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¿A qué colegio llevaría a su hijo si fuera rico? Al público no, no mienta
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Alberto Olmos

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¿A qué colegio llevaría a su hijo si fuera rico? Al público no, no mienta

El debate sobre educación, pública, privada y concertada, siempre ignora la aspiración social de los padres que se esconde detrás de la elección de colegio

Foto: Inicio del curso escolar.
Inicio del curso escolar.

Goza de una inexplicable popularidad el mito de que la gente lleva a sus hijos a la escuela exclusivamente para que aprendan cosas. Este mito se propaga y fortalece gracias al debate pirotécnico sobre la calidad de la enseñanza. Se da por hecho que los padres están muy preocupados por la calidad de la enseñanza y que los políticos están muy preocupados por la calidad de la enseñanza, y que el sistema educativo, con sus ramificaciones público/privado/concertadas, sufre dinámicas complejas derivadas del tira y afloja del empleo de los fondos públicos en relación con el deseo de los padres (“libertad de elegir colegio”) de que sus hijos reciban una buena educación. Este debate, toda vez que está fundamentado en un mito, nos sobrevivirá inevitablemente.

Yo, que disfruto escribiendo sobre todo de cosas acerca de las cuales no tengo ni puta idea, les invito a verlo de otra forma. Les invito de hecho a dedicar un momento a pensar en la demoledora, indecorosa, innegociable y despiadada realidad de unos padres cuyo principal objetivo en relación con la educación de sus hijos es que no vayan al mismo colegio que los tuyos.

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Así, en este estadio primitivo del debate, no habría nada ni remotamente parecido a la 'calidad de la enseñanza', pues este concepto sería sustituido por otro menos noble: 'la calidad del alumnado'. Esto quiere decir que los padres, al elegir colegio, eligen sobre todo con qué niños se va a mezclar su hijo, y que todo lo demás solo es importante una vez que lo realmente importante para ellos ha quedado resuelto: que sus hijos no vayan al colegio con niños pobres, con niños de etnia gitana, con hijos de inmigrantes o con chavales problemáticos.

No habría nada ni remotamente parecido a la 'calidad de la enseñanza', pues este concepto sería sustituido por 'la calidad del alumnado'

Visto así, entenderíamos por qué tantos padres empadronan falsamente a sus hijos en casas en las que no viven a fin de obtener los puntos necesarios para pasar el corte en determinados centros; y entenderíamos también por qué tantos colegios elevan informes o fichas o estadillos donde dicen al ministerio o a la autoridad competente haber cubierto todas sus plazas, de modo que no puedan enviarles niños que no quieren recibir, justamente porque rebajarían el prestigio del colegio y algunos padres dejarían de solicitar su ingreso en él.

Y explicaría por qué son tan extraordinariamente bochornosas las visitas que organizan los centros educativos a los padres de alumnos posibles o futuros, visitas donde la directora del colegio y sus profesores se ven obligados a vender su institución con una simpatía y un entusiasmo propios del relaciones públicas de un bar de copas, esclavos a su vez de la clientela para no acabar cerrando.

¿No resulta todo esto un poco chocante si de lo que iba el debate era de 'la calidad de la enseñanza'? ¿Por qué ha de temer una directora por el futuro de su centro si lo único importante es la excelencia en modo alguno comercializable de su trabajo? ¿Cuándo se convirtieron los colegios públicos (y, ya que estamos, también los hospitales) en empresas supeditadas a una demanda sostenida y satisfecha y, por tanto, dependientes también del 'marketing' y, en fin, de trapacerías de todo tipo? ¿No expresa —muy miserablemente, además— preocupación por la 'imagen de marca' mentir sobre las plazas ocupadas de un centro para que no lleguen alumnos que hagan a los padres de otros alumnos llevar a sus hijos a otro colegio?

Foto: "Hijo mío, mi regalo de cumpleaños va a ser un apartado postal en el mejor barrio de la ciudad". (iStock)

Deberíamos detenernos en qué significa exactamente la educación pública para un padre que amaña el padrón de sus hijos para que entren en un colegio público concreto. ¿Hay educación pública o educaciones públicas? ¿A qué obedece que se considere a unos colegios públicos mejores que otros colegios públicos si los profesores no se 'fichan' por currículo como si fueran ingenieros sino que caen en uno u otro centro de forma prácticamente aleatoria (oposición y puntos en relación con las plazas libres)?

Así las cosas, la escuela privada no resultaría atractiva en primer lugar por ofrecer enseñanza religiosa o de supuesta mayor calidad o con métodos importados de una comuna filipina sino, precisamente, por proponer 'calidad del alumnado' para aquel que pueda pagársela. Es la calidad del alumnado, ese concepto tan subliminal como abiertamente discriminatorio, lo que lleva a los padres a elegir en efecto la escuela privada, y todo lo demás, muy interesante sin duda, viene luego. En Madrid, casi la mitad de los alumnos va a colegios privados o concertados, lo cual quiere decir que hay una mitad de Madrid que no quiere ir a clase con los hijos de la otra mitad. Lo cierto es que casi todos los padres sueñan con llevar a sus hijos al colegio al que van los hijos de los ministros, de los actores, de los directores de periódicos, de los empresarios de éxito y de las estrellas de televisión. Los padres no escogen un colegio para sus hijos, escogen unos amigos para sus hijos, unos contactos, un mantillo social, tu José María Aznar para mi Juan Villalonga. El único criterio educativo realmente indiscutible para un millonario, queridos amigos, es que va a llevar a su hijo al colegio más caro de la ciudad.

De hecho, ¿a qué colegio llevaría usted a sus hijos si fuera rico?

Imaginen que el curso que viene se llevara a cabo este experimento: que los alumnos del Instituto Ciudad de Jaén de Madrid de un año concreto entraran todos en el Colegio Estudio y que los muchachos y muchachas del mismo año del Estudio se fueran todos a estudiar durante un curso a este instituto ubicado en Usera. ¿Cómo creen ustedes que funcionaría la fascinante metodología educativa del Colegio Estudio con el alumnado más conflictivo de Madrid? ¿Quién ganaría, la educación o la calle? ¿Cuántos alumnos del Estudio aguantarían una semana siquiera en el Jaén? Y si todos los profesores del Jaén se fueran también a dar clase al Estudio y viceversa, ¿quién parecería de pronto mejor profesor y quién se revelaría enseguida como un pésimo docente? ¿Calidad de la enseñanza? A lo mejor no es exactamente eso lo que tenemos en la cabeza cuando hablamos de educación.

También hay bares míticos que cierran y todo aquel que nunca los visitó llora su pérdida con entrañable epilepsia emocional en las redes sociales

Por supuesto, bate plusmarcas de cinismo que tanta gente defienda la educación pública mediante la práctica invariable de huir desesperadamente de ella. También hay bares míticos y cafés centenarios y librerías históricas que cierran y todo aquel que nunca los visitó llora su pérdida con entrañable epilepsia emocional en las redes sociales.

Porque en la educación pública solo creen aquellos que, pudiendo permitirse colegios privados, llevan a sus hijos al colegio público que, por puntos, les corresponde. No hay más. La educación pública es exactamente tu hijo defendiéndola en primera línea. Por ello, no se necesita más dinero para educación, sino más alumnos, esto es, más militancia, porque con los alumnos vendría sin duda el dinero.

Todos los demás no creen en la educación pública ni de casualidad.

Goza de una inexplicable popularidad el mito de que la gente lleva a sus hijos a la escuela exclusivamente para que aprendan cosas. Este mito se propaga y fortalece gracias al debate pirotécnico sobre la calidad de la enseñanza. Se da por hecho que los padres están muy preocupados por la calidad de la enseñanza y que los políticos están muy preocupados por la calidad de la enseñanza, y que el sistema educativo, con sus ramificaciones público/privado/concertadas, sufre dinámicas complejas derivadas del tira y afloja del empleo de los fondos públicos en relación con el deseo de los padres (“libertad de elegir colegio”) de que sus hijos reciban una buena educación. Este debate, toda vez que está fundamentado en un mito, nos sobrevivirá inevitablemente.

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