Animales de compañía
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El policía antisistema que dinamitó la televisión estadounidense
Un libro revisa la contradictoria biografía política de Ed Burns, antiguo policía de homicidios reconvertido en creador de la legendaria serie 'The Wire'
Lograr enajenar a todos y cada uno de tus compañeros de oficina no es fácil. Y si uno trabaja en una comisaría, la cosa es ya de traca. Ed Burns, policía de homicidios y narcóticos en el Baltimore de los años ochenta, lo logró. No obstante, conseguir que todos sus compañeros de trabajo le miraran raro, no fue el mayor hito de su carrera. Tampoco haber ayudado a resolver algunos de los casos policiales más complejos de su época. El mayor hito de su vida fue su reinvención años después como coautor de 'The Wire' [de cuyo estreno se cumplen ahora 15 años].
Lo que algunos califican ahora como "la mejor serie de televisión de todos los tiempos" estaba basada en sus experiencias policiales. Aunque David Simon suele llevarse toda la atención como creador y productor de 'The Wire', la aportación de Burns fue crucial, como se explica en el libro 'Hombres fuera de serie', de Brett Martin.
El ensayo, imprescindible repaso biográfico a los creadores de las series que reinventaron la televisión del siglo XXI a finales del siglo XX ('Los Soprano', 'Deadwood', 'A dos metros bajo tierra', etc.) analiza el fenómeno 'The Wire' cruzando las historias de vida de sus dos grandes mentes pensantes.
Las peripecias de Burns son especialmente relevantes. Primero porque, al contrario que Simon, es un gran desconocido para el gran público. Segundo, porque su vida está repleta de jugosas paradojas políticas. "Burns era el perfecto personaje simoniano: duro, intelectual, antiautoritario e irlandés", resume Martin en el arranque de su perfil de este policía antisistema.
Tras pasar por la universidad a principios de los sesenta, Burns se alistó en el ejército ante la certeza de que acabaría siendo llamado a filas. Misión: Vietnam. El primero de sus futuros choques con la autoridad llegaría en la escuela de oficiales: los hombres al mando eran "los más jodidos tontos que uno se pueda imaginar; y no sólo me enviaban a morir, sino que llevaban a otra gente a la muerte", cuenta Burns en 'Hombres fuera de serie'.
Y eso que aún no había entrado en combate, algo que haría en varias y sangrientas ocasiones durante la guerra. "Vietnam concienció más a Burns de la idiotez institucional. También fue una lección contundente sobre la inutilidad de un ejército de ocupación que se enfrentaba a un grupo insurgente atrincherado; un opinión que tendría oportunidad de desarrollar ampliamente como participante en la guerra de EEUU contra la droga. En gran medida, la lección hacía referencia a la inutilidad de los soldados de ambos bandos", explica Martin en el libro.
La guerra de Vietnam concienció más a Burns de la idiotez institucional
Burns volvió tocado de la guerra. En 1969, se dedicó a "vagar sin rumbo" por las carreteras de EEUU para "superar" el síndrome de estrés postraumático. Pero la cabra tira al monte: un año después, se enrolaría en el departamento de policía de Baltimore, "otra organización paramilitar con una estructura de mando burocrática y pocas posibilidades de lograr un triunfo duradero. El trabajo le proporcionó la adrenalina a la que se había vuelto adicto en el extranjero. Fue destinado al distrito oeste, conocido como el 'salvaje oeste", explica Martin. "Hacía lo mismo que cuando reconocía el terreno en Vietnam: salía con la brigada antidroga, salía con la brigada antivicio", recuerda Burns.
El joven policía ganó rápidamente prestigio por su habilidad para captar confidentes en los bajos fondos, que años después inspirarían personajes emblemáticos de 'The Wire'. "Podía decirse que Burns se llevaba mejor con su red de inteligencia callejera que con sus colegas policía", cuenta el libro.
Los antiguos compañeros de Burns en las comisarías de Baltimore dan fe de ello en el ensayo:
"Ed Burns sirvió a su país en Vietnam. Es un tipo muy listo y muy duro. Dicho esto, podía ser un maldito gilipollas".
"Burns afirmaba que todos los polis deberían tener títulos universitarios. Yo le decía: '¡Pero entonces todos seríamos como tú! ¡sería una pesadilla!'".
"Te hablaba con superioridad. Como si fueras tonto".
Ed Burns, el superpolicía que desconfiaba de los policías y empatizaba con los cacos, un perfil contradictorio que impregnó el espíritu de 'The Wire', serie marcada por la complejidad y la ambivalencia de unos personajes -policías y camellos- que eran buenos y malos al mismo tiempo
No obstante, ni el más indignado de sus compañeros podía negar que Burns era un máquina en la oficina. Uno de esos policías especializados en resolver casos importantes. No le interesaba malgastar su tiempo persiguiendo camellos de poca monta, sino tumbando organizaciones criminales con la ayuda de pinchazos, fiscales y fuerzas especiales. Su segundo gran caso, la persecución, detención y encarcelamiento del capó de la droga Little Melvin Williams (1984-1987), tendría años después un efecto cultural inesperado: sirvió de base argumental al arranque 'The Wire'.
David Simon conoció a Burns a raíz de ese caso. Simon, que trabajaba de reportero de sucesos en el' Baltimore Sun', escribió varios artículos sobre la detención de Melvin Williams. Burns le rompió enseguida los esquemas mentales: se citaron en una biblioteca pública y el policía apareció con varios ensayos de la filósofa Hannah Arendt bajo el brazo. "Lo miro y pienso: '¿Eres un poli?", recuerda Simon. "Empezó a hablar del departamento con mucha delicadeza, como si fuera algo separado de él, de una manera distinta a como lo hacen los polis", añade.
Pocos años después, en 1993, Burns dejó la policía y se convirtió en profesor de la red de colegios públicos de Baltimore, experiencia narrada en la histórica cuarta temporada de The Wire. Simon explica así la defenestración policial de Burns: "Tras cinco grandes casos de escuchas telefónicas, se quedó sin capital político. Le dijeron: 'Tío, nos estás cansando. Piensas demasiado y trabajas demasiado'. Por supuesto, así no se lo dijeron. Le dijeron: 'Eres un gilipollas de mierda'".
La legendaria colaboración profesional Burns/Simon empezaría entonces. En 1988, Simon pidió una excedencia en el periódico para empotrarse en una patrulla de homicidios de Baltimore. El resultado de la investigación se plasmó en el monumental reportaje 'Homicidio: Un año en las calles de la muerte' (Principal de los Libros, 2011). Cinco años después, Simon se alió con Burns para escribir la secuela de Homicidio desde el otro lado de la trinchera: La esquina contaría los trapicheos de las calles de Baltimore.
Aunque a Simon le preocupaba al principio no encontrar una historia suficientemente potente que tirara del libro, Burns sabía que solo era cuestión de tiempo: "Yo tenía una baza: sé que Baltimore no me va a decepcionar. Si calientas lo suficiente el maíz van a salir palomitas. Baltimore es una olla a presión'".
Burns hizo el trabajo sucio previo. Mientras Simon iba a trabajar al periódico, el ex policía empezó a ir al cruce entre las calles Fayette y Monroe para tantear el terreno. En horario de oficina: cinco días a la semana. Nada más llegar descubrió el piso donde estaba la narcosala de la calle. Ahora tocaba intimar con sus visitantes habituales.
"Eran personas desesperadas. No tenían a nadie con quien hablar. Así que, si estás ahí, y están momentáneamente fuera de juego, van y hablan", explica Simon. Burns y Simon acabarían integrándose totalmente en este microcosmos de degradación urbana. "En una ocasión, apareció un coche lleno de miembros de una banda armada que regresaban de un atraco y le preguntaron a Fat Curt, otro habitual de la narcosala, quiénes eran aquellos dos tipos. 'Los escritores', dijo Curt, como si hubiera un par de ellos en cada esquina de Baltimore", se cuenta en 'Hombres fuera de serie'.
Escrito a cuatro manos, el ensayo de no ficción 'La esquina' (Principal de los Libros, 2011), tardó tres años en rematarse. "El libro es tan absorbente como su predecesor, pero mucho más político", opina Martin. Simon lo corrobora: "Tenía que serlo. Todo el mundo estaba de acuerdo con el principio fundamental de Homicidio: si alguien es asesinado, habría que tratar de resolver el caso. No hay otra opción. Sin embargo, para contestar a las preguntas de si deberíamos combatir la droga o no y quién es cómplice en la creación de ese mundo, hay que recurrir a la moderna historia de EEUU. De lo contrario, ver esas vidas destrozadas no es más que porno". Resumiendo: ahí estaba el germen de 'The Wire'.
A principios de la pasada década, la cadena HBO dio luz verde a una serie de Burns y Simon ('The Wire') sobre los choques entre policías, traficantes y camellos. Solo que las intenciones de los escritores eran mucho más ambiciosas: la guerra contra las drogas como espejo de los aspectos más crudos, despiadados e injustos del sistema económico estadounidense. "Lo decisivo no era otra cosa que un sistema capitalista que Burns y Simon habían empezado a considerar fundamentalmente nefasto. Si Simon era un izquierdista irredento, Burns era prácticamente un zapatista; desde el punto de vista de un ex policía, podría haber sido el mismísimo Trotsky", zanja 'Hombres fuera de serie'.
El resto es historia. 'The Wire' completó cinco temporadas en antena impulsada por Simon (creador y guionista) y Burns (guionista). "En la sala de guionistas, sin embargo, casi no había diferencia entre ambos. Los puntos fuertes de Simon eran a la vez globales —elaborar el programa de cada temporada— y específicos; revisando cada guión después de las aportaciones del resto de los guionistas. Burns, por su parte, se destapó como una prodigiosa y, en ocasiones agotadora, fuente de ideas, un auténtico motor individual de argumentos", cuenta el libro.
Pese a ser ignorada tanto por lo Emmy como por las grandes audiencias durante su emisión original (2002-2008), 'The Wire' funcionó como una bomba de efecto retardado: ahora es la gran serie de culto mundial de la pasada década.
La serie vendría a ser un biopic sobre las experiencias policiales de Burns. ¿Pero cuál de sus policías se parecía más a él? El libro de Martin concluye que Burns era una mezcla del díscolo Mcnulty, acostumbrado a tomar por el pito del sereno a sus superiores, y del veterano y sagaz Lester Freamon. Una doble variación del policía antiautoritario y conflictivo que una vez fue Burns.
La relación entre Simon y Burns no estuvo exenta de fricciones durante la creación de la serie. Ambos son dos polemistas reconocidos. Y ambos se tiraban los trastos a la cabeza en la sala de guionistas, por la que pasaron también nombres emblemáticos de la novela negra contemporánea como Richard Price, George Pelecanos y Dennis Lehane, además de varios ex compañeros de Simon en el 'Baltimore Sun'. Joy Lusco Kecken, uno de los guionistas de la segunda temporada, lo recuerda así en el libro: "No creo que llegaran nunca a insultarse, pero las cosas se podían poner tensas... David es bastante rojo, pero creo que Ed está aún más a la izquierda. Eran como los bolcheviques contra los mencheviques".
Simon zanja la función recordando así sus peleas con el ex policía: "Nunca me gustó pelearme con Ed, porque resultaba agotador y ralentizaba el proceso. Pero nunca he tenido una pelea con él que, al final, no hiciera que la serie fuera mejor".
Lograr enajenar a todos y cada uno de tus compañeros de oficina no es fácil. Y si uno trabaja en una comisaría, la cosa es ya de traca. Ed Burns, policía de homicidios y narcóticos en el Baltimore de los años ochenta, lo logró. No obstante, conseguir que todos sus compañeros de trabajo le miraran raro, no fue el mayor hito de su carrera. Tampoco haber ayudado a resolver algunos de los casos policiales más complejos de su época. El mayor hito de su vida fue su reinvención años después como coautor de 'The Wire' [de cuyo estreno se cumplen ahora 15 años].