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Una pareja de ancianos rescata a Shyamalan
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Noel Ceballos

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Una pareja de ancianos rescata a Shyamalan

Con su última película, 'La Visita', el director ha encontrado una fórmula para volver a ser comercial sin renunciar a ninguna de sus constantes.

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Lo creas o no, este puede ser el año en que la suerte de M.Night Shyamalan empiece a mejorar. Wayward Pines, la serie de misterio en la que actuó como productor ejecutivo y cicerone general, fue un inesperado éxito de audiencia, hasta el punto de que la cadena consideró por un momento darle una segunda temporada a lo que siempre se planteó como una miniserie. Y La Visita, su regreso a la gran pantalla, está recibiendo las mejores críticas que el director ha visto en los últimos años. Por lo menos, desde La Joven del Agua.

¿Ese fue el punto de inflexión en su carrera? ¿No llegó un poco antes?

La historia de Shyamalan tiene algo de ansiedad de su propia influencia: su película revelación, El sexto sentido, obtuvo un éxito tan rotundo y dejó una huella tan insoslayable en el zeitgeist de finales de los 90 que la crítica y el público se pusieron increíblemente exigentes con alguien que, en el fondo, era uno de los mayores y más personales autores operando en el seno de Hollywood.

El protegido, Señales o El Bosque fueron incomprendidas en su momento por negarse a ser ‘El sexto sentido 2’, pese a que también jugaban, en mayor o menor medida, con un giro final. Y luego llegó La Joven del Agua: quizá su película más privada y en la cuerda floja, pero también un punto de no retorno que lo colocó en una posición muy injusta dentro de la cultura popular.

¿Por qué?

Porque siempre ha sido un perro verde, demasiado amigo del riesgo y de la creatividad (entendida como reto a sí mismo y a la audiencia) dentro de una industria que tiende a la uniformidad. Su voz discordante se vio ahogada en un par de proyectos, Airbender: El último guerrero y After Earth, que luchaban por ser comerciales, pero en los que Shyamalan acabó perdiendo visiblemente el control. Y sus resultados en taquilla siguieron alimentando las críticas negativas, que llegaron a un nivel de saña bastante tóxico. Era un círculo vicioso del que, por suerte, parece haber logrado salir con La Visita, su vuelta a los orígenes lo-fi. Y su primera película de metraje encontrado.

¿Cómo El Proyecto de la Bruja de Blair? ¿No se ha quedado viejo ya ese formato?

No, es un formato, así que sólo es tan refrescante o manido como lo sea el autor que lo adopta. En el caso de Shyamalan, el found footage deja de ser una excusa para composiciones de plano perezosas y vaivenes caóticos: gracias a una justificación narrativa bastante satisfactoria, La Visita se enfrenta al terror de cámara diegética como si fuera la primera en hacerlo, o como un músico empeñado en buscarle notas inéditas a este instrumento. En secuencias como la del escondite subterráneo, puntuada por un extraordinario diseño de sonido, uno se da cuenta de que, de hecho, no es su primer rodeo.

¿Ya había habido found footage en su filmografía?

¿Acaso no recuerdas uno de los mejores momentos de Señales?

El Incidente también contenía algún vídeo casero perturbador, pero hay más. Shyamalan siempre se ha mostrado partidario de la cámara subjetiva, como demuestra el último plano de El Bosque o la secuencia de créditos de El protegido, contada desde el punto de vista de un niño que observa la patética interacción de Bruce Willis con una mujer en el tren. El formalismo del cineasta siempre ha sabido, en suma, ponerse al servicio de la subjetividad de sus personajes. En el fondo, todo es una cuestión de mise-en-scène, una frase que los hermanos protagonistas de La Visita repiten como un mantra.

Un momento... ¿Eso significa que también hay un componente meta, como en La Joven del Agua?

Indudablemente. Aquí la hermana es también una narradora, una demiurga que intenta moldear la realidad para poder explicarla a través de su ficción documental. La jugada maestra de Shyamalan es lograr que esa ficción documental tenga un significado emocional para ella y su hermano: en el fondo, La Visita está tratando una serie de temas (la desestructuración familiar, el perdón, el trauma pasado como rémora espiritual) troncales a su filmografía. El hecho de que haya sincronizado esas pulsiones personales con los puntos cardinales básicos de una producción Blumhouse —la misma casa que nos dejó hitos del terror moderno como Paranormal Activity, Insidious o Sinister— es poco menos que un golpe maestro.

Porque La Visita da miedo, ¿verdad?

Mucho. Los aciertos de puesta en escena de Shyamalan tocan en cielo en determinadas ocasiones, pero quizá lo más sorprendente sea lo interesado que está, también, en extraer humor malsano de las situaciones. La Visita es una película de terror basada en la repulsión que la gente mayor suele generar en los niños pequeños, así que no teme volverse grotesca de vez en cuando. Su inesperada vena de comedia negra la convierte en una propuesta difícil de encontrar en el terror actual, más preocupado por el tono solemne; amén de acercarla al mensaje de una canción que (podemos apostar con tranquilidad) Shyamalan no ha escuchado jamás, pero que no me podía quitar de la cabeza mientras contemplaba su regreso al pequeño presupuesto por la puerta grande.

Lo creas o no, este puede ser el año en que la suerte de M.Night Shyamalan empiece a mejorar. Wayward Pines, la serie de misterio en la que actuó como productor ejecutivo y cicerone general, fue un inesperado éxito de audiencia, hasta el punto de que la cadena consideró por un momento darle una segunda temporada a lo que siempre se planteó como una miniserie. Y La Visita, su regreso a la gran pantalla, está recibiendo las mejores críticas que el director ha visto en los últimos años. Por lo menos, desde La Joven del Agua.

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