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Leer aumenta la probabilidad de que te toque el 'gordo' en Navidad
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Alberto Olmos

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Leer aumenta la probabilidad de que te toque el 'gordo' en Navidad

Varios estudios anuncian beneficios disparatados e inverosímiles de la lectura, tan alejados del sentido común que sólo cabe pensar en una campaña desesperada para salvar el libro

Foto: El gordo de 2015 cayó en Villanueva de la ConcepciÓn (Málaga) Foto: Efe/Daniel Pérez
El gordo de 2015 cayó en Villanueva de la ConcepciÓn (Málaga) Foto: Efe/Daniel Pérez

Para incitarnos a abrir el gran libro del verano, universidades y periódicos se aliaron en el quicio entre julio y agosto y dieron a conocer varios estudios en los que la lectura se presentaba como el precipitado perfecto entre una pócima macrobiótica y la droga del amor. Quizá por eso todos hemos leído este verano un montón de libros.

Yo los estudios e investigaciones de las universidades más célebres del mundo ya he decidido que me cabrean. Expertos, analistas, doctos profesores; cientos de horas de trabajo, miles de sujetos en los experimentos, millones de euros o de dólares para las lucecitas de un aparato descomunal; grandes despliegues en revistas de ciencia y en periódicos de prestigio. Y muchas veces la conclusión a la que han querido llegar es que los hombres aguantan exactamente 72 minutos en compañía de sus mujeres cuando van de compras.

Empatía

El primer estudio que hizo saltar por los aires este agosto la caja registradora de la Casa del Libro y de Amazon.es/Libros fue uno que decretaba: 'Leer novelas de ficción desarrolla la empatía'. Ahí es nada.

Pero, en realidad, lo sabíamos. Todos los sabíamos. No hay frase más popular entre los niños de España que esa que dice: “Mamá, he quedado con mi amigo el simpático; sí, ese que lee.”

La gente que lee es simpática, empática y distingue letreros desde muy lejos. En el colegio, el chico y la chica que leen en verdad no leen nada, porque sus compañeros están todo el tiempo interrumpiéndoles la lectura, tratando de que se unan a su pandilla. “Deja de leer y vamos a pegar a ése”, es algo que oyen a menudo los profesores por los pasillos de los institutos.

En el colegio, el chico y la chica que leen no leen nada, porque sus compañeros están todo el tiempo tratando de que se unan a su pandilla

De tanto que lee un muchacho, acaba presidiendo el Club de fans de El Rubius de su cole.

Seguramente todos hemos oído esa historia del niño que vuelve a casa llorando porque no tiene amigos y al que su madre da el remedio perfecto: Enciérrate en tu cuarto, y lee. Al día siguiente, la misantropía prematura del chaval ha desaparecido gracias a las páginas de 'La insoportable levedad del ser'. Ya puede disputar la presidencia del Club de Fans de El Rubius a Joel o Stalin, que naturalmente leen sin parar.

Keith Oatley, de la universidad de Toronto, ve el mundo de esta manera. “Las personas que leen novelas son más empáticas y capaces de entender mejor a los otros”, dice. Pero, ojo, sólo las que leen novelas; las que leen poesía son, por contra, muy hijas de puta. Cuidado con ellas.

Es, por tanto, muy extraño que tantos escritores hayan declarado, una vez que se hicieron famosos y alguien se molestó en preguntarles, que leyeron muchos libros en la infancia porque no tenían amigos y porque se sentían solos. “Yo era una niña muy solitaria, introvertida, tartamuda. Tenía muchos problemas”, afirmó una vez Ana María Matute. Obviamente después de dedicar tardes y noches enteras a leer, Ana María se convirtió en la Lola de los puertos.

Lectores inmortales

El segundo estudio sobre la lectura que conocimos antes de decidir que eran libros lo que no podía faltarnos en la playa decía algo todavía más alucinante: 'Las personas que leen libros viven hasta dos años más'. El estudio lo ha realizado la universidad de Yale sobre una muestra de 3635 personas a las que han seguido durante doce años. Se han tomado todas esas molestias antes de decir esta chorrada.

Aunque no estoy seguro de que haya mucha gente dispuesta a vivir dos años más si tienen que pasárselos leyendo, lo cierto es que no puede haber mejor manera de inculcar el hábito de la lectura en los niños que decirles que vivirán más según un estudio de la universidad de Yale. Quizá un niño (Joel o Stalin) levante la mano y pregunte cuánto hay que leer para ganarse esos dos años de prórroga, si un libro al día o uno al año, y si vale lo mismo leer en diagonal y saltarse las descripciones que subrayar las páginas y dejar notas en los márgenes. Quizá otro opine que se vive más leyendo porque mientras lees un libro no te puedes caer del patinete y abrirte el cráneo. Y otro más puede que considere en secreto que el profesor le está engañando porque de alguna manera tienen que convencerle para que lea.

Queda poco para que leer aumente nuestras posibilidades de cara al 'gordo'. Así de mal está la cosa con los libros; así de desesperada es su derrota

Queda poco para que leer libros aumente nuestras posibilidades de cara al sorteo de lotería de Navidad o nuestras oportunidades de vencer al cáncer de páncreas. Así de mal está la cosa con los libros; así de desesperada es su derrota.

Lo que no nos van a decir es la verdad; no nos van a decir que leer no sirve absolutamente para nada.

Ni siquiera entienden que es de eso de lo que se trata.

Para incitarnos a abrir el gran libro del verano, universidades y periódicos se aliaron en el quicio entre julio y agosto y dieron a conocer varios estudios en los que la lectura se presentaba como el precipitado perfecto entre una pócima macrobiótica y la droga del amor. Quizá por eso todos hemos leído este verano un montón de libros.

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