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'BoJack Horseman': ¿Por qué os gusta algo que os pone tan triste?
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Paula Cantó

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Paula Cantó

'BoJack Horseman': ¿Por qué os gusta algo que os pone tan triste?

Mientras trato de ocultar que no estoy bien, 'BoJack Horseman' saca a la luz los demonios interiores y los pone mirándonos de frente

Foto: Fotograma del episodio 6 de la quinta temporada de 'BoJack Horseman'
Fotograma del episodio 6 de la quinta temporada de 'BoJack Horseman'

El fin de semana pasado se estrenó en Netflix la quinta temporada de ‘BoJack Horseman’, la historia del caballo antropomórfico que se aferra a su pasado en una exitosa sitcom de los 90 mientras, veinte años después, su aura destructiva lo engulle todo a su paso. Me puse a verla enseguida. ¿Qué mejor plan para un sábado lluvioso que sofá, mantita y un viaje al abismo de la desolación? Compartí en Twitter que había empezado a ver ‘BoJack Horseman’ y que, como prometía, en el segundo episodio el bajón ya era irrevocable. “No entiendo por qué os gusta tanto si acabáis llorando en cada capítulo”, me respondió alguien. Su duda tiene todo el sentido del mundo, como también lo tiene nuestra aparente sed de sufrimiento.

La nueva temporada de ‘BoJack Horseman’ ha evolucionado desde esa brillante caricatura de Hollywood de la primera temporada, cuando recordaba a la caduca ‘Dos hombres y medio’, con Charlie Sheen. BoJack, desde su depresión y autodestrucción, da pequeños pasos hacia la redención para volver a caer y ese suele ser el hilo conductor de la serie. Esta temporada va más allá y se reconoce como un modelo a evitar, casi cargándose la cuarta pared. Los demás personajes van desnudando también sus miserias como Diane, que sobrelleva su divorcio como puede o Princess Carolyn, que afronta su soledad y toma la decisión de intentar adoptar un bebé. Todos ellos van avanzando por una trama punzante y dolorosa que, sorprendentemente, también es descojonante.

¿Pero entonces por qué ves 'BoJack Horseman' si te pone triste? Porque me coloca un espejo delante de la cara en la era de la felicidad instagrameada. Los problemas que arrastra cada personaje son terriblemente identificativos: ruptura, soledad, muerte, identidad sexual o insatisfacción laboral. Algunos son malas personas que no saben cómo arreglarse a sí mismas mientras las buenas no son capaces de ser felices. Yo hace unas temporadas era más parecida a Todd y ahora creo estar pasando por algo parecido a lo que sufre Diane. Cada episodio me hace plantearme cuestiones incómodas, como qué lugar ocupa uno en el mundo o si es mejor arrastrar u olvidar los errores del pasado. Reflexiona sobre el amor, la vida, la soledad y, a la vez, mete humor. Como la vida. Te destruye pero te deja un regusto de esperanza.

'BoJack Horseman' me pone frente a un espejo en la era de la felicidad por obligación

Después llega la aceptación. La producción de Netflix quita la máscara de todo lo que tiene que ser perfecto. BoJack me recuerda que estar mal cuando parece que lo tienes todo es más común de lo que parece y Diane que no pasa nada por llorar en público, más allá de lo desagradable de sorber mocos. Que no tengo por qué rehacer mi vida enseguida y que quizá lo haga o quizá no. Soy consciente de que empieza a oler a libro de autoayuda con foto de un amanecer en la portada, pero que estar triste no está bien visto es una realidad.

La ansiedad y la depresión, sobre todo en la generación millennial, hace un tiempo que está comenzando a ser visibilizada, ya sea en redes sociales, en programas de televisión o en artículos y reportajes, pero sigue sin estar aceptada socialmente. Alguien dice que no puede salir de casa o hacer algo de provecho porque sufre depresión o ansiedad y los comentarios llamándole “vago”, como poco, le lloverán del cielo. Ir al psicólogo o al psiquiatra todavía tiene su estigma, por eso no solemos tener que ir al trabajo si tenemos fiebre, pero no podemos faltar solo por estar llorando.

placeholder 'BoJack Horseman'
'BoJack Horseman'

Los personajes de ‘BoJack Horseman’ sufren estas enfermedades y van a terapia. Mientras la serie muestra la tristeza real y el dolor crudo, mis amigos me dicen que me vista y me vaya de fiesta si estoy triste, y la sociedad que me enjugue las lágrimas y tire para el trabajo, que así no pensaré en ello. Al final entierro mis problemas como en los dibujos animados clásicos, cuando alguien escondía atropelladamente la basura debajo de la alfombra. 'BoJack Horseman' saca a la luz nuestros demonios interiores y los pone mirándonos de frente. "Te pasa esto, hay mucha gente como tú y no tienes por qué parecer feliz cuando no lo eres". Y ya no me siento tan mal por estar mal.

El fin de semana pasado se estrenó en Netflix la quinta temporada de ‘BoJack Horseman’, la historia del caballo antropomórfico que se aferra a su pasado en una exitosa sitcom de los 90 mientras, veinte años después, su aura destructiva lo engulle todo a su paso. Me puse a verla enseguida. ¿Qué mejor plan para un sábado lluvioso que sofá, mantita y un viaje al abismo de la desolación? Compartí en Twitter que había empezado a ver ‘BoJack Horseman’ y que, como prometía, en el segundo episodio el bajón ya era irrevocable. “No entiendo por qué os gusta tanto si acabáis llorando en cada capítulo”, me respondió alguien. Su duda tiene todo el sentido del mundo, como también lo tiene nuestra aparente sed de sufrimiento.

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