Mala Fama
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No leas el libro de Pedro Sánchez (si no quieres acabar votándolo)
A pesar de los constantes tics narcisistas, 'Manual de resistencia' construye un personaje político muy atractivo y contribuye a albergar buenas expectativas electorales.
El libro empieza como te puedes esperar: mal. Son por lo menos treinta las páginas que tarda 'Manual de resistencia' en atravesar ese espejo donde se refleja Pedro Sánchez mientras riadas de perfume, toneladas de pétalos de rosa e incontables olés y ¡guapo! se disputan su estampa. Estas primeras páginas del libro son como la versión extendida de ese anuncio de colonia donde un efebo de pelo rizado se aromatiza el pubis.
Pero esto ustedes ya lo saben; lo que no saben es que, luego, el libro se centra, remonta, interesa y triunfa. Y es que 'Manual de resistencia' sólo tiene un problema: que hay que leerlo. Si todos los españoles leyeran el libro, Pedro Sánchez sacaría el próximo 28 de abril mayoría absoluta. Los libros moverían el mundo si no fuera porque son trastos de celulosa con cien mil palabras impresas en ella, y a la gente se le hace muy cuesta arriba pasar noventa y nueve mil veces de una manchita de tinta a otra manchita de tinta.
Nunca me ha impresionado tanto lo de Jesucristo como me impresionó lo de Pedro Sánchez
Esto lo sabe -sobre todo- Irene Lozano, muñidora extraoficial del texto, y por ello ha concentrado sus equivocaciones en el principio del libro, creyendo a) que la gente sólo va a leer esas primeras páginas (sí), y b) que la gente se enamora perdidamente de las personas perfectas y plásticas (no).
Taxistas, panaderos, camareros
Ya he dejado caer aquí varias veces que la llamada autoficción, género imperante en la narrativa española actual, ha derivado hasta el sonrojo en autopromoción, y eso es un poco lo que encontramos en los primeros compases de Manual de resistencia.
Así, Pedro Sánchez (o sea, esa primera persona que dice ser Pedro Sánchez) habla de sí mismo con un narcisismo y una falsedad inenarrables. Al detalle inaugural del colchón, se suma la bobada de que tiene “sobre la mesa” los “grandes periódicos del mundo”, bobada porque, si nuestro presi se guiara por la prensa de papel para gobernarnos, llegaría 24 horas tarde a todas las reuniones y cumbres. El periódico en papel de esta misma mañana es ya de ayer por la tarde. Después de rescatar con sus propias manos a 630 personas (Aquarius), y de no querer ser presidente por lo menos durante cuatro páginas, Pedro Sánchez, vaya por Dios, acaba siendo presidente. El libro cuenta las cosas un poco de cualquier manera, pero por orden de impacto emocional. Colchón, Aquarius, moción de censura.
Luego Sánchez recibe aplausos. Muchos. En general, es un hombre -dice en su libro- que no puede ir por la calle sin que la gente le aplauda, le anime o se decante por entrar en éxtasis. Es muy curioso (y penoso) el recurso constante al extraño que le para y le cuenta su vida. Sucede con un taxista, con unos panaderos o con un camarero. Fíjense que nunca un arquitecto o una ingeniera de telecomunicaciones quieren decirle cosas a Sánchez por la calle. Siempre es el pueblo en su versión más artesanal.
En fin, y luego está la familia. Sus hijas le dicen: “No siempre ganan los buenos”. Su mujer llora cuando toca que veamos lo mucho que se quieren; o sea, se la hace llorar de más en el libro. Todos sus colaboradores son más nobles que los que se sentaron en la mesa redonda para buscarle al rey Arturo el Santo Grial, que no era sino un colchón en Moncloa.
La trola que más me ha impresionado, sin embargo, es la de que Sánchez, una vez visiona que debe dejarse acompañar por la bandera de España si acaso quiere presidir España, va a Google Imágenes y se baja él mismo el jpg de la rojigualda. Es monumental, esto. Arriar banderas del mismo Google, siendo como eres un tipo con cuatrocientos ayudantes, y además contarlo, no tiene precio en el mundo del humor. ¿Qué, llevó Sánchez el archivo de la bandera en un pendrive hasta el acto donde se propuso candidato a la presidencia, y se la dio a un técnico? Sin embargo, amigos, hay que quedarse con ese momento anterior, en el que Pedro Sánchez entra en Google y escribe “bandera de España”, y le da a “imágenes” y en toda la pantalla de su Mac aparece la enseña nacional dos millones de veces. Es como de 'Forrest Gump'.
Traiciones minuto a minuto
Cuando Pedro Sánchez empieza a confesar puñaladas y miedos, el libro se convierte en herramienta electoral. Antes, bochorno, nada más que bochorno.
Porque después de que todos los zapateros y lagarteranas de España le animen, y de que sus hijas menores de edad ejerzan irreprochablemente de consejeras áulicas, llega la verdad; o sea, el barro. Todos los vimos en directo en televisión: elecciones, no es no, elecciones, candidatura fallida, no es no, patada en el culo, gestora, avales, primarias y resurrección. Seguramente una de las cosas más increíbles que hemos contemplado en nuestra vida. A mí personalmente nunca me ha impresionado tanto lo de Jesucristo como me impresionó lo de Pedro Sánchez. Que llegara a presidente del Gobierno es poca cosa comparado con que saliera de la cola del paro.
Sánchez es bastante más listo que los memes que provoca
El libro no desaprovecha la ocasión de narrar en modo thriller lo que, sin duda, lo era. Hay detalles fascinantes, muy de John Grisam: un tipo durmiendo en la oficina junto a los avales recabados por miedo -se da a entender- a que alguien entre y los destruya. Pedro Sánchez asistiendo a “traiciones minuto a minuto”. Un sujeto no nombrado (“ellos”, “la dirigencia”, “la gestora”) que parece la encarnación del Mal y maniobra constantemente para tumbar a Sánchez, como el Dark Vader del socialismo.
Y hay análisis políticos bastante finos, como que la única ideología existente a día de hoy es la socialdemocracia (Jordi Sevilla), que Rajoy pudo gobernar si repetía el acuerdo de la mesa del Congreso (Sánchez es tan listo que les dice a todos -a Rajoy, a Rivera, a Iglesias; incluso a la gestora- cómo deben hacerlo para ganarle) o esta frase contra-evolutiva: “hay una identificación dañina e interesada en la política española, consistente en equiparar el simple hablar con el diálogo; el diálogo con la negociación, y la negociación con la concesión”.
Más frases
Decía Wenceslado Fernández Florez en sus crónicas parlamentarias que un político de fuste se define por una sola capacidad: la de hacer frases. En su libro, Sánchez hace algunas frases que merecen saltar al ruedo público: “Yo me he sentado más veces a hablar con Rajoy que Rivera con Iglesias”; “En marzo me preparaba mentalmente para ser presidente y en octubre estaba en el paro”; “Querían borrarme de la historia del partido”. O ésta, inmortal: “Todos los socialistas están en Facebook”.
Frase a frase, vamos viendo que Sánchez es bastante más listo que los memes que provoca, y que tiene una virtud que no es resistir, sino escuchar. Pide mucho consejo, nuestro hombre, tiene -como reza el dicho- el teléfono del que sí sabe lo que hay que hacer (Cándido Méndez, Borrell...), y lo combina con frecuencia. Es, en definitiva, brillantemente mediocre, o sea, perfecto para la política.
Miedo, dudas, dolores de cabeza. Capítulo a capítulo vamos sintiendo mucha mayor empatía por este hombre en el filo de la vida que por ese modelo de Paco Rabanne de las primeras páginas, y al final del libro la verdad es que dan ganas de votarle. Por un motivo: ha conseguido que todo lo demás parezca peor.
El libro empieza como te puedes esperar: mal. Son por lo menos treinta las páginas que tarda 'Manual de resistencia' en atravesar ese espejo donde se refleja Pedro Sánchez mientras riadas de perfume, toneladas de pétalos de rosa e incontables olés y ¡guapo! se disputan su estampa. Estas primeras páginas del libro son como la versión extendida de ese anuncio de colonia donde un efebo de pelo rizado se aromatiza el pubis.