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El sector tecnológico está dibujando el futuro del trabajo. Y no nos espera nada bueno
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Esteban Hernández

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El sector tecnológico está dibujando el futuro del trabajo. Y no nos espera nada bueno

Se habla mucho de si habrá o no empleo en los años venideros, pero no de cómo será el que quede. Y la tecnología nos ofrece muchas pistas respecto de lo que nos aguarda a la vuelta de la esquina

Foto: No sabemos que nos deparará el futuro, pero no pinta demasiado bien. (iStock)
No sabemos que nos deparará el futuro, pero no pinta demasiado bien. (iStock)

Nos hablan de grandes transformaciones, de pérdidas de muchos puestos de trabajo y de la creación de empleos que ni siquiera hemos pensado, de que seremos reemplazados por robots o de que la economía colaborativa nos marca el camino a seguir. Mucha gente habla del futuro del empleo y de cuáles serán las áreas en las que podremos emplearnos en los años venideros, pero pocos nos cuentan cómo vamos a trabajar.

Según asegura en un artículo Margaret O'Mara, profesora de Historia en la universidad de Washington, si queremos enterarnos de qué va a ir el trabajo, no tenemos más que ver lo que ya está pasando en el sector tecnológico, fuente de inspiración de futuros cambios.

Una de las transformaciones más notables será la que tenga que ver con el horario. Si trasladamos las condiciones típicas de este sector, o al menos de sus trabajadores más afortunados (no el los de los almacenes de Amazon), al resto del mercado laboral cualificado, es probable que las oficinas del futuro cuenten con salas de masajes, comida gratis e instalaciones para hacer escalada, pero pasemos en ellas mucho más de ocho horas diarias. Asegura O'Mara que los empleados de Apple hace tres décadas se jactaban orgullosos de sus 80 horas de trabajo semanal, y que hoy no es diferente, ya que todos dan por descontado que van a pasar gran parte de su día frente al ordenador.

Y no es sólo el sector tecnológico: en las empresas del conocimiento, como las consultorías, los grandes despachos jurídicos o las ligadas a las finanzas, esas jornadas son lo común, y es una tendencia que no se va a marchar. Estas firmas entienden que la presencia continua en el trabajo y el estar localizables 'anyplace, anywhere, anytime' son requisitos indispensables para quienes pretendan permanecer en la empresa. Cierto que compensan las jornadas agotadoras con el prestigio de trabajar para una firma simbólicamente poderosa y con un salario elevado si se es senior, pero la exigencia es ineludible. Y estará presente también en el futuro: en la economía del conocimiento, un gran número de horas laborables diarias será la norma.

Cuando la ficción supera a la realidad

La segunda gran pista que nos ofrece el sector tecnológico, asegura O'Mara, es que importará mucho a quién conozcas. Silicon Valley se creó a partir de una comunidad pequeña y unida que confiaba en las referencias personales de gente cercana, por lo que las conexiones personales solían pesar mucho a la hora de la contratación, y hoy sigue siendo así. También es frecuente en el resto de economía del conocimiento, cuyos criterios a la hora de fichar dependen en gran medida de los contactos con que se cuenten. Y cuando estos no son suficientes, se utilizan elementos discriminatorios, como la titulación en una universidad determinada, el estrato social de procedencia o las habilidades sociales adecuadas, que les garanticen que la persona que ingresa en la firme es “uno de los nuestros”. Estas cualidades serán aún más importantes en el futuro, ya que nuestro tiempo está reproduciendo y acelerando las tendencias existentes. Para el trabajo no cualificado también los contactos personales serán cada vez más útiles: frente a la concepción reinante de que la visibilidad de las redes y la contratación online permite aspirar a numerosos puestos de trabajo, lo cierto que es la relación personal continúa siendo el elemento decisivo.

Habrá un pequeño grupo de empleados que gane bastante dinero, y el resto serán empleados ocasionales con una retribución cada vez más baja

La tercera clave que O'Mara subraya es que la industria tecnológica está cambiando los patrones de carrera profesional: mientras décadas atrás la seguridad era un elemento típico del trabajo (los contratos eran indefinidos y con indemnizaciones elevadas en caso de despido y había buenas perspectivas para la jubilación si se trabajaba en grandes empresas o en el Estado) hoy los 'techies' ignoran los planes de pensiones y prefieren las opciones sobre acciones. Ligan su retribución a la suerte de la empresa, lo cual dibuja un panorama de justicia: los trabajadores se esfuerzan al máximo para que las cosas salgan bien, de forma que la empresa crezca, llegue a bolsa y ellos se puedan hacer ricos.

Sin embargo, la realidad es otra, porque la mayor parte de las empresas desaparecen pronto sin haber alcanzado el éxito y porque la mayoría de quienes trabajan para ella suelen ser 'freelancers' que cobran según el proyecto realizado. Sin embargo, el modelo que expone la profesora tiene validez para retratar el futuro laboral, ya que muestra la carencia de seguridad generalizada y la bifurcación del empleo en dos direcciones. Habrá un pequeño grupo de empleados que gane bastante dinero, y el resto serán empleados ocasionales con una retribución cada vez más baja: la escala 'premium' y la 'commodity', con muy pocas capas intermedias.

Que trabajen los clientes

Lo que realmente está cambiando el sector tecnológico son los modelos de negocio. Pensemos en empresas triunfadoras, como Facebook, una plataforma tecnológica que precisa escasos trabajadores para las dimensiones que posee, cuya utilidad depende de la aceptación entre unos usuarios que, además, producen contenidos de forma regular y cuya tarea es esencialmente la de mediación y distribución. Un número enorme de personas interactúan, cuelgan diariamente ideas, fotos o enlaces, y conforman redes propias. Comparadas con las grandes empresas globales del pasado reciente, estas firmas soportan costes bajísimos, no tienen problemas productivos y carecen de competencia en su campo. Y además, su mano de obra son también sus consumidores.

Este es el modelo que nos espera, una empresa lo más delgada posible, que requiere poco personal de gestión, con mano de obra muy barata

Como cuento en 'Nosotros o el caos' (Ed. Deusto), Amazon es un caso similar: es una web con un sistema logístico que no produce nada y que se limita a poner en relación a compradores y vendedores; que se constituye en un gran escaparate donde unos y otros se encuentran y en un gran almacén de entrega de bienes. Sus costes salariales son mínimos si los comparamos con los de las empresas preexistentes del sector, como eran librerías y tiendas de discos, cuenta con una posición dominante que permite imponer condiciones y descuentos, y su modelo transnacional le ayuda a evitar las legislaciones locales, impuestos incluidos. Las nuevas experiencias, como Airbnb o Uber, tratan de replicar un modelo que se ha convertido en el gran sueño de esta era líquida.

Uber o Airbnb son compañías paradigmáticas porque no necesitan de un parque de vehículos o de viviendas propio, no han de abonar salarios, seguros sociales, gastos de mantenimiento o impuestos derivados de la posesión de los bienes destinados a la actividad (que corren por cuenta de los prestadores de servicios); su única tarea es la de poner en relación a clientes y autónomos. Simplemente cuentan con 'freelances' que aportan todo lo que necesita la empresa para funcionar, y ésta opera desde la simple mediación. Ejemplos de grandes empresas que se han convertido fundamentalmente en mediadoras tenemos ya muchos, y máxime a partir de las subcontratas, pero esta tendencia también se agudizará en el futuro.

Este es el modelo que nos espera, una empresa lo más delgada posible, que requiere poco personal de gestión, donde la mano de obra resulta extraordinariamente barata y aporta lo necesario para la actividad. Muy estrecha por arriba, amplia por abajo, con muy poca estabilidad y seguridad, y con muy poco en medio. Puede objetarse que el modelo tecnológico está todavía lejos de implantarse, salvo en sectores muy determinados, pero lo cierto es que no estamos tan lejos: lo que Alemania está proponiendo laboralmente, poco trabajo estable y muchos 'minijobs', se parece bastante a esto. De modo que quizá el problema no esté en los robots que vienen, sino en las dos direcciones en que se está separando el mercado de trabajo.

Nos hablan de grandes transformaciones, de pérdidas de muchos puestos de trabajo y de la creación de empleos que ni siquiera hemos pensado, de que seremos reemplazados por robots o de que la economía colaborativa nos marca el camino a seguir. Mucha gente habla del futuro del empleo y de cuáles serán las áreas en las que podremos emplearnos en los años venideros, pero pocos nos cuentan cómo vamos a trabajar.

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