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Una exempleada de Google cuenta cómo funcionan por dentro las empresas
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Esteban Hernández

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Una exempleada de Google cuenta cómo funcionan por dentro las empresas

La descripción que Jessica Powell hace de Silicon Valley es útil para entender una serie de males contemporáneos que pueden resumirse en un concepto: estupidez funcional

Foto: El CEO de Google, Sundar Pichai. (Stephen Lam/Reuters)
El CEO de Google, Sundar Pichai. (Stephen Lam/Reuters)

Jessica Powell trabajaba como directora de Relaciones Públicas en Google. Tenía un amplio equipo a su servicio, desempeñaba una labor interesante en una compañía puntera, y el sueldo iba en consonancia. Pero decidió marcharse de la empresa, saturada de aquel ambiente, y parte de los motivos pueden encontrarse en ‘The Big Disruption’, su primera novela, que acaba de ser publicada por 'Medium'.

Descrita como “una historia totalmente ficticia pero básicamente verídica de Silicon Valley”, Powell refleja en su libro una serie de actitudes típicas del gran mundo empresarial, aunque sean más evidentes en el ámbito tecnológico. Como señala 'The New York Times', en la obra, una sátira, aparecen el ansia despiadadamente expansionista (hay que crecer a toda costa), la frecuente palabrería disfrazada de estrategia y de innovación, la forma en la que se enfrentan a los problemas que ellos mismos han creado o la falta de representación femenina.

Los ingenieros en la cima

Todos estos males, y algunos más, tienen una causa última, que Powell denomina “monocultura del pensamiento”, y que opera a través de una jerarquía rígida “en la que los ingenieros están en la cima y las personas que interactúan con el mundo exterior en la parte de abajo”. Es lógico. La gente que tiene las ideas claras debe ser la que trace los planes, y la que tiene contacto con la realidad la que permanezca muda, para que no obstruyan esa mentalidad guiada por cifras planas, estrategias ciegas, fantasías en el aire y mucha palabrería que Spicer y Alvesson denominaron “estupidez funcional”.

Se trata de ver qué hacen tus competidores. ¿Tienes inteligencia artificial? Entonces yo también. ¿Tienes un dron? Yo también

El concepto puede resumirse así: “Los líderes no quieren que los empleados piensen demasiado profunda y críticamente acerca de las cosas, porque esto lleva su tiempo, puede crear conflictos, amenaza a las jerarquías establecidas y, a menudo, conduce a puntos de vista divergentes. Todo esto es visto como muy ineficiente en el corto plazo. Así que para que el trabajo se haga bien y para que dejen de sacudir las estructuras de poder, bloquean la acción comunicativa”.

La gran estafa colectiva

Cuando Powell señala que las empresas del sector están guiadas por el ego, por ese deseo básico de ser las más grandes y las mejores” y que para ello lo primero que hacen es estar permanentemente pendiente de las firmas rivales (“Se trata en gran medida de ver qué están haciendo tus competidores… ¿tienes inteligencia artificial? Entonces yo también tengo inteligencia artificial. ¿Tienes un dron? Entonces yo también”), no hace más que ratificar una de las constantes de este mal: “La estupidez funcional tiene que ver con seguir lo que tus superiores quieren, y hacer siempre lo que ellos dicen. Pero a menudo tus superiores simplemente están siguiendo lo que otros dicen, por ejemplo copiando lo que otras empresas de éxito están haciendo en su campo. Así que en cierto modo esto es una gran estafa colectiva en la que todos participamos. Todos sabemos que el emperador está desnudo, pero nos resulta más fácil y menos complicado estar de acuerdo con él”.

No es que no haya pensamiento crítico, es que no hay más que una clase de pensamiento: el correcto. Fuera de ahí todo es anticuado o catastrófico

El problema que describe Powell es, por desgracia, demasiado común en nuestro tiempo. La falta de diversidad tiene mucho que ver con entornos monolíticos, que manejan siempre las mismas ideas y que no toleran perspectivas diferentes. Ocurre en muchas empresas, y en particular en las grandes, pero también en instituciones como el FMI, en los partidos políticos, en buena parte de las cátedras universitarias, o en el periodismo. Al igual que hay diarios que tienen una perspectiva política muy delimitada y ninguna de las lecturas de la realidad que incluyen en sus páginas se sale de lo marcado, los economistas de las instituciones internacionales repiten fórmulas muy similares o los directivos de una firma comparten la misma visión del negocio. No es que no haya pensamiento crítico, es que no hay más que una clase de pensamiento: el correcto. Fuera de la ortodoxia, todo lo demás es irracional, poco científico, poco pragmático, nos lleva al desastre, incurre en riesgos enormes, es anticuado, no ha sabido cambiar y adaptarse, etc.

Un autor devaluado

A eso se refiere Powell con el concepto “monocultivo”. Y ahora que suele ser imprescindible una coartada intelectual para ser tomado en serio, ya sea en forma de gráfico (si eres de derechas) o de cita de un autor valorado (si eres de izquierdas), nada mejor que citar a un ensayista devaluado, considerado de segunda fila por unos y por otros, como es Erich Fromm. En un artículo realizado para 'Organization', Ghislain Deslandes, de la ESCP Europe Business School, realiza una recensión de 'Miedo a la libertad' adaptada a nuestro tiempo, que pone en relación con el concepto de estupidez funcional acuñado por Alvesson y Spicer.

Los métodos para atenuar la capacidad de pensar críticamente son más peligrosos para la democracia que los ataques abiertos contra ella

El psicólogo social alemán, en buena parte de esa obra, y en varias posteriores, realizó una descripción ajustada de la sociedad de su época, dominada por el taylorismo y por tanto por la jerarquía y la burocracia, en la que una de las cualidades esenciales del ciudadano era la de seguir las normas, encajar en el molde y hacer lo que los demás hacían. Fromm analizaba algunas de las características de las personalidades típicas durante el nazismo, fomentadas gracias a un clima social determinado, y encontraba rasgos en similares en el Occidente de décadas posteriores, en el que se seguían confundiendo con mucha frecuencia medios y fines.

Hoy, cuando parece todo lo contrario, nos encontramos con más de lo mismo, aunque se llegue por otro camino: el encaje se produce porque tienes que estar alineado con la época, conocer la palabrería adecuada (el libro 'Business Bullshit', de Andre Spicer, debería ser obligatorio en las escuelas de negocio), adaptarte al cambio, ser proactivo, ser estratégico, etc. En resumen, la capacidad real de pensar y actuar de un modo diferente es todavía menor hoy que en la época de Fromm. Eso nos lleva a un escenario, en el que como bien recoge Deslandes, citando al pensador alemán, en el que “los métodos para atenuar la capacidad de pensamiento crítico son mucho más peligrosos para nuestra democracia que los habituales ataques abiertos contra ella”. Y Silicon Valley, como señala Powell, no es más que una de las expresiones de este mal.

Jessica Powell trabajaba como directora de Relaciones Públicas en Google. Tenía un amplio equipo a su servicio, desempeñaba una labor interesante en una compañía puntera, y el sueldo iba en consonancia. Pero decidió marcharse de la empresa, saturada de aquel ambiente, y parte de los motivos pueden encontrarse en ‘The Big Disruption’, su primera novela, que acaba de ser publicada por 'Medium'.

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