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Tres libros para hombres escritos por mujeres
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Alfonso J. Ussía

Coba fina

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A. J. Ussía

Tres libros para hombres escritos por mujeres

Últimamente, he estado leyendo títulos, diarios, ensayos principalmente cotidianos y costumbristas, todos escritos por mujeres, y tengo dos cosas claras...

Foto: Un hombre consulta algunos títulos en una librería madrileña (EFE Mariscal)
Un hombre consulta algunos títulos en una librería madrileña (EFE Mariscal)

Odio a la gente que se encuentra con amigos en una cola de algo, aunque también siempre busque, al llegar a una, alguien que pueda colarme. Si encontrara un sobre con diez mil euros, me levantaría para mirar a los dos lados antes de salir corriendo. Y luego resulta que, cada año, aparece otra persona que devuelve un pastizal demostrándome que yo nunca lo haría. Muchas veces he tenido que hablar de lo feminista que soy mirando su escote, y he comprobado el saldo de la cuenta del tipo que ha dejado el recibo en el cajero —pero qué cabrón, con esa pinta— sí. También sé que no será amigo mío ese al que su nuevo éxito hace caminar un poco más altivo. Tampoco me interesa su fama, sobre todo, desde que no me mira a la cara. Ya no es la misma persona desde que le va así de bien y a mí así de igual. Creo que si escribiera diarios, sería algo parecido a esto.

Últimamente, he estado leyendo libros, diarios, ensayos principalmente cotidianos y costumbristas, todos escritos por mujeres: 'Las palabras justas' (Anagrama 2022), de Milena Busquets, 'El perfume de las flores de noche' (Cabaret Voltaire 2022), de Leila Slimani, y 'Memorias de una beatnik' (Las Afueras 2022), de Diane di Prima. Después de acabarlos tengo claras dos cosas: ellas escriben mucho mejor que nosotros y además no tienen ningún complejo en demostrarme que soy un pretencioso que asusta.

Los escritores tendemos a recrearnos en batallas épicas. Confundimos muchas veces pluma y espada, o más bien nos gustaría que así fuera. Elegimos esta dura y pasional forma de vida con las dos premisas fundamentales a las que cualquier persona que se dedique a la literatura ha de tener claras: matar de hambre a tu mujer, hijos y seres queridos —como dijo Valle Inclán—, y que nadie te recordará dentro de cien años, cosa bastante probable si no eres el nuevo Proust, Nabokov o Lope, que por supuesto no es mi caso, ni el de ninguno de mis compas de generación, a los que leo, conozco y compadezco. Así que una vez eliminadas por completo las pretensiones pos mortem, y que el saldo de mi cuenta no salga del negativo, he de reconocer que me han enloquecido los tres libros. Y que todos ellos sacan lo mejor de mí, que en realidad viene a ser lo peor.

Tres libros

'Las palabras justas' tiene exactamente eso. Milena Busquets no se explaya en demostrarnos lo desenfadado que es su día a día. Lo que nos encaja en cada renglón, y de forma elegante, es que todos somos humanos y que lo natural, al final, es lo único que nos queda. No trata de hacer una estructura que empate al lector ni hacerle preguntarse el por qué de las cosas. Sólo nos agranda esa duda que nos planteamos y que no nos atrevemos a comentar, ya sea por esnobismo, por reparo o vergüenza. Busquets tiene la capacidad de escribir lo que piensas y de pintar una puerta dónde antes había un muro. Te da esa pico que permite derribarlo, una especie de “no estás sólo” que te llena y demuestra que no eres tan sino tanto. Es una literatura real, de dudas, de páginas escritas desde el tabú, del pensamiento y la espontaneidad. Por eso al leer a Busquets tienes la sensación de conocerla desde hace lustros. Ella ha conseguido ponerle palabras a lo que muchos no nos atrevemos a escribir, y sobretodo, bailando, porque la literatura sin ritmo es como una torta a mano abierta.

placeholder 'Las palabras justas' (Anagrama)
'Las palabras justas' (Anagrama)

En el corazón de Chueca, en Madrid, en la calle Pelayo, existe una librera de altos vuelos que nos llena de opio a los que estamos enganchados a la prosa. Desde Amapolas en Octubre, Laura Riñón me regaló el ensayo de Leila Slimani, ganadora del premio Goncourt de novela 2016 por 'Canción dulce'. De ella he aprendido que cualquier cosa empeora según sale de mi cabeza al papel, pero también que sí quiero terminar una novela debo saber decir que no. Ese es el gran mal de los escritores, sí. Como le dijo el gran Umbral a Gistau: “deja de viajar tanto y trabájate Madrid”— aunque en ese “trabájate Madrid” esté perder el tiempo, conocer a otros, editores, escritores, periodistas, políticos, libreros… y también la capacidad de no escribir una puta línea. Por lo que el ensayo de Slimani, además de tener una magistral capacidad descriptiva y una simpleza al narrar sólo al alcance de los mejores, es un libro resultado de un enorme desasosiego, terriblemente familiar para los que compartimos gremio con la genial escritora y con los que creemos en la memoria de los objetos. Es un libro magistral perfecto para estos días estivales.

placeholder 'El perfume de las flores de noche'
'El perfume de las flores de noche'

Los diarios de Diane di Prima, 'Memorias de una beatnik', es una bofetada para todos los que creen que ahora se edita más libre que en los años sesenta. Lo compré por la atracción padecida en la adolescencia por toda la generación beat, y porque uno de los capítulos del libro narra con todo detalle una orgía entre la autora, Kerouac y Allen Ginsberg, y claro, ¿cómo no estar invadido por una enorme curiosidad de saber como se las gastaban en el catre, un alcohólico puncarra, un reconocido poeta homosexual y una escritora entregada al placer, al jazz, a la literatura, al sexo y las drogas? Y en el libro uno encuentra exactamente eso, lejos de complejos, de tabúes y de formalismos del siglo veintiuno. Manda renglones que tenga que abrir un libro de más de cincuenta años para saber cómo una escritora se pica al son de un polvo narrado con el frío de la poesía más sucia y arriesgada de la literatura norteamericana. Todavía no se las habían cargado las universidades de Beta, Gamma y pollas.

placeholder 'Memorias de una beatnik'
'Memorias de una beatnik'

Así que sin más dilación, vayan a su librería de barrio, compren buenos diarios dónde la vida te enseña los dos lados de la balanza, y no duden en reconocer lo normales que somos, que en los tiempos que corren es el mayor halago que alguien puede recibir.

Odio a la gente que se encuentra con amigos en una cola de algo, aunque también siempre busque, al llegar a una, alguien que pueda colarme. Si encontrara un sobre con diez mil euros, me levantaría para mirar a los dos lados antes de salir corriendo. Y luego resulta que, cada año, aparece otra persona que devuelve un pastizal demostrándome que yo nunca lo haría. Muchas veces he tenido que hablar de lo feminista que soy mirando su escote, y he comprobado el saldo de la cuenta del tipo que ha dejado el recibo en el cajero —pero qué cabrón, con esa pinta— sí. También sé que no será amigo mío ese al que su nuevo éxito hace caminar un poco más altivo. Tampoco me interesa su fama, sobre todo, desde que no me mira a la cara. Ya no es la misma persona desde que le va así de bien y a mí así de igual. Creo que si escribiera diarios, sería algo parecido a esto.