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Así serían los controvertidos premios Goya de la literatura
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Alberto Olmos

Mala Fama

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Así serían los controvertidos premios Goya de la literatura

¿Cómo serían unos premios Goya de la Literatura? Imaginamos las categorías, el presentador y las polémicas de una gala estrictamente literaria

Foto: Clara Sánchez y Ángeles González Sinde, ganadoras del Planeta en 2013 (EFE)
Clara Sánchez y Ángeles González Sinde, ganadoras del Planeta en 2013 (EFE)

La situación es la siguiente: cuando se habla de “la gente de la cultura”, ya nadie piensa en los escritores; cuando se pone en circulación un manifiesto firmado por “creadores culturales”, apenas se convoca a novelistas o poetas para que lo firmen (y, de paso, para que revisen un poco su sintaxis); sólo actores y músicos representan popularmente los variados mundos del conocimiento y la creación. Los escritores han ganado la batalla de la invisibilidad, el subsuelo social de la cultura. Son topos.

Para elevarlos a la superficie, nada mejor que emular las estrategias de escaparate de las gentes del cine. La gala de los premios Goya da que hablar, genera prestigio, cuenta con poderosos invitados en la fila 14 y hasta vende algunas entradas durante un par de meses. Hagamos algo igual.

Sólo actores y músicos representan popularmente a la creación. Los escritores han ganado la batalla de la invisibilidad. Son topos

Si rastreamos las huellas de lo literario en la gala de los Goya, comprobaremos que tenemos mucho trabajo por delante. A pesar de que las películas antes de ser imagen son, en efecto, escritura, todo aquel que las escriba resulta sistemáticamente ninguneado por el resto de profesionales del audiovisual. Seguimos como en el Hollywood clásico, donde se daba por hecho que los espectadores creían que eran los propios actores los que inventaban sus parlamentos.

Lorca, por la adaptación de 'Bodas de sangre' que dio lugar a 'La novia' -adaptación, película y dirección que quedaron sin reconocimiento-, Mario Vargas Llosa, Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo, y, sobre todo, ¡Isabel Preysler!, fue todo lo que la literatura aportó a la gala. Mucho menos que Podemos, Calanda o el diseñador Georges Chakra.

¿Tiene futuro una gala como la de los Goya armada exclusivamente alrededor del arte de la escritura? Contengan su “no” un par de minutos.

Nombre de los galardones

Empecemos por el principio.

Si el cine apela a Goya (que, por lo que yo sé, nunca vio entera una película) para bautizar sus galardones, los libros deben encontrar un referente igual de disparatado y pegadizo. Los “premios Góngora” o los “premios Quevedo” quedan descartados. Dos sílabas... Alguien español, con calles y estatuas... Que nunca leyera ni escribiera un libro...

¡Colón!

¿Qué tiene que ver Cristóbal Colón con la literatura? Lo mismo que Goya con el cine: nada en absoluto.

¿Qué tiene que ver Colón con la literatura? Lo mismo que Goya con el cine: nada en absoluto

Los premios Colón acaban de nacer y su estatuilla es una carabela con forma de calavera: por ahí, por la paronomasia, vamos ganándonos la marca para el mundo (Nuevo Mundo) de las letras.

Categorías

Aunque parezca increíble, dan premios Goya por peinar a los actores en las películas. Esto nos indica que hay que inventar muchas categorías sin interés para generar en la audiencia un enorme aburrimiento. A nadie le importa quién ha ganado el Goya a mejor cortometraje documental.

La literatura anda sobrada de profesionales cuyo trabajo nadie reconoce. ¡Premiémosles!

Premio Colón al mejor Diseñador de portadas; premio Colón a la mejor Jefa de prensa; premio Colón al mejor Impresor del extrarradio.

Con la gala Colón en sus cotas más bajas de emoción, nos sacamos de la manga categorías gamberras y controvertidas. Creo que un premio Colón al mejor Premio Literario amañado en provincias resulta imprescindible, amén de meta-algo. Me imagino el discurso de agradecimiento de uno de los galardonados: “Amañar un premio cuesta mucho trabajo y no se puede hacer solo. ¡Gracias a mi madre, y al dinero público!”.

Un premio Colón al mejor Premio Literario amañado en provincias resulta imprescindible

El premio Colón al mejor Escritor fantasma (aka “negro”) lo podría entregar la misma persona: un alcalde adicto a los conjuntos esculturales en las rotondas de su pueblo.

El desfile de galardones tomaría altura con los premios más evidentes: Colón a Mejor Librería, a Mejor Suplemento Literario; incluso a Mejor Reseña y a Mejor Crítico Literario. Amén de: a mejor Libro de cuentos, mejor Poemario y mejor Ensayo.

Finalmente, llegaría la hora de la verdad, los últimos peldaños hacia la fama; las categorías fundamentales.

Mejor Novela (equiparable a mejor actor/actriz de reparto).

Mejor 'Best seller' (equiparable a mejor actor/actriz principal).

Y: mejor Sello editorial (equiparable a mejor película).

Todo esto lo tiene que presentar Espido Freire.

Amañar un premio cuesta mucho trabajo y no se puede hacer solo. ¡Gracias a mi madre, y al dinero público!

Gala piloto

Ella entra vestida, cómo no, de Georges Chakra; mira hacia un patio de butacas copado por los sueños y ambiciones de varios centenares de escritores, editores, libreros y periodistas culturales. En el escenario hay una réplica gigante de un libro, cuyas páginas se iluminan mágicamente al compás de las exigencias de la gala. Espido saluda, encantadora. El presidente de la Academia de las Letras (creada ex profeso para dar los premios Colón), Jorge Herralde, da un discurso docto y emotivo. Marta Sanz y Luisgé Martín salen a entregar el primer Colón, la carabela con forma de calavera. Marta Sanz lleva una camiseta del “No a la guerra”.

“No sé a que guerra”, dice, “pero lo he visto en alguna película”...

La situación es la siguiente: cuando se habla de “la gente de la cultura”, ya nadie piensa en los escritores; cuando se pone en circulación un manifiesto firmado por “creadores culturales”, apenas se convoca a novelistas o poetas para que lo firmen (y, de paso, para que revisen un poco su sintaxis); sólo actores y músicos representan popularmente los variados mundos del conocimiento y la creación. Los escritores han ganado la batalla de la invisibilidad, el subsuelo social de la cultura. Son topos.

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