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"¡Baleo! ¡Baleo!". La impresionante historia de los últimos balleneros del planeta
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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"¡Baleo! ¡Baleo!". La impresionante historia de los últimos balleneros del planeta

Una narración tan vibrante y detallada que parece salida de la imaginación del autor, en lugar de basarse en hechos reales

Foto: Balleneros de Lamarela, pescando ballenas al modo tradicional.
Balleneros de Lamarela, pescando ballenas al modo tradicional.

Lamalera es un lugar remoto y pequeño, situado en una lejana isla del inmenso archipiélago de Indonesia. Tiene apenas 1.500 habitantes que hablan una lengua de la que ni siquiera existe un diccionario. Los lamaleranos siguen siendo cazadores-recolectores, y viven sobre todo de la pesca: mantarrayas, marsupias, en realidad, cualquier cosa que alcancen con sus arpones. Sin embargo, su forma de vida se basa en la caza del cachalote.

Cuando algún miembro de la tribu ve nadando cerca de la costa uno de esos enormes animales —es el mayor carnívoro dentado del planeta—, grita "¡Baleo! ¡Baleo!". Entonces, quienes le oyen tienen el deber de reproducir la llamada, para que los demás miembros, desde la costa hasta las laderas del volcán que protegen la aldea que se asoma al mar, sepan que hay un cachalote cerca y hay que salir a cazarlo. Luego, los 300 cazadores lamaleranos bajan corriendo a la playa y allí echan al agua las tenas, unas barcas de madera con remos que cuentan con una plataforma en la que se coloca el arponero, un cargo de honor en la tribu. Cuando las tenas alcanzan al cachalote, se inicia una lucha épica entre el hombre y la bestia, pero con la presencia ineludible de los antepasados del primero, que de alguna forma siguen presentes en las barcas, los arpones, los cachalotes y el mar. No es raro que los hombres salgan heridos de la lucha, o que el cachalote dañe tanto los barcos con sus movimientos y golpes de cola que los pescadores acaben a la deriva y el animal se escape.

Este es el centro de la gran historia que cuenta 'Los últimos balleneros', del periodista estadounidense Doug Bock Clark, que acaba de publicar en español Libros del Asteroide. Es uno de los relatos que más me han impresionado en mucho tiempo. Clark vivió durante años entre los lamaleranos, aprendió su idioma, anotó las historias que le fueron contando —acerca de su vida, su economía, su religión y sus ansiedades— y consultó las pocas fuentes documentales que existen sobre ellos. El resultado es una inmensa obra de no ficción que tiene algo de tratado de antropología, a veces incluso de novela, y que va mucho más allá de la tribu de los lamaleranos.

placeholder 'Los últimos balleneros'. (Libros del Asteroide)
'Los últimos balleneros'. (Libros del Asteroide)

A los lamaleranos les basta con cazar unos 20 cachalotes al año para alimentarse. Y después de la caza, empieza una historia menos épica que la persecución, pero igualmente fascinante: el reparto de la carne del enorme animal entre quienes han intervenido en su captura. El arponero recibe una parte, los remeros otra, quienes participan en el despiece otra. Todo se hace de acuerdo con unas reglas estrictas que dan más a quien más lo merece, siempre con la condición de que ningún miembro de la tribu quede expuesto al hambre y la necesidad. El arponero, por ejemplo, recibe una porción de la captura que no puede consumir él solo, sino que debe regalar a quien considere que la merece; si se la quedara, sufriría una maldición. Un refrán de los antepasados lamaleranos dice “Una familia, un corazón, una acción, un objetivo”, y aún hoy les recuerda la obligación de permanecer unidos y no permitir que nadie se quede marginado.

Los tiempos han cambiado

Ahora, sin embargo, las cosas son más difíciles, y esa dificultad es, en buena medida, el tema principal del libro. Con el tiempo, los lamaleranos tuvieron que discutir si los antepasados aceptarían la utilización de embarcaciones de motor para cazar cachalotes y la tribu se dividió entre los conservadores y los partidarios de la modernización, aunque un líder hábil acabó encontrando una solución intermedia. A partir de los años noventa del siglo XX, los lamaleranos dejaron de vivir aislados. El nuevo Gobierno democrático de Indonesia construyó carreteras que conectaron por primera vez con vehículos la población con el resto de la isla. Se construyeron escuelas. Incluso se terminó instalando una antena en el volcán, para que la aldea tuviera cobertura para los cada vez más numerosos teléfonos móviles de los lamaleranos.

Una historia fascinante con las tensiones sociales que cualquier sociedad experimenta

En el pasado, los jóvenes aspiraban a convertirse en arponeros, o a ocupar alguno de los puestos tradicionales de su clan, como el de chamán o líder civil y político. Pero ahora, la cerveza, el dinero ganado con trabajos en la capital de la isla, las relaciones esporádicas con chicas urbanas, e incluso cursar estudios superiores, son una tentación demasiado grande que provoca enormes tensiones entre los viejos y los jóvenes lamaleranos. ¿Por qué hay que seguir viviendo como hace siglos?, se preguntan quienes han incorporado la música pop indonesia a su vida diaria y consideran absurdos los requisitos para casarse. ¿Por qué los jóvenes no se sacrifican un poco más y honran a sus antepasados siguiendo sus consejos?, responden sus padres, con una salud precaria tras una vida dedicada al penoso trabajo de perseguir, matar y despiezar inmensos monstruos marinos.

'Los últimos balleneros', pues, cuenta la historia fascinante de este viejo pueblo de cazadores, pero también las tensiones sociales, que cualquier sociedad moderna experimenta por igual que una tradicional, entre la sumisión a las necesidades del grupo y la libertad individual de seguir tu propio camino, entre la lealtad a la tradición y la tentación de la modernidad. Se le pueden poner peros al libro: a veces, la narración es tan vibrante y detallada que parece salida de la imaginación del autor, en lugar de basarse en hechos reales, y quizá podría haber tenido unas cuantas páginas menos. Pero son objeciones menores: cojan 'Los últimos balleneros' y no serán capaces de dejarlo. Es uno de los mejores libros que he leído en bastante tiempo, y no solo cuenta la historia de esos cazadores de ballenas, sino la de cualquier ser humano.

Lamalera es un lugar remoto y pequeño, situado en una lejana isla del inmenso archipiélago de Indonesia. Tiene apenas 1.500 habitantes que hablan una lengua de la que ni siquiera existe un diccionario. Los lamaleranos siguen siendo cazadores-recolectores, y viven sobre todo de la pesca: mantarrayas, marsupias, en realidad, cualquier cosa que alcancen con sus arpones. Sin embargo, su forma de vida se basa en la caza del cachalote.

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