién se queda con la casa, los muebles y la hipoteca? Como es obvio, esto no significa que las parejas no sientan la necesidad de separarse y de iniciar caminos diferentes, pero la situación económica actual hace que en muchas ocasiones las posibilidades de llevarlo a la práctica se vean reducidas.