Animales de compañía
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Territorio Alcàsser: el independentismo resucita a los Peones Negros
Investigaciones periodísticas frenan la plaga estival de teorías conspiratorias, pero no logran acabar con ella: un sector del 'procés' recupera la mística conspiratoria del 11-M
Bots rusos, factorías de trolls cibernéticos, operaciones de intoxicación psicológica en redes, granjas asiáticas de 'fake news'…
El mundo de las noticias falsas se ha sofisticado tanto los últimos años, hasta lo ininteligible y más allá, que uno solo puede 'celebrar' el regreso de las viejas, simples y entrañables teorías de la conspiración de toda la vida. Relatos fantásticos como dios manda. Narrativa pura y dura sin molestos intermediarios del Kremlin que embarullan la mentira hasta hacerla incomprensible.
Un verano que arrancó con la resurrección de la 'snuff movie' del crimen de Alcàsser —madre de todas las teorías de la conspiración de la democracia con permiso de los atentados del 11-M— solo podía acabar como el rosario de la aurora: el lanzamiento en 'Público' de un alucinante serial sobre los atentados del 17-A en Barcelona. Se lo resumimos por si no han tenido ustedes la suerte de cruzarse con él. 1) El CNI tenía controlada a la célula yihadista que cometió el atentado en agosto de 2017. 2) El cabecilla era informante de los servicios secretos españoles. 3) El CNI escuchó las conversaciones de los terroristas hasta el mismo día del atentado.
¿Qué queréis, negociar con un Estado que escoge un atentado para parar un referéndum?
Un sector del independentismo catalán se preguntó entonces: ¿Negligencia atroz o conspiración monstruosa? ¿Se puso el CNI de perfil ante el atentado? ¿Hizo la vista gorda el Estado español para descarrilar el 'procés'? Y los políticos se subieron a la ola:
"¿Qué queréis, negociar con un Estado que escoge un atentado para parar un referéndum?", lanzó en Twitter la exdiputada cupera Mireia Boya, quizá sin darse cuenta de que el referéndum se acabó celebrando igualmente (no busque usted lógica interna a las teorías de la conspiración, que la cosa no va de eso).
Quim Torra, presidente de la Generalitat, calificó el caso de "escándalo gravísimo" y añadió: "Exigimos explicaciones y que se asuman las más altas responsabilidades". El pleno del Ayuntamiento de Barcelona pidió al Congreso una comisión de investigación sobre los atentados. En uno de sus tuits menos afortunados, Pablo Iglesias clamó: "El silencio de los grandes medios sobre lo que el CNI sabía de los terroristas de Las Ramblas revela cómo funciona el poder en España. Y sirve para entender ciertos vetos para que nada cambie. ¿Por qué PP, PSOE y Cs impidieron que el Congreso investigara? ¿Por qué callan hoy?".
En realidad no era buena idea pedir que los medios de comunicación se pronunciaran sobre el asunto, porque en cuanto lo hicieron, la conspiración se vino abajo. Varios periódicos —con mención especial a la voladura ejecutada por 'La Vanguardia'— desmontaron la 'información' de 'Público' con despiadada contundencia.
Lo que podría haber sido un serial de varios meses con 'informaciones' sobre los vínculos entre el Estado y el yihadismo para arrodillar a Cataluña, ha quedado en petardito de verano, con los tertulianos conspiratorios recogiendo un poco de cable con discreción.
Lo que no quiere decir exactamente que la teoría de la conspiración no vaya a seguir viva por diversos canales: los CDR han convocado este sábado, coincidiendo con el segundo aniversario del atentado, una concentración para "exigir" conocer "la verdad" sobre lo ocurrido: "¿Quién se esconde detrás del atentado del 17-A?", se preguntan. Tanto la iconografía (máscara blanca con un interrogante en la frente) como la terminología recuerdan poderosamente a los Peones Negros, pintoresco movimiento que pasó unos cuantos años concentrándose en varias ciudades españolas para exigir "conocer toda la verdad" sobre el 11-M.
Impotencia política
Que un sector del 'procés' gaste energías en denunciar una conspiración fantasma dice mucho sobre la fragmentación y la impotencia actual del movimiento tras años de innegable efervescencia, dinamismo y potencia.
La impotencia política, de hecho, es uno de los reflejos clásicos de las teorías conspirativas, como explica Michael Shermer, profesor de la Universidad de Chapman, en este artículo: "Según un estudio de la Universidad de Kent, 'la exposición a la información que promovía teorías conspirativas inhibió las intenciones de las personas a involucrarse en la política, a diferencia de quienes recibieron información que refutaba dichas teorías'. Los investigadores atribuyen este efecto a 'sentimientos de impotencia política'. ¿Qué puede hacer la gente común si el mundo está dirigido por un puñado de sociedades secretas (como los Illuminati) o familias (como los Rockefeller o los Rothschild) o agencias (como la CIA o la KGB) que operan clandestinamente para establecer un nuevo orden mundial? Lo que sucede en la historia importa, y cuando las conspiraciones son reales —como en el asesinato del presidente Abraham Lincoln— debemos investigarlas. Pero cuando los chismes conspiratorios llevan a conclusiones absurdas y desvían nuestra atención de la realidad trastocando los asuntos políticos y llevando a las personas a la apatía sobre los asuntos públicos, pueden ser una peligrosa pérdida de tiempo".
No obstante, llegados a este punto, uno no puede evitar sentir nostalgia por los tiempos en los que 'El Mundo', la COPE y Telemadrid pasaron varios años —que se dice pronto— sosteniendo que el 11-M lo montó un comando formado por Rubalcaba, la Orquesta Mondragón, Bartolín, ETA VIII Asamblea, Mélodie Nakachian y Elvis Presley.
Bar España
Lo que prometía ser un verano glorioso para las teorías de la conspiración ha resultado ser un verano aciago: 1) El criminólogo Juan Ignacio Blanco, ideólogo de la conspiración de Alcàsser, murió hace unas semanas sin mostrar al mundo la (inexistente) 'snuff movie' que decía tener en casa (y con varios periodistas veteranos denunciando su condición de vendedor de crecepelo). 2) Con el revival de Alcàsser resucitó también su conspiración hermana, la del Bar España, bar de carretera en Castellón donde prohombres de Estado se dedicaban a abusar de menores, disparate clásico que ha dejado malherido este reportaje de David López Frías en 'El Español'.
Mucho nos tememos, por tanto, que más tarde o más temprano tocará volver a la penosa tarea de descifrar bots rusos. Pero a nivel narrativo, no hay color: las 'fake news' son puro crack; las teorías de la conspiración son cocaína colombiana pura y sin cortar. O el pozo narrativo sin fondo de querer conocer la verdad tapada de un asunto en el que no hay casi nada raro oculto.
Bots rusos, factorías de trolls cibernéticos, operaciones de intoxicación psicológica en redes, granjas asiáticas de 'fake news'…