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Peio H. Riaño

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Peio H. Riaño

Antonio Resines, la Academia se lo merece

"Hacía falta alguien y me ha tocado a mí”… Así es él, conservador de izquierdas, puro consenso y café para todos, tipo serio al que le gusta hacer reír, “buena gente” que no se mete en líos

Foto: El actor Antonio Resines posa durante la presentación de la película "Celda 211", en el FEstival de Sitges de 2009. (EFE)
El actor Antonio Resines posa durante la presentación de la película "Celda 211", en el FEstival de Sitges de 2009. (EFE)

Antonio Resines dormía en el sueño de los cómicos hasta que decidió despertarse en el trono de la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas de España. No le hicieron falta ni los votos, era el único candidato al puesto. Se queda con los Goya, el IVA al alza, las subvenciones a la baja, la piratería galopando, los incentivos fiscales congelados, la propiedad intelectual en manos de las telecos… Todo para él, se queda con una presidencia de una noche, un discurso, un gesto. Hay dos tipos de presidente de Academia: el Lladró o el Animalario. A esta última tipología corresponde Álex de la Iglesia y dio la espantá. En su última gran noche, Enrique González Macho demostró su entusiasmo ilimitado.

Los “motivos personales” de González Macho han abierto a Resines las puertas de la percepción, parecidas a las que encontró Aldous Huxley –el mismo año en que nació Resines, en Torrelavega, 1954- bajo los efluvios alucinógenos de la mescalina. “Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito”, escribió William Blake. Huxley asumió que el cerebro humano necesita las drogas para procesar todas las impresiones y las imágenes, para abrir esas puertas de la percepción.

La casa del cine español necesita una ayuda para entenderla y gestionarla. Alex de la Iglesia trató de modernizar las creencias del sector y se encontró con la complicidad de los que viven el cine, no del cine. Su percepción tenía “más infinito”, que la del resto de la profesión y dimitió. Las convenciones pesan más que las revoluciones y Resines representa el prototipo español del convencionalismo.

Es el perfil perfecto de la Academia por todo lo que representa. Un actor hecho a sí mismo, que siempre ha reconocido haber llegado al cine “sin saber” dónde se metía (con Trueba y Boyero rodó Ópera Prima (1980) mientras estudiaban), y se ha convertido en el reemplazo natural de las espléndidas generaciones de actores (de López Vázquez a Landa) que fraguaron su éxito de Los Pirineos puertas adentro. En el otro lado están Bardem, Banderas, Cruz... El drama le repele y cuando se ha acercado a ella lo ha bordado. Pasó en 1997, triple ración: La buena estrella, Carreteras secundarias y El tiempo de la felicidad. En seguida volvió a sus casillas, las de la comedia ligera, el género más apropiado para representar una institución en este país.

Un mal sueño

Es conocido por todos que padece el mal de la naturalidad, el que confunde y hace confundir vida con actuación. Esa es la cuestión, salir o no salir del personaje. Ya ha avanzado que su trabajo será “continuista” –por supuesto- con el de González Macho, con quien trabajó como vicepresidente. Eficaz y resultón, anuncia que su gran proyecto es levantar un archivo de la memoria del cine español. “La memoria es el principal motivo por el que me he quedado”, ha dicho a EFE. También: “Hacía falta alguien y me ha tocado a mí”… Así es él, conservador de izquierdas, prefiguración de la Transición, el consenso y el café para todos, tipo serio al que le gusta hacer reír, “buena gente” que ha sabido no meterse en líos. No, no aparece en la ceja.

¿Internet? Calla, calla. Rebobina y pincha las declaraciones de González Macho en los Goya de 2014, sacudiendo a Álex de la Iglesia: “Sólo recordar que los mercados del vídeo doméstico están agonizando y que los emergentes procedentes de internet siguen sin tener peso económico, tres años después de la famosa polémica de que internet ya era el futuro, pues no sólo no lo ha sido, sino que desgraciadamente va a tardar todavía”. Ya está, el futuro ya llegará.

O sea, que para despertar de un mal sueño llamado realidad, la Academia ha preferido olvidarse de Huxley y los que buscan más allá de lo que vemos. Que ha preferido prolongar la somnolencia otros 147 episodios de 80 minutos y como si nada. Ya saben, Diego Serrano, el papel que arrastra Resines, sin haber metido baza en un guion resuelto con una mano en la nariz y la otra en el teclado. Después del fracaso Resines, rapero, la Academia estrena nueva serie: Resines, presidente, en la que actúa, dirige y escribe, ¿volverá la pesadilla?

Antonio Resines dormía en el sueño de los cómicos hasta que decidió despertarse en el trono de la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas de España. No le hicieron falta ni los votos, era el único candidato al puesto. Se queda con los Goya, el IVA al alza, las subvenciones a la baja, la piratería galopando, los incentivos fiscales congelados, la propiedad intelectual en manos de las telecos… Todo para él, se queda con una presidencia de una noche, un discurso, un gesto. Hay dos tipos de presidente de Academia: el Lladró o el Animalario. A esta última tipología corresponde Álex de la Iglesia y dio la espantá. En su última gran noche, Enrique González Macho demostró su entusiasmo ilimitado.

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