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Una sombra que se va: en defensa de la Feria del Libro de Madrid
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Alberto Olmos

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Una sombra que se va: en defensa de la Feria del Libro de Madrid

Se achican las casetas, se endurecen las medidas higiénicas y, en fin, que hasta se plantean ya cerrar el chiringuito en el Retiro y llevarlo a IFEMA, una especie de morgue

Foto: Un barquillero espera clientes entre los visitantes de la última Feria del Libro de Madrid. (EFE)
Un barquillero espera clientes entre los visitantes de la última Feria del Libro de Madrid. (EFE)

Parece que cada año le quitan un renglón más a la Feria del Libro de Madrid y se achican las casetas y se endurecen las medidas higiénicas y las normas sobre la circulación de los vehículos que aprovisionan de libros y, en fin, que hasta se plantean ya cerrar el chiringuito en el Retiro y llevarlo a IFEMA, una especie de morgue. Me he puesto a pensar en motivos a favor y en contra de que la Feria del Libro de Madrid cierre o se traslade, que viene a ser lo mismo, y ahí van.

A favor del traslado hay un motivo evidente: no tener que ir. Si uno va a la Feria del Libro es por los libros, pero si se anima a ir es por los árboles y el sol y las terrazas del Retiro. Dense cuenta de que “animarse a ir” precede a “efectivamente ir”. Desplazarse hasta IFEMA a ver libros es mucho pedirle a varios millones de lectores, que obviamente son almas líricas y sensibles y no van a meterse bajo techo a recorrer pasillos de metal regado con neón del rey.

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No tener que ir a la Feria es realmente una gran noticia, seas autor o lector, pues nadie sensato cree que la Feria del Libro de Madrid tenga algo que ver con la literatura. Es sólo una tradición, un negocio, un cancaneo y un formidable esfuerzo. Como en carnaval, la gente se propone otra, en concreto en la Feria, que lee. Disfrazarse de lector una vez al año -y hasta de escritor: de todas las tonterías que hace Madrid con su Feria no es la menor haber vuelto a admitir en ella la autoedición- resulta sano y gratificante, como disfrazarse de payaso o de Pocoyó.

Realmente no se me ocurre ningún motivo, salvo el de no tener que ir, para cerrar o sepultar la Feria del Libro de Madrid.

Por extraño que parezca, tengo más motivos en contra de su traslado.

Contra la traición

Por ejemplo, que soy conservador. Me gusta que las cosas, las físicas y palpables, no se muevan. Que el bar de la esquina me acompañe hasta el final de mis días, y todos los demás negocios, y el trazado de las calles y la mierda en las estatuas. Prefiero una ciudad envejecida a una ciudad traicionada. En Bilbao muchos son de este palo, y echan de menos una ría que, siendo sucia, era suya.

Que llueva sobre libros y lectores es mucho más enriquecedor que el llover natural sobre las plantas

Así, algo que lleva haciéndose en el mismo sitio tantísimos años me da simple pena que lo cierren. ¿Sobre qué nos vamos a alegrar que llueva en junio? Que llueva sobre libros y lectores es mucho más enriquecedor que el llover natural sobre las plantas. Que llueva sobre las plantas es lo que en literatura se conoce como obviedad; que llueva sobre la propia literatura, es lo que se conoce como putada, o sea, poesía.

Las tradiciones, qué duda cabe, son bonitas. Matar toros también. Yo nunca he visto una corrida, quito la tele cuando salen, me marea la sangre y todo lo que quieran. Pero echar el toreo de Madrid me parecería mal. De alguna manera tienes que dialogar con tus abuelos muertos. De alguna manera, son tus abuelos muertos los que dejan los regalos de reyes a tus hijos. La cabalgata de Reyes Magos me trae sin cuidado, a no ser que alguien quiera cargársela.

placeholder Colas en la última Feria del Libro de Madrid en el parque del Retiro. (EFE)
Colas en la última Feria del Libro de Madrid en el parque del Retiro. (EFE)

Asumo que ya saben por dónde voy.

La Feria del Libro de Madrid sólo tiene sentido con sus convicciones. Yo creo de hecho que hay que hacerla todavía más antigua. Más nazi. Echar a gente. Echar la tecnología. Que no se pueda pagar con tarjeta. Poco a poco la feria será un viaje en el tiempo, y obviamente todo el mundo querrá visitar un sitio donde aún son posibles las manualidades del vivir, contar billetes, pasar páginas, escribir dedicatorias, sisar algún que otro volumen.

Una convicción muy de la Feria es que los libreros se mueran de calor en las casetas, y eso también hay que mantenerlo. Indiscutible, asimismo, es que algo ridículo debe humillar a los escritores de verdad, ya sean ese algo los cocineros, ya los youtubers. Esta humillación de las largas colas de los escritores de ocasión es fundamental para que la Feria funcione como comedia humana. Ennoblece mucho volver a casa y decirle a tu pareja que has firmado cuatro ejemplares y el gilipollas del youtuber, 400. Ahí hay mucha belleza.

La Feria verde

El evento a debate muchos creen que se compone de libros a mansalva y de la transacción de los mismos, olvidando que todo ello se desarrolla en un marco significativo. No sé si han pensado alguna vez que los árboles, tan bonitos, primero venían sin casa. Quiero decir que un árbol pegado a una casa no es algo natural, lógico, conjuntado. Somos nosotros los que vemos preciosa la fachada de una casa cuando tiene delante un par de robles.

Muchos creen que la Feria se compone de libros a mansalva y de su transacción, olvidando que todo se desarrolla en un marco significativo

Así pasa con la Feria del Libro de Madrid, que el verde de las copas de los castaños y los magnolios, ahí en el Paseo de los Coches, es lo que hace más feria de toda la feria. Yo creo que un día, por probar, podrían subir la persiana las casetas y no tener nada dentro, y la gente no se daría ni cuenta. Los libreros señalarían simplemente la sombra de un árbol moviéndose pausadamente sobre el tablero sin libros, sobre las baldas y los anaqueles vaciados. Y la gente la admiraría, aprendería cosas, la señalaría con el dedo; y hasta creería luego, en su casa, que ha visto un libro.

Porque en realidad habría visto un libro, una sombra que se va.

Es inútil esperar que gentes del ayuntamiento entiendan ni la mitad de lo que acabo de escribir, pues un político o un funcionario es casi ya con toda seguridad el enemigo público número uno de la cultura.

Así que habrá que decirles que la Feria del Libro de Madrid da mucho dinero y muchos puestos de trabajo; y ya está.

Parece que cada año le quitan un renglón más a la Feria del Libro de Madrid y se achican las casetas y se endurecen las medidas higiénicas y las normas sobre la circulación de los vehículos que aprovisionan de libros y, en fin, que hasta se plantean ya cerrar el chiringuito en el Retiro y llevarlo a IFEMA, una especie de morgue. Me he puesto a pensar en motivos a favor y en contra de que la Feria del Libro de Madrid cierre o se traslade, que viene a ser lo mismo, y ahí van.

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