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El secreto de la Rusia de Putin y un presagio funesto sobre lo que ocurrirá en Ucrania
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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El secreto de la Rusia de Putin y un presagio funesto sobre lo que ocurrirá en Ucrania

El libro 'Between Two Fires' ofrece un excelente retrato de la vida de la extensa potencia que amenaza al mundo

Foto: Vladimir Putin (REUTERS / Alexander Nemenov)
Vladimir Putin (REUTERS / Alexander Nemenov)

En el 2000, el año en que Vladímir Putin llegó al poder en Rusia, el sociólogo Yuri Levada publicó un ensayo que parecía el capítulo final de una larga novela de misterio. Levada ya era entonces un veterano analista de la sociedad rusa, que había sufrido la censura y el revanchismo soviético desde que empezó a dar clases en 1966. Para empezar, porque los marxistas despreciaban las encuestas y los estudios de mercado que utilizaban los sociólogos modernos. La doctrina oficial comunista consideraba que eran completamente inútiles y un error intelectual absoluto: para entender la sociedad bastaba con leer los textos que había escrito Marx. No importaba que hubiera transcurrido un siglo desde entonces.

Sin embargo, las clases que Levada empezó a dar en la Universidad de Moscú durante los años sesenta estaban atestadas; no asistían solo sus estudiantes, sino buena parte de la élite soviética que, a pesar de la ortodoxia intelectual, empezaba a darse cuenta de que no entendía a su propia sociedad. Una idea central del mensaje del profesor era que los individuos soviéticos mostraban un enorme apocamiento ante el Estado. Eran serviles. En parte por miedo a la represión, por supuesto, pero también porque eran incapaces de imaginarse a sí mismos sin la protección estatal. Se trataba de una simbiosis extraña: temían al Estado, pero lo querían. En 1968, después de que los soviéticos invadieran Praga, Levada explicó que, aunque era probable que los tanques enviados a Checoslovaquia se impusieran militarmente, eso no servirían para cambiar las mentes de los checoslovacos, porque la fuerza rara vez lo conseguía en los individuos modernos, más influenciables por las fuerzas del mercado, el ocio o la moda.

placeholder Yuri Levada (Wikipedia)
Yuri Levada (Wikipedia)

Después de eso, fue depurado y enviado a un puesto irrelevante en el que apenas pudo seguir adelante con sus investigaciones sociales. Pero lo que leía y pensaba le reafirmaba en su idea de lo que se llamó el 'Homo sovieticus'. Para este “el Estado no es solo una institución social como tantas otras creadas a lo largo de la historia”, escribió Levada, “sino una especie de superinstitución, cuyas funciones y esfera de actividad son universales”. El de la Unión Soviética era “de tipo premoderno y paternalista que penetra en todos los rincones de la existencia humana”. El individuo soviético había asumido esa situación y actuaba con doblez: al Estado había que engañarle, pero al mismo tiempo había que sacarle todo lo posible, porque a pesar de su potencial maldad era el único camino para ascender socialmente.

El hombre astuto

A Levada le llegó una nueva oportunidad en los años ochenta, cuando los mandatarios aperturistas de la era Gorbachov pensaron que era necesario conocer mejor lo que pensaban realmente los soviéticos y recurrieron a él para crear un gran instituto de estudios sociológicos. Su asunción fue clara: el 'Homo sovieticus' estaba desapareciendo. Como cuenta Yoshua Yaffa, el corresponsal de la revista The New Yorker en Rusia, en 'Between Two Fires: Truth, Ambition and Compromise in Putin’s Russia', uno de los mejores libros para entender la mentalidad rusa, Levada “vio que muchos de los rasgos malignos de la sociedad soviética estaban evaporándose y eran sustituidos por una incipiente cultura de la curiosidad que ponía en duda los dogmas largamente establecidos”.

Una década después de la desaparición de la URSS, llegó a una funesta conclusión: el 'Homo sovieticus' no había desaparecido

Pero luego llegó el año 2000, la presidencia de Putin y Levada escribió su ensayo. Se tituló 'El hombre astuto'. Más de una década después de la desaparición de la Unión Soviética, llegaba a una funesta conclusión que incluso a él le sorprendió: el 'Homo sovieticus' no había desaparecido. Seguía ahí: temiendo al Estado ruso y venerándolo. Para ese hombre astuto del título, la “interacción con el Estado es un juego de medias verdades y engaños, presentado como un ofrecimiento a la maquinaria burocrática, que unos se cuentan a otros como justificación de una sofocante ambición”. La propaganda soviética, y luego rusa, propagaba que los rusos eran felices y vivían satisfechos. Los intelectuales occidentales tenían una percepción igualmente imaginaria: que los rusos eran disidentes que odiaban el Estado y estaban dispuestos a ir contra él. “Levada entendió que la verdad estaba en medio”, dice Yaffa, “tanto en la Rusia contemporánea como en los tiempos soviéticos. Son pocos los sádicos y torturadores de verdad, pero la vida de un disidente es solitaria, poco glamurosa y muchas veces desesperada. La mayoría de la gente no es Stalin ni Solzhenitsyn, sino, a su modo, astuta”.

placeholder 'Between two fires'
'Between two fires'

Este es el punto de partida del libro 'Between Two Fires', un excelente retrato de la vida en la Rusia bajo Putin. En él, Yaffa cuenta la vida de un puñado de personajes que ejemplifican esa extraña relación con el Estado detectada por Levada. Un director de cine experimental que renunció a su carrera para convertirse en uno de los artífices de la propaganda televisiva de Putin y que ha impuesto su estética épica y solemne a la información nacionalista. Una doctora que defiende a los débiles y el Estado convirtió en un ejemplo de la bondad y solidaridad características del pueblo ruso. Gente que gozó de cierto estatus pero cayó en desgracia por sus opiniones contrarias a Putin, como el propio Levada. Pero también personas anónimas, como el responsable de un zoo que hace su trabajo en mitad de la inoperancia y la corrupción o un exrepresaliado por la Unión Soviética que quiere convertir el lugar donde estuvo preso en un memorial ante el recelo del Gobierno actual, porque eso supone la utilización del pasado con fines distintos de los suyos.

Las vidas de estos personajes se entrelazan mediante hechos sucedidos durante los más de veinte años de Putin en el poder: los Juegos Olímpicos de Sochi, la guerra de Chechenia, el accidente de un submarino nuclear, la invasión de Ucrania o la anexión de Crimea en 2014, que actúan como referentes históricos y que todos los personajes viven de un modo u otro. Pero sobre todo están unidas por la idea central del libro: la de que, en la Rusia de Putin, lo más importante es el esplendor del Estado y su poder, por lo que todo aquel que tenga ambiciones deberá asumir que estas deberán adaptarse a los designios estatales, centralizados en el presidente del país.

En la Rusia de Putin, lo más importante es el esplendor del Estado y su poder

Sean o no partidarios entusiastas del presidente, viven con la certeza de que su poder es casi absoluto y que únicamente si no lo irritan, o si lo cortejan de alguna manera, podrán alcanzar sus objetivos artísticos, económicos, filantrópicos o de cualquier otro tipo. El Estado ruso, dice Yaffa, no es solo un aparato administrativo movido por cuestiones técnicas o burocráticas, sino “una institución simbólica que encarna y reproduce las nociones básicas de la naturaleza humana”. Y todo ciudadano debe reverenciar, o simular que reverencia, esa institución.

Muchos occidentales piensan que, tras la torpe invasión de Ucrania y el creciente y evidente nerviosismo de Putin, eso podría cambiar: Putin caería empujado por el creciente malestar social, el enfado de quienes se enriquecieron gracias al Estado y hoy están arruinados debido a las sanciones, o por las élites funcionariales que ven en la deriva del presidente una amenaza a su propia supervivencia. Después de leer el libro de Yaffa, déjenme darles mi opinión al respecto: lo dudo mucho.

En el 2000, el año en que Vladímir Putin llegó al poder en Rusia, el sociólogo Yuri Levada publicó un ensayo que parecía el capítulo final de una larga novela de misterio. Levada ya era entonces un veterano analista de la sociedad rusa, que había sufrido la censura y el revanchismo soviético desde que empezó a dar clases en 1966. Para empezar, porque los marxistas despreciaban las encuestas y los estudios de mercado que utilizaban los sociólogos modernos. La doctrina oficial comunista consideraba que eran completamente inútiles y un error intelectual absoluto: para entender la sociedad bastaba con leer los textos que había escrito Marx. No importaba que hubiera transcurrido un siglo desde entonces.

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