Animales de compañía
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El día que Cristóbal Montoro decidió acabar con el cine español
De cómo el ministro de Hacienda de Aznar y Rajoy se transformó en el amo de Cultura y se vengó de los artistas del no a la guerra a golpe de recorte
Soy el ministro de Hacienda "y de casi todo". Lo acaba de decir Cristóbal Montoro (Jaén, 1950), con su habitual sorna, en una entrevista a este periódico. Por tanto, a Montoro no le importará que nos dirijamos a él en este artículo como el primer ministro de Cultura y Hacienda de la historia de España. Quizás también le agrade acabar pasando a la posteridad como el político que acabó con el cine español. Un honor (dudoso) que algunos considerarán exagerado. En efecto, hay quien cree que acusar a Montoro de cargarse adrede el cine nacional es pura teoría de la conspiración. Que ver venganza ideológica detrás de la subida del IVA cultural o del hachazo al Fondo de Ayuda a la Cinematografía es no entender que Montoro sólo es un tecnócrata que intenta cuadrar un presupuesto menguante de la mejor manera posible. Correcto. Salvo que ver a Montoro como una hermanita de la caridad es una visión tierna e ingenua propia de Los mundos de Yupi. Es ignorar que Montoro quizás sea el ministro de Rajoy con perfil más político, que nunca da puntada sin hilo, que es lo contrario a un técnico pese a que lo suyo sean los números. Es obviar que a Montoro, en definitiva, le va la marcha. Y lo que es más importante: que al ministro de Hacienda no le faltan motivos para querer acabar con la cinematografía patria...
Lo que quizás se recuerda menos del aznarato (1996/2004) es que, antes de que todo saltara por los aires, el mundo del cine vivió un tórrido romance con el presidente José María Aznar
Cuando el cine español cometió el crimen (el 'no a la guerra' de los Goya 2003) que originó su linchamiento ciudadano, político y económico, el ministro de Hacienda no era otro que... Cristóbal Montoro. La derecha y el cine español se juraron ese día odio eterno y a Montoro se le metió entre ceja y ceja poner firmes a los titiriteros y pancarteros de la bohemia a golpe de presupuesto. Pero no nos precipitemos. Porque el choque entre los artistas y el PP fue tan sonado que eclipsó uno de los fenómenos culturales más olvidados del aznarato (1996/2004): antes de que todo saltara por los aires, el mundo del cine había vivido un tórrido romance con el presidente José María Aznar. Como lo oyen.
A instancias de Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cultura entre 1996 y 2000, Aznar organizaba cada viernes comidas en Moncloa con las gentes del cine. Almuerzos en los que Ana Botella, esposa del entonces presidente del Gobierno y actual alcaldesa de Madrid, hacía el trabajo sucio. "Botella se veía antes las películas de los directores que iban a pasar por Moncloa, como Manuel Gómez Pereira, para tenerles luego entretenidos durante la comida y demostrar el interés de los Aznar por la cultura", recuerda un asistente a estos ágapes. El objetivo político de los mismos no era otro que "romper el abismo entre el mundo del cine y la derecha", añade.
Pero la cosa no quedó en un simple intercambio de lisonjas y canapés. Lo crean o no, dentro de la industria del cine hay mucha gente que sigue pensando que Aznar fue el presidente del Gobierno que más hizo por el cine español. Y cuando decimos 'hizo' estamos hablando de dinero. Desde la aprobación de una partida extraordinaria de decenas de millones que desbloqueó una situación similar a la que estamos atravesando ahora, cuando el Estado debe 61 millones a los productores y no cuenta con presupuesto para pagarles, a las continuas subidas del Fondo de Ayuda a la Cinematografía, pasando por la cesión de un antiguo palacio de 2.500 metros cuadrados como sede de la Academia de cine, inaugurada en 2007.
Fue entonces cuando Cristóbal Montoro dijo lo siguiente a sus allegados en el ministerio de Hacienda: Se van a enterar estos del cine
Pero los días de vino y rosas entre el cine y la derecha acabaron tras la controvertida gala del 'no a la guerra'. Fue entonces cuando Cristóbal Montoro dijo lo siguiente a sus allegados en el ministerio de Hacienda: "Se van a enterar estos del cine", como recuerda a El Confidencial un hombre clave entonces en las negociaciones Gobierno/cine español. Y acabaron enterándose, en efecto, sólo que tuvieron que esperar diez años. El PP perdió contra todo pronóstico las elecciones generales de 2004, el zapaterismo gobernó el país hasta 2011... y Montoro volvió a ser nombrado ministro de Hacienda. Había llegado el momento de la venganza fría.
Primero llegó el hachazo al presupuesto del Fondo de Ayuda a la cinematografía, que pasó de los 89,3 millones de euros de 2010 a los 33,7 millones de 2014, pese a que PP y PSOE habían pactado en 2007 que la cuantía debía ir subiendo cada año hasta superar los 100 millones de euros en 2014. Un recorte decidido en Hacienda y no en Cultura, según todos los indicios. Luego llegó la subida del IVA cultural al 21%. Y para rematar, se multiplicaron los desplantes públicos.
En efecto, si Montoro no tiene nada personal contra el cine español, lo ha disimulado terriblemente mal. El 19 de febrero de 2013, dos días después de celebrarse una gala de los Goya marcada por las reivindicaciones contra los recortes del PP, Montoro arremetió contra los actores españoles en el Senado de una manera un tanto extravagante, dado que estaba respondiendo a una pregunta sobre persecución al narcotráfico y lucha contra el fraude fiscal. "Nosotros no hemos tenido aquí nuestro Depardieu, no ha hecho falta porque algunos de nuestros famosos actores no pagan impuestos en España...El día que paguen, las bases imponibles serán más amplias y la recaudación corrigiendo el déficit público podrá bajar en nuestro país". Clamor en la bancada popular.
Clamor, sí, porque una de las claves políticas del enfrentamiento entre las fuerzas conservadoras y el cine español es que el PP no evita precisamente el choque. Como si esa guerra tuviera poco coste político vista la ruidosa animadversión de cierta ciudadanía contra el cine español. Una fobia transversal que incluye tanto a una parte de la parroquia popular como al sector de la izquierda contrario a las políticas represivas contra las descargas en internet. Como si el Gobierno pudiera permitirse la erosión causada por las protestas del cine porque a cambio cohesiona así a su base popular. Nada une más que el enemigo común: la denominada farándula filosocialista. Más aún en una época en la que el PP ha sufrido un desgaste brutal debido a una crisis económica que se ha llevado por delante a varios gobiernos europeos. Es justo recordar que desde el otro lado de la barricada también se retroalimentó el antagonismo: que algunos artistas famosos apoyaran en 2008 la reelección de José Luis Rodríguez Zapatero no ayudó precisamente a disminuir la presión conservadora sobre la cinematografía nacional. Resumiendo: un pintoresco juego bipartidista en el que un partido rentabiliza electoralmente el amor y el otro el odio al cine español
Sea o no una estrategia política premeditada por parte del PP, lo que sí está claro es quién ejerce (con gusto) el papel de látigo del cine español. Don Cristóbal Montoro, capaz de poner firmes a unos actores a los que un sector de la ciudadanía ve como una turbamulta progre y ociosa que vive a costa de los presupuestos generales del Estado. Una imagen tan arraigada y mitológica que es inmune a hechos y razones. No hay cifra capaz de rebatirla.
A Montoro le encanta ser el enfant terrible, disfruta cuando le ponen a parir, se crece con el castigo
"A Montoro le encanta ser el enfant terrible, disfruta cuando le ponen a parir, se crece con el castigo", cuentan en la órbita de los productores españoles. Montoro, en efecto, parece cada día más suelto. Como ministro de Hacienda en época de medidas tan impopulares como los recortes en los servicios públicos y las subidas de impuestos, cualquiera diría que lo sensato sería no meterse en más líos. Pero ahí está Montoro pisando todos y cada uno de los charcos del cine español; un sector que, no lo olvidemos, ha logrado carbonizar en los últimos años a varios ministros de Cultura tanto conservadores como socialistas. Pero Montoro parece interesado en que todo el mundo se entere de que él es el ministro de Hacienda "y de casi todo", que detrás del desmantelamiento del cine español está él. Así que una de dos: o es el mayor kamikaze político de la democracia española o cree que gana algo políticamente representando este papel.
El caso es que Montoro ejerce de ministro de Cultura cada vez que le ponen un micrófono delante. Hace unos días se adelantó al ministro oficial de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, y anunció que la partida presupuestaria que iba a aumentar en 2014 no iba a ser la del cine sino la del teatro. Inolvidables fueron también sus palabras, en abril de 2012, cuando afirmó que las series de ficción españolas no valían lo que TVE estaba pagando por ellas: "Es una serie de ocio, para pasar un buen rato delante de la televisión, no se pueden pagar esos precios". En efecto, Montoro es el nuevo Carlos Boyero.
Que Montoro se haya convertido en el portavoz de los temas culturales más variopintos no pasaría de anecdótico de no ser porque hace meses que la rama cinematográfica del ministerio del Cultura (ICAA) no puede mover un papel sin el permiso de Hacienda. Desde la aprobación del nuevo acuerdo de financiación del cine español, pactado por los productores y el ICAA pero bloqueado por Hacienda, hasta la subida del IVA al 21%, todo pasa por las manos del ministro de Hacienda, como reconoció hace unos meses a este periódico la directora general del ICAA, Susana de la Sierra: "Eso tendrá que preguntárselo a Montoro", dijo tras ser cuestionada por el sentido de una medida recaudatoria (el IVA al 21%) que estaba desplomando la taquilla española.
El hecho es que Cultura está empleando una enorme cantidad de energía política en llegar a acuerdos con el sector del cine que pueden quedar en papel mojado. También es digno de estudio el contraste entre las desorbitadas ínfulas intelectuales del ministro de Wert y su incapacidad para evitar que Montoro mangonee en su ministerio. Una lucha política desigual que quizás se explique analizando el peso que tiene cada uno dentro del PP. El pata negra del aparato contra el intelectual resabido.
Puede que después de leer todo esto todavía persistan dudas sobre si la asfixia presupuestaria con la que Montoro está matando al cine español sea o no premeditada. Salvo que en realidad da un poco igual que sea aposta o sin querer, por venganza ideológica o como efecto de gestionar la crisis económica a golpe de austeridad, porque el hecho indiscutible es que las decisiones de Hacienda están a punto de llevar a la quiebra a nuestro cine. Una hecatombe del tal calibre que convierte en anécdota los motivos. Por otro lado, que Montoro disfrute o no de esta situación quizás sea terreno para psiquiatras especializados en sadismo político. Lo cierto es que se le ve muy crecido.
Soy el ministro de Hacienda "y de casi todo". Lo acaba de decir Cristóbal Montoro (Jaén, 1950), con su habitual sorna, en una entrevista a este periódico. Por tanto, a Montoro no le importará que nos dirijamos a él en este artículo como el primer ministro de Cultura y Hacienda de la historia de España. Quizás también le agrade acabar pasando a la posteridad como el político que acabó con el cine español. Un honor (dudoso) que algunos considerarán exagerado. En efecto, hay quien cree que acusar a Montoro de cargarse adrede el cine nacional es pura teoría de la conspiración. Que ver venganza ideológica detrás de la subida del IVA cultural o del hachazo al Fondo de Ayuda a la Cinematografía es no entender que Montoro sólo es un tecnócrata que intenta cuadrar un presupuesto menguante de la mejor manera posible. Correcto. Salvo que ver a Montoro como una hermanita de la caridad es una visión tierna e ingenua propia de Los mundos de Yupi. Es ignorar que Montoro quizás sea el ministro de Rajoy con perfil más político, que nunca da puntada sin hilo, que es lo contrario a un técnico pese a que lo suyo sean los números. Es obviar que a Montoro, en definitiva, le va la marcha. Y lo que es más importante: que al ministro de Hacienda no le faltan motivos para querer acabar con la cinematografía patria...