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Cuando escuchas un teléfono que no está sonando: el contorno de la locura
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Alberto Olmos

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Cuando escuchas un teléfono que no está sonando: el contorno de la locura

En Desmesura Fernando Balius propone un relato autobiográfico sobre un trastorno mental tan llamativo como aterrador

Foto: Ilustración de 'Desmesura' (Bellaterra)
Ilustración de 'Desmesura' (Bellaterra)

Mi amigo Héctor Luna me regaló un libro titulado 'Desmesura' (Bellaterra) y me dijo que su autor, Fernando Balius, a su vez amigo suyo desde hace tiempo, le había dejado dos preguntas para mí: 1) que por qué yo nunca leía novela gráfica, y, sobre todo, 2) que por qué yo no había leído su libro. Ya ven lo que tengo que aguantar. El libro, en la solapa, me mostraba al autor con una bolsa de plástico en la cabeza. “Lleva una bolsa de plástico en la cabeza”, le comenté a mi amigo. “No es una bolsa, es una hoja de col”. “Bueno... Además”, seguí con la solapa, “se define a sí mismo como filósofo. ¿Qué es un filósofo, por favor? Aquí cualquiera es filósofo o poeta del reino, madre de Dios.” Mi amigo tomó de improviso el móvil y comunicó esta objeción vía whastapp al autor del libro, iniciándose un intercambio de pareceres muy razonable. La palabra “cabrón” viajó desde algún lugar de España hasta la coordenada ocupada por el que esto les narra. Avisado de que el libro trataba de la locura de Fernando Balius, concretamente de su condición clínica de escuchador de voces, hice un gesto con el dedo alrededor de mi sien, el clásico gesto del índice alrededor de la sien, ya saben. Estábamos bebiendo y era viernes por la noche: apelo a sus propios viernes por la noche. “Hazlo otra vez, lo del dedo; eso le va a encantar”, me dijo mi amigo, y me tomó una foto haciendo ese gesto, y se la envió al autor. Al final va a resultar que sí que es filósofo, pensé.

placeholder 'Desmesura' (Bellaterra)
'Desmesura' (Bellaterra)

Escuchar voces. Este asunto nos ocupó un buen rato de la noche. Recordé mi escepticismo cuando le leí a Nabokov la confesión de que veía las letras de colores, pongamos que la A de rojo y la B de azul, eso que llaman sinestésicos. Mi amigo, experto en personas con trastornos mentales, me aseguró que la escucha era real, extraordinaria, no como cuando tú piensas o recuerdas o lees, o una canción se te mete en la cabeza. Me acordé de la película 'Una mente maravillosa'. Y me acordé también de un monólogo de Dave Chappelle, de un bloque que dedica a los transexuales, donde dice: “Una persona que siendo mujer se siente hombre me parece, dicho así, gracioso. Qué quieren, yo creo que es gracioso”. Si uno dice esto en España, es hombre muerto. Pero en Estados Unidos, dictadura fascista, lo puedes decir en Netflix y te dan de dos millones de dólares.

Fernando Balius nos cuenta en su libro que si hay algo que le ayuda a sobrellevar su esquizofrenia coral es el humor

Yo creo que escuchar voces es gracioso, visto así, en superficie. Le pregunté a mi amigo si, estando una persona presente, el escuchador de voces podía estar escuchando la voz de esa persona al mismo tiempo, desdoblada y diciéndole otras cosas. Me dijo que sí. Era de todo punto fascinante este asunto, el de los “voice hearers”, que dicen en inglés. Hay hasta congresos internacionales de escuchadores de voces, donde, aunque no puedes escuchar las voces de los demás, puedes conocer a esos otros que saben de lo que hablas, de lo que te hablan. Fernando Balius ha asistido a alguno, según nos cuenta en su libro. También nos cuenta en su libro que si hay algo que le ayuda a sobrellevar su esquizofrenia coral es el humor.

Sin pasar por el oído

'Desmesura', ya en segunda edición, cuenta con el apoyo dibujante de Mario Pellecer Ruiz, cartero de oficio. A mí eso de decir que eres cartero me gusta. Acostumbrado a dibujantes y escritores que se creen dibujantes o escritores, un cartero que dibuja me parece más noble. Sus dibujos, obviamente, recorren entera la paleta del color azul, sustancia habitual de los abismos.

Fernando Balius (nombre artístico) nos cuenta su caso. Desde los diecinueve años voces conocidas empezaron a hablarle sin pasar por el oído, desde la cavidad íntima del pensar. Yo le he dado algunas vueltas a este fenómeno, trayéndolo a mi propio ser, y he concluido una cosa: qué-puto-miedo. Es aterradora la idea de oír de pronto, de no poder enseñorearse de la propia soledad, siempre silenciosa. Si ya te pone la cabeza como un bombo mucha gente que no para de hablar, imaginen cómo te la debe de poner una gente de la que no puedes distanciarte, que habla cuando quiere, que dice lo que más pueda dolerte. Parece que las voces, en general, suelen ser adversativas.

placeholder Ilustración de 'Desmesura' (Bellaterra)
Ilustración de 'Desmesura' (Bellaterra)

Balius no localiza en su biografía un trauma mayor que justifique esta entrada en la esquizofrenia, aunque sí deja claro que su familia, y buena parte de sus amigos (y la sociedad toda, para qué engañarnos), hizo en principio como si nada, avergonzados o atónitos ante la deriva psiquiátrica de Fernando. “No necesitaba malgastar energías en ocultarlo. De eso ya se encargaban los demás”. Metido hasta el cuello en su quebrada realidad, Fernando Balius hizo lo esperable: acudir a la sanidad pública, ingerir múltiples fármacos cuyo solo nombre los anticipaba desaconsejables, pasar de terapeuta en terapeuta esperando cosechar algo de cariño y leer todo lo publicado sobre la escucha de voces, congreso en Inglaterra incluido. “No sé de nadie que haya enloquecido a quien la vida le haya tratado demasiado bien”. Eso es lo que aprendió nuestro hombre.

No sé de nadie que haya enloquecido a quien la vida le haya tratado demasiado bien

Desmesura concluye con un listado de percances cotidianos aparejados a la condición del escuchador de voces, como el de oír “el timbre del teléfono aunque no esté sonando. Y ese timbre incluso puede pertenecer a un aparato concreto del pasado. Cuando me percato, deja de oírse” o el exceso de locuacidad, que el autor trata de controlar poniéndose notas en su lugar de trabajo donde se ordena a sí mismo estar callado. Notas escritas en vasco o en japonés, para que los demás no puedan leerlas.

'Desmesura' es un libro bonito. Seguramente aquí habría que decir que es un libro que pone sobre el tapete un asunto del que la sociedad no quiere enterarse y que su autor ha sido muy valiente al escribirlo y que vamos todos juntos a ayudar a los escuchadores de voces ahora que tenemos un rato. Yo lo único que quiero que ustedes sepan es que se trata de un libro muy bonito.

Mi amigo Héctor Luna me regaló un libro titulado 'Desmesura' (Bellaterra) y me dijo que su autor, Fernando Balius, a su vez amigo suyo desde hace tiempo, le había dejado dos preguntas para mí: 1) que por qué yo nunca leía novela gráfica, y, sobre todo, 2) que por qué yo no había leído su libro. Ya ven lo que tengo que aguantar. El libro, en la solapa, me mostraba al autor con una bolsa de plástico en la cabeza. “Lleva una bolsa de plástico en la cabeza”, le comenté a mi amigo. “No es una bolsa, es una hoja de col”. “Bueno... Además”, seguí con la solapa, “se define a sí mismo como filósofo. ¿Qué es un filósofo, por favor? Aquí cualquiera es filósofo o poeta del reino, madre de Dios.” Mi amigo tomó de improviso el móvil y comunicó esta objeción vía whastapp al autor del libro, iniciándose un intercambio de pareceres muy razonable. La palabra “cabrón” viajó desde algún lugar de España hasta la coordenada ocupada por el que esto les narra. Avisado de que el libro trataba de la locura de Fernando Balius, concretamente de su condición clínica de escuchador de voces, hice un gesto con el dedo alrededor de mi sien, el clásico gesto del índice alrededor de la sien, ya saben. Estábamos bebiendo y era viernes por la noche: apelo a sus propios viernes por la noche. “Hazlo otra vez, lo del dedo; eso le va a encantar”, me dijo mi amigo, y me tomó una foto haciendo ese gesto, y se la envió al autor. Al final va a resultar que sí que es filósofo, pensé.

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