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El color del tiempo: una nueva y espectacular forma de ver el pasado
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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El color del tiempo: una nueva y espectacular forma de ver el pasado

Algo tan simple como el coloreado de las viejas fotos en blanco y negro con nuevas técnicas cambia nuestra manera de contemplar la historia

Foto: 'Jackie y JFK', de 'El color del tiempo'. (Desperta Ferro)
'Jackie y JFK', de 'El color del tiempo'. (Desperta Ferro)

La historia siempre ha sido una herramienta política, además de una disciplina seria. Muchas decisiones actuales —invadir un país, aprobar una ley, premiar a un determinado grupo— se toman utilizando excusas del pasado, pero en realidad casi siempre tienen que ver con la coyuntura del presente. Por eso mismo, quienes ostentan el poder tienden a desfigurar la historia para ponerla a su servicio y legitimar sus actos. George Orwell lo dijo de la manera más elocuente: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

Una de las razones que hacen esto posible es que no entendemos el pasado. En las últimas discusiones sobre la conquista de América, somos incapaces de comprender las verdaderas motivaciones de Hernán Cortés, Atahualpa, Moctezuma o Bernal Díaz del Castillo. Incluso cuando discutimos de épocas más recientes —la guerra de Cuba, la Primera Guerra Mundial o la Segunda República— hay algo que nos impide conocer de veras a sus protagonistas, reconstruir los códigos morales, políticos o culturales de ese momento.

Amaral y Jones: “El color del tiempo [es] un intento de retornar el brillo a un mundo desaturado. La nuestra es una historia en color”

En parte, esto se debe a que la manera en que vemos a los protagonistas de esas épocas pasadas es siempre distorsionadora: en cuadros con una estética atractiva, pero cuyos códigos apenas captamos; en fotos en blanco y negro con poses que nos parecen forzadas o 'despersonalizadoras'. Incluso la primera vez que se narró una guerra casi en directo, la de Crimea en 1851, en la que se utilizaron técnicas periodísticas y se documentó profusamente con fotos, la actitud de los soldados parece fingida y teatral. Esas representaciones nos dificultan entender la historia.

Y es natural. Sin embargo, una herramienta nueva, considerada menor e incluso criticable, ha cambiado eso un poco: algo tan simple como el coloreado de las viejas fotos en blanco y negro. Es lo que hace Marina Amaral, una especialista en el coloreado digital de imágenes antiguas, cuyo trabajo se acaba de publicar, junto a textos del historiador Dan Jones, en el libro 'El color del tiempo. Una historia visual del mundo 1850-1960' (editorial Desperta Ferro). “La fotografía, que desde la popularización del daguerrotipo en 1839 se convirtió en una parte indispensable del registro histórico, operó durante su primer siglo de existencia casi en exclusiva en blanco y negro”, dicen Amaral y Jones. “Debido a ello, nuestra perspectiva del pasado es parcial y apagada. Percibimos la historia, como señaló san Pablo a los Corintios, a través de un cristal que la oscurece”. Por contra: “El color del tiempo [es] un intento de retornar el brillo a un mundo desaturado. La nuestra es una historia en color”.

placeholder 'El color del tiempo'. (Desperta Ferro)
'El color del tiempo'. (Desperta Ferro)

El efecto es muy, muy sorprendente: de repente, Bismarck y Garibaldi parecen personas normales —en color, hasta su ropa se asemeja a la nuestra— y los soldados de la guerra de Secesión estadounidense parecen contemporáneos; Lewis Powell, un joven que participó en el complot para matar a Abraham Lincoln, es un guapo fanático que hoy llenaría los periódicos. Las obras del Canal de Panamá son una obra monumental cualquiera y los presos de la guerra entre Filipinas y Estados Unidos tienen el mismo rostro, entre aterrorizado y desafiante, que los de cualquier conflicto actual. Francisco Fernando, el noble austriaco cuyo asesinato en Sarajevo desencadenó la Primera Guerra Mundial, parece un simple aristócrata algo tonto y arrogante, que hoy en día se pasearía por las revistas del corazón con aspiraciones elegantes. Los indios pottawatomie son inusualmente reconocibles más allá de sus ropas. Y así con más fotografías de las que caben aquí: la Revolución china, la mexicana, las devastadas trincheras de la Primera Guerra Mundial y Dunkerque en la Segunda, los siniestros ceremoniales del Ku Klux Klan… Todo cobra vida de una manera inusitada y los retratados parecen, de repente, mucho más comprensibles y humanos.

placeholder Indios pottawatomie.
Indios pottawatomie.

En contra de lo que nos muestran las imágenes del pasado, la historia nunca fue en blanco y negro; no digamos ya como un cuadro del Greco o las pinturas rupestres. Por supuesto, el mundo tampoco es como lo presentan las fotografías en color, pero estas se han convertido en un medio al que atribuimos la capacidad de transmitirlo tal cual es. Y la posibilidad de hacer eso retrospectivamente, como propone Amaral, es impresionante, aunque uno tenga todas las prevenciones o, incluso, considere un sacrilegio manipular documentos del pasado.

Siendo optimistas, hasta podría contribuir a normalizar el debate sobre la historia y la manera en que influye en la política actual. Las normas morales, culturales y políticas por las que se regían los humanos en el pasado eran increíblemente distintas de las nuestras, por lo que es absurdo juzgarlos según las reglas actuales. Pero, al mismo tiempo, esas personas eran muy parecidas a nosotros en lo referente a sus motivaciones, miedos y aspiraciones. Quizá las estatuas sean inevitables en nuestra cultura, pero los humanos del pasado fueron cualquier cosa menos estatuas. Fueron, más bien, los hombres y mujeres que aparecen en estas fotos. Algo que deberíamos recordar antes de utilizar la historia como un arma arrojadiza contra los rivales políticos del momento.

La historia siempre ha sido una herramienta política, además de una disciplina seria. Muchas decisiones actuales —invadir un país, aprobar una ley, premiar a un determinado grupo— se toman utilizando excusas del pasado, pero en realidad casi siempre tienen que ver con la coyuntura del presente. Por eso mismo, quienes ostentan el poder tienden a desfigurar la historia para ponerla a su servicio y legitimar sus actos. George Orwell lo dijo de la manera más elocuente: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

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