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Cervantes entierra a Ana Botella
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

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Peio H. Riaño

Cervantes entierra a Ana Botella

El PP nunca ha querido meterse en fosas a recuperar la memoria, pero esta vez decidió hacer una excepción, a las puertas de los 400 años del año cervantino. El tiro, por la culata

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Salvando el hecho de que es alcaldesa sin haber sido elegida por los madrileños, la trayectoria de Ana Botella como responsable de la gestión de la capital del país puede decirse que ha sido agraciada en el desastre. Una tras otra, ha impreso las páginas más calamitosas que se recuerdan. Acaba de incluirse la última imagen en el álbum de las desgracias políticas de la futura exalcaldesa: es una foto de un enterramiento, llama la atención un cráneo que emerge de la tierra revuelta, mezclada con metralla ósea.

Pueden reconocerse partes de algunos huesos, pero la mayoría son esquirlas, mezcladas con los sedimentos de la parte más profunda de los enterramientos sagrados de la cripta en el convento de las Trinitarias, en Madrid. No se puede ver, pero entre ellos hay una moneda negra y retorcida que en su momento tuvo el valor de 16 maravedíes (de Felipe IV, 1660 en adelante). Sobre el amasijo hay colocado un número “32”, impreso y plastificado.

Es la reducción número “32” y es el enterramiento más antiguo encontrado en la cripta del convento, donde descansa el cuerpo de Miguel de Cervantes, tal y como avisa una placa a pie de calle. No era ningún secreto, ni misterio. Hay huesos desmigados de 17 cuerpos, inhumados de la iglesia primitiva (y trasladados entre 1698 y 1730) a la iglesia nueva, en una reducción que ha estado en silencio durante más de dos siglos. Hasta que Botella decidió recuperar los restos del autor del Quijote.

placeholder Etxeberria junto a parte de su equipo de investigadores. (REUTERS)
Etxeberria junto a parte de su equipo de investigadores. (REUTERS)

El PP nunca ha querido meterse en fosas a recuperar la memoria, pero esta vez decidió hacer una excepción, precisamente de la mano del reconocido antropólogo forense Francisco Etxeberría, especialista en yacimientos de la Guerra Civil. Rescatar los huesos parecía más sencillo que devolver su obra literaria a la actualidad, a la vida de los madrileños, de los turistas y de los escolares. ¿Más importante que reivindicar su presencia en la ciudad? A las puertas del año cervantino, que en 2016 recordará los cuatro siglos de su fallecimiento, la alcaldesa debió de creer que lo del georradar daría un resultado político de primera.

Botella se metió hasta el fondo del nicho para buscar las reliquias de un santo laico y sale con un acto de fe en una hipótesis científica. “Es posible”. Dos palabras que recuerdan a aquellas del explorador Henry Stanley, a orillas del lago Tanganica: “Doctor Livingstone, supongo”. El médico contestó; Cervantes, no. Llevaba muerto casi cuatrocientos años y su ADN se había perdido en un árbol genealógico extinto. “No tenemos la certeza absoluta. Somos prudentes, pero estamos convencidos de que tenemos algo”. Algo. Cervantes está, pero no lo han encontrado. Salen sin nada y dejan una duda: hasta ayer sabíamos que estaba allí, hoy sólo "es posible". Gracias y eso.

Parecía una operación política destinada al fracaso histórico y un año más tarde se confirma: la operación ha sido un fracaso político e histórico

El final de la película se conocía antes de empezar a rodarla: no existía la posibilidad de cotejar el ADN. Parecía una operación política destinada al fracaso histórico y un año más tarde se confirma, la operación ha sido un fracaso político e histórico. Que no se hayan encontrado los de Cervantes no es una tragedia para la ciencia ni para sus científicos. ¿Qué se hace con los huesos de alguien que no es santo y que, además, en la novela capital de la historia de la literatura zurra la badana al clero?

El fracaso es que Buscando a Cervantes –la película que no se estrenará– ha quedado reducida a las esquirlas políticas: como ha reconocido la alcaldesa en la multitudinaria rueda de prensa organizada por el Ayuntamiento en el Palacio de Cibeles, no hay un plan para rescatar, profundizar y difundir la memoria del símbolo cultural español más importante de todos.

“Nos vamos a poner a ello”, ha contestado Botella, a unos meses de las elecciones municipales, para aclarar cómo tiene pensado incorporar la cripta a la visita del público. “Tenemos que hablar con el obispado y con las monjas”, después de un año excavando en el convento no lo ha hecho. Esta ha sido la queja de la oposición a lo largo de todo el proceso: sólo quería el tesoro

No había tesoro, pero había cámaras: “Hoy es un día importante para España y para nuestra cultura. Hoy hemos contribuido a nuestra historia”. Es cierto, los periodistas hemos podido ver un hecho anómalo en la agenda política de este Gobierno: énfasis y patria en torno a la arqueología, precisamente, en el único ayuntamiento de capital europea que no cuenta con servicio de arqueología.

También hemos sido testigos del apoyo a la cultura del ayuntamiento que ha rebajado la protección de varios edificios declarados Bien de Interés Cultural para que los nuevos dueños arrasen con ellos, los vacíen por dentro y levanten grandes estructuras comerciales. Hoy se ha escrito un nuevo capítulo de la historia, de la del ridículo. En esa tumba, junto al matrimonio Cervantes, ha encontrado sus restos políticos. 

Salvando el hecho de que es alcaldesa sin haber sido elegida por los madrileños, la trayectoria de Ana Botella como responsable de la gestión de la capital del país puede decirse que ha sido agraciada en el desastre. Una tras otra, ha impreso las páginas más calamitosas que se recuerdan. Acaba de incluirse la última imagen en el álbum de las desgracias políticas de la futura exalcaldesa: es una foto de un enterramiento, llama la atención un cráneo que emerge de la tierra revuelta, mezclada con metralla ósea.

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