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Por qué la gran cagada de los Oscar no es la que todo el mundo cree
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Juan Soto Ivars

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Por qué la gran cagada de los Oscar no es la que todo el mundo cree

La película que la Academia debió haber premiado no es ni 'La la land' ni 'Moonlight'

Foto: El productor de 'La la land' enseñando la papeleta de 'Moonlight' (Reuters)
El productor de 'La la land' enseñando la papeleta de 'Moonlight' (Reuters)

Lo que voy a contar viene a cuento de la gala de los Oscar, pero sucede en el primer capítulo de la mejor serie de los últimos años, ‘Horace and Pete’, brotada del genio de Louis CK. Uno de los parroquianos del bar donde transcurre la historia perora sobre la posible elección de Donald Trump:

-Espera, ¿por qué no Trump?

-Porque es un idiota -responde Steve Buscemi-. Creo que arruinaría este país.

-Está bien. ¿Y? ¿Por qué no? ¿Qué es tan grandioso en este país? Si votamos por él, eso significa que queremos hundirnos. Pues hundámonos. Nada dura para siempre. Así es como la democracia decae, ¿no? El pueblo se degenera hasta que eligen a un tipo así y arruina todo lo que queda. Solíamos ser grandes. Teníamos una gran fuerza de trabajo. Solíamos ser educados. Simulábamos ser morales. Ahora todo está hecho en China por putos bebés. Todo el mundo es estúpido a propósito y sólo nos importan los placeres de consumo, así que, ¿por qué no Trump? Terminemos con esta mierda de una vez. Ese debería ser su eslogan: “Trump: terminemos con esta mierda de una vez”.

Foto: Jordan Horowitz, productor de 'La la Land', corrige a Warren Beatty y muestra el cartón que da a 'Moonlight' el oscar a Mejor Película

La primera gala de los Oscar post-Trump recordaba a un transatlántico que naufraga entre bloques de hielo: fría, larga, aburrida, aparatosa y con un giro catastrófico del timón como punto culminante. Esperábamos actores frívolos riéndose con gracia de Trump, pero seguramente fue el presidente quien se descojonó delante de la pantalla al constatar que la élite cultural, la flor y la nata del arte estadounidense, no sabe leer una papeleta.

[La trampa de los dos maletines: así se fraguó el fiasco de los Oscar]

Allí está siendo un año problemático en lo tocante a las papeletas. Los creadores de ese bodrio llamado ‘La La Land’ subieron a recoger la estatuilla a la mejor película y descubrieron que el premio pertenecía a ‘Moonlight’. Mientras tanto, la única película que ha dado con la clave del proceso de erosión de la sociedad norteamericana se quedaba en el banquillo.

Me refiero a ‘Comanchería’, nominada también a mejor filme, un peliculón que mira directamente al abismo social del que ha brotado Trump como una fumarola que vomita azufre. Protagonizada por dos hermanos rednecks que roban bancos para pagar la deuda que engulle la granja familiar, y por un ‘sheriff' racista que trata de darles caza acompañado por su subalterno hispano, la película de David Mackenzie es un retrato descarnado de la corrosión del viejo tejido social de aquel país.

'Comanchería'

A Mackinzie, claro, le ha salido un western, que es el género que cuenta toda la historia de los Estados Unidos desde su fundación, con ‘La diligencia’ de John Ford, hasta el largo declive que parece no terminar nunca de las novelas de Cormac McCarthy. ‘Comanchería’ es corrosiva porque habla del nihilismo. En ella vemos a los monstruos que produce el fin del sueño americano.

Dos parias blancos sin esperanza se meten en una cadena de robos bancarios. Se supone que les empuja el deseo de salvar su granja, pero rápidamente descubrimos que la desesperanza los empuja a destruirlo todo. Sin trabajo, sin amor, con la hacienda amenazada, la pulsión del Thanatos los lanza a matarse contra el muro frío del capitalismo financiero. Son dos hombres abandonados por el sistema. Prefieren la muerte a la vida. Los criminales y la policía juegan al ratón y al gato, pero en el plano político todos podrían haber votado a Trump.

Foto: Jeff Bridges y Gil Birmingham en 'Comanchería'

La distancia entre ‘Comanchería’ y el Oscar es la misma que media entre la izquierda adinerada y el redneck. Son dos mundos que no se comprenden el uno al otro, regidos por paradigmas culturales opuestos. A un lado, el gusto estético, la educación verbal, la dulce nostalgia y el ‘we are the world we are the children’; al otro ceños fruncidos, obesidad, malhumor, lectores que sólo leen los recibos del banco y a los que no importa lo más mínimo que Donald Trump diga que si tienes dinero puedes “coger del coño” a cualquier chavala que se te antoje.

La película de Mackinzie es un ojo de cerradura entre esas realidades que polarizan la vida norteamericana y la de todo el planeta. Pero los Oscar, claro, prefieren mirar más arriba.

Lo que voy a contar viene a cuento de la gala de los Oscar, pero sucede en el primer capítulo de la mejor serie de los últimos años, ‘Horace and Pete’, brotada del genio de Louis CK. Uno de los parroquianos del bar donde transcurre la historia perora sobre la posible elección de Donald Trump: