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Me cago en Albert Pla
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

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Peio H. Riaño

Me cago en Albert Pla

Estábamos tan tranquilos y tuvo que venir a estropearlo todo. España que sale de la oscuridad, que acaricia el porvenir, que se libra de la deuda.

Foto: Albert Pla durante una actuación
Albert Pla durante una actuación

Estábamos tan tranquilos y tuvo que venir a estropearlo todo. España que sale de la oscuridad, que acaricia el porvenir, que se libra de la deuda. España a punto de nieve, cuando amainan las inquinas y los reproches contra políticos, banqueros, empresarios y policía. Cuando la paz social florece de nuevo y la España castigada asume y perdona. Justo ahora, que el sol del FMI y Merkel sonríen otra vez al catar el sabor patanegra de nuestra Marca.

Todo vuelve a su sitio, las calles resplandecen de tranquilidad y hasta la prima de riesgo se contiene. Ya no hay nadie que desconfíe de este país, que exporta más que nunca, que emprende más que nunca, que ahorra más que nunca, que es más trasparente que nunca, que está más unido que nunca. Nunca antes la sanidad, la educación, la cultura y el ejército habían recibido tanto apoyo.

Ahora, que ha quedado atrás la recesión y la depresión, atrás la crisis emocional y sentimental, la crisis ideológica y la crisis de la alegría; ahora que volvemos a caminar con un futuro y una esperanza, en el momento en que el paro no desangra a la clase trabajadora de este país, cuando sabemos que el crecimiento del PIB superará con holgura el uno por ciento antes de las próximas elecciones; ahora que nuestra democracia respira libre, con una Constitución fuerte y segura; ahora que los más jóvenes de este país han encontrado un camino laboral, seguro e indefinido; ahora que los tipos de interés han dejado de torturar al cliente y el precio de los pisos está al alcance de cualquiera; que la banca ha sido saneada para que vuelva a ayudar al español de clase media. Ahora que hasta Santa Teresa está a nuestro favor.

Los grupos de ultraderecha han hecho llamamiento a boicotear las tres funciones de Albert Pla en el Círculo de Bellas Artes. El músico llevará seguridad privada, la Policía está avisada y el centro será más riguroso en el control de entrada

Justo ahora y sin motivos aparentes, cuando el político ha vuelto a dar una lección magistral de contención y rigor en el debate independentista, practicando con el ejemplo de la madurez, llegando al acuerdo y al consenso a través del diálogo y dejando a un lado las latas de la gasolina declarativa. Digo, ahora, viene Albert Pla y se arrepiente de España y vuelve a encender la mecha del odio y el enfrentamiento, poniendo a prueba los límites de la libertad de expresión y la susceptibilidad de la bandera. No es el primero, pero molesta. 

No contento con eso, está de gira. El próximo 31, 1 y 2 toca en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con su nuevo espectáculo Manifestación. Ha conseguido que la plataforma ultraderecha que protagonizó el ataque a Blanquerna Centre Cultural (sito frente al Círculo) el pasado septiembre pida su cabeza comercial en la web: “Ya podéis dirigiros a todas las entidades colaboradoras del Círculo de Bellas Artes, donde actuará Albert Pla, para tratar de impedirlo. Hay que tratar de impedir este nuevo insulto a España”.

Contra la programación de la institución cultural proponen escribir una carta modelo a todas las marcas que la ayudan con patrocinios: “El Círculo tiene prevista una serie de actuaciones de Albert Pla, supuesto artista más famoso por sus recientes declaraciones públicas en las que asevera que “A Mí SIEMPRE ME HA DADO ASCO SER ESPAÑOL”. Por si no fuera suficiente en las letras de sus canciones se hace una abierta apología del terrorismo y se humilla gratuitamente sus víctimas con frases como “un policía muerto es un policía menos” o “a un coronel cuatro quilos de explosivos le mandan directo al cielo”. Les ruego que desde su posición de socio colaborador medien para impedir este insulto a la totalidad del pueblo español y a la decencia más básica”.

También han montado un vídeo en el que se le define como “espécimen del catalanista separatista filoetarra”. Y cierran con una pregunta “Próximamente en Madrid ¿Te lo vas a perder?”, y una respuesta: “¡Nosotros no!”. Por su parte, el cantautor ha contratado un equipo de seguridad, para velar por su seguridad, tal y como confirma el propio Círculo de Bellas Artes a este periódico. La institución ya ha alertado a la Policía Nacional de las amenazas y en la entrada todos los visitantes pasarán por un control con medidas de seguridad especiales.

El centro tiene experiencia en la ira de los fundamentalistas. En 2004 se estrenó Me cago en Dios, del dramaturgo Íñigo Ramírez de Haro, y un grupo de jóvenes paró la función y golpearon al actor y al autor. Esperanza Aguirre –cuñada del dramaturgo- exigió la retirada del montaje y amenazó con revisar la política de subvenciones del Círculo. El Arzobispado también lanzó un comunicado en el que se afirmaba que en la obra se incurría “en un delito grave contra los sentimientos de la mayoría de los madrileños”. En 2011, la pieza se estrenó en Nueva York con otro título: No pudimos llamarla como queríamos, así que le pusimos Santa Mierda.

Volvamos al artista que no quiere ser español, pero que también se rió de los catalanes. Y en su primer disco. En Ho sento molt, de 1989, ya dejó claro que no haría nada para caer en la indiferencia. El segundo corte del álbum, y uno de los temas fuertes del mismo, es una nana contra la doble moral catalana, Papá quiero ser torero: “Papá quiero ser torero/ papá quiero matar toros/ papá quiero saltar al ruedo/ ay papá quiero ser torero/ y el padre se desesperaba/ él que era tan honorable/ potestado de la sardana/ de las letras catalanas/ la verdad no comprendía/ qué coño de hijo tenía/ si tenía todo lo que quería/ si tenía amor tenía familia/ no le faltaban pelas/ no cultura ni enseñanza/ de la pulcra y refinada existencia catalana…”

placeholder Un momento del espectáculo 'Manifestación'.

Durante la última Diada catalana aseguró que no acudió a la Vía Catala porque estaba “haciendo un bolo en el Poble Espanyol, en una fiesta charnega”. El gen provocador de Pla suena a cuchufleta. Nada más. No está convencido de lo que dice, ni quiere ser convincente. Sólo tocar las narices. “Los políticos son peña que ilusionan a la gente y la engañan y la roban. Directamente les mataría. A Chávez también”, dice en conversación con Fermín Muguruza, grabada por MySpace.

Pero el personal se revuelve más con sus declaraciones y entrevistas –y mira que habla poco en las entrevistas-, que con sus canciones. En 1992, en No sólo de rumba vive el hombre, incluye el tema Carta el rey Melchor, en la que le pide a su majestad casamiento con su hija, por amor. Cinco años después canta un amor con una activista terrorista que ataca al Congreso de los Diputados, en La dejo o no la dejo (en Veintegenarios). Todo queda en un caldo folclórico de uno de los tipos más incómodos, geniales y previsibles de la industria cultural.

El periodista musical Roberto Herreros, miembro fundador de Ladinamo, de Fundación Robo, guionista del programa Mapa Sonoro y autor de El estado de las cosas de Kortatu: lucha, fiesta y guerra sucia (Lengua de Trapo) y en vías de un ensayo de Pla, explica a este periódico que no tiene tan claro que este cantautor sea una figura públicamente molesta. “Muchas veces tengo la sensación de que a Pla se le valoran cosas que hundirían en el fango a otros”.

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“De alguna manera, parece estar por encima del bien y del mal. Si cualquier otra persona hubiese escrito una canción como La dejo o no la dejo (que sufrió la censura de su compañía discográfica de entonces), las acusaciones de apología del terrorismo no se hubieran hecho esperar. Pero en el caso de Pla se toma como la genialidad de un feroz iconoclasta, un provocador que no se casa con nadie, lo cual en parte es cierto”, añade Herreros.

El especialista pone el pero en esa figura ácrata y molesta, en la representación del agitador y rebelde: “La figura del provocador está totalmente homologada, es casi un estereotipo”. La visión que Herreros tiene de Pla “seguramente él no la admitiría”. “Pla es, en cierto modo, un hijo de la contracultura barcelonesa de los setenta. Aquel movimiento planteó una ruptura tanto con el conservadurismo progre como con cuarenta años de cultura oficial. Pla es en buena medida heredero de la heterodoxia contracultural de aquellos años, lo cual hace que, por un lado, cargue contra todo lo que se menea y, por otro, sea alérgico a cualquier compromiso político”, señala.

Herreros dice que podría parecer un cínico, pero que en realidad es un hippie, entendido a la manera barcelonesa de los setenta. Es decir, macarra, descreído y con bastante mala leche. “Y mucho sentido del humor, claro”. Acude a una cita del dibujante Nazario, quien resume las reacciones que provocaban los artistas del underground barcelonés: “Pequeñoburgueses pasotas y drogadictos seríamos para la izquierda (comunistas o socialistas); basura, anarquistas rayando en terroristas, para la derecha”. Herreros concluye: "Puede que aquel movimiento no creara escuela, pero si ha habido un artista posterior que ha recogido parte de aquella adscripción anarquista (facción pasota, como matizaba el periodista Lluis Fernández), ese sin duda ha sido Albert Pla".

Pla se ha obligado a otorgar a su palabra el régimen de la provocación, especializándose en la estética de lo peor: la realidad sólo puede verse enmascarada. Y la verdad –como en el mundo de la falla valenciana- sólo puede conocerse bajo una máscara grotesca, que la deforma y la muestra como algo vergonzoso y estúpido. Estúpida la realidad, estúpida la declaración, estúpida la reacción. Después de la censura de los políticos indignados, esta noche puede leerse en un tuit de algo llamado “Las juventudes falangistas”: “El gobierno del PP de la comunidad de Madrid es el que tiene que evitar el concierto de Albert Pla, si no lo hacen, lo haremos nosotros”.

Por eso son tan recomendables sus montajes teatrales, porque sus frases fuera de escenario son campaña y marketing, meros residuos representativos que quedan para los titulares. Deformado por la provocación, Albert Pla es un tipo disfuncional contra el ideal de homogeneización, que trabaja desde un pesimismo manso y una esperanza maliciosa. Tal y como puede hacerlo cualquiera de los ciudadanos de este país cada día: siendo conscientes de que no existe más que la deformación y la deformidad. Si no, ¿qué es un presidente dirigiéndose a su pueblo desde una pantalla de plasma? ¿Y un cardenal hablando de tratamientos contra la homosexualidad?

Estábamos tan tranquilos y tuvo que venir a estropearlo todo. España que sale de la oscuridad, que acaricia el porvenir, que se libra de la deuda. España a punto de nieve, cuando amainan las inquinas y los reproches contra políticos, banqueros, empresarios y policía. Cuando la paz social florece de nuevo y la España castigada asume y perdona. Justo ahora, que el sol del FMI y Merkel sonríen otra vez al catar el sabor patanegra de nuestra Marca.