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No volveré a ver 'Parásitos': una película del montón que no se creen ni en Corea
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Alberto Olmos

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No volveré a ver 'Parásitos': una película del montón que no se creen ni en Corea

La película de Bong Joon-ho nos advierte de que el futuro del cine pasa por la sugestión planetaria de que cualquier cosa es una obra maestra

Foto: Fotograma de 'Parásitos'
Fotograma de 'Parásitos'

No es tan raro que una película del montón pase a la historia del cine. Hacer historia consiste en que una anécdota se vuelva efeméride, y que siga el camino lógico hasta acabar en una tarjeta del Trivial Pursuit. Quesito rosa: ¿cuál fue la primera película de habla no inglesa en ganar el Oscar a la mejor película del año? 'Parásitos', de Bong Joon-ho. Pero quizá medie un abismo entre los quesos de colores del Trivial Pursuit y la cultura, queridos amigos.

También hubo una primera película española, otra primera película francesa y otra primera película sueca en llevarse el Oscar a la mejor cinta extranjera. ¿Es siquiera 'Volver a empezar' una de las veinticinco mejores películas de la historia del cine español? ¿Es el primer actor negro en ganar la estatuilla el mejor actor negro de todos los tiempos? ¿Ustedes creen que cada vez que gane una mujer el Oscar a la mejor dirección será la mejor directora del momento? Obviamente no. Son las sinergias sociales, las pequeñas rencillas secretas de una industria y el ánimo con que se levantan un puñado de académicos lo que instaura esta lotería del reconocimiento en la que nos movemos. Quizá 'Joker' no podía ser la mejor película con la mejor dirección porque su director había rodado antes 'Resacón en las Vegas'. ¿Qué es esto de hacer películas chorras y, cuando te pones serio, ganar el Oscar? Quizá Tarantino y Scorsese estaban ya muy vistos por las alfombras rojas. Quizá Corea del Sur compra mucho en Amazon. Yo qué sé.

placeholder Bong Joon Ho posa con los Oscar a la Mejor Película y a la Mejor Película Extranjera (EFE)
Bong Joon Ho posa con los Oscar a la Mejor Película y a la Mejor Película Extranjera (EFE)

No pocas de las películas que se llevaron el Oscar a la mejor película internacional podían haber inaugurado ese sacrilegio que supone desbancar a una película hecha en Hollywood como la mejor del año. 'El ladrón de bicicletas' o 'Rashomon' se conformaban muy plácidamente con ese premio en paralelo mientras cintas que hoy nadie pone a su altura ('Todos los hombres del rey' y 'Un americano en París', en concreto) se llevaban el premio gordo. Era pronto, en los años 50, para algo tan rompedor como decir que lo de fuera es mejor que lo de Los Ángeles. Pero ya en el siglo XXI hubo ocasión de darse este capricho (parecido al de conceder el Nobel de literatura a Bob Dylan: una mezcla de extravagancia y márketing) con 'Una separación', 'Amor' o 'La gran belleza'; por no hablar de todas esas películas extraordinarias que ni siquiera recibieron el Oscar a mejor película extranjera, desde 'Un profeta' a 'La vida de Adèle', pasando por 'Burning', 'El arca rusa' o 'Caché' o 'In the mood for love'. Ahora que nombro todo este cine me están dando unas ganas locas de volver a verlo. De lo que no tengo ganas es de volver a ver 'Parásitos'.

Inverosímil

Bong Joon-ho hace en su multipremiada película lo que lleva haciendo desde que entró en los circuitos internacionales: buen cine comercial. El cine comercial es aquel que repite fórmulas de éxito asegurado, con mayor o menor pericia. Obviamente el director surcoreano es de los que tiene mucha pericia. A la hora de ponerme con 'Parásitos' paladeaba la expectativa, bien que auto-inducida, de ir a contemplar algo que no hubiera visto nunca. Como cuando te enfrentas por primera vez a 'Caché', de Haneke, o a 'Europa', de Lars von Trier. Esa sensación de estar asistiendo a una cosa nueva o radical o acojonante. Por tema, por técnica o por crudeza. O por belleza.

No hay nada de eso en 'Parásitos', pues toda la película es como ver al Tony Leblanc de Corea del Sur moverse por una casa muy chula de Corea del Sur.

'Parásitos' es como ver al Tony Leblanc de Corea del Sur moverse por una casa muy chula de Corea del Sur

Nuestro pícaro es Song Kang-ho, actor reiterativo de Bong Joon-ho, que vive en un sótano junto a su mujer y sus dos hijos. El hijo tiene un amigo que le cede las clases particulares de inglés que imparte a una niña pija. Enseguida consigue que su hermana le dé clases de arte al hermano de la niña pija. Enseguida consiguen ambos que el padre se convierta en chófer del padre pijo. Y finalmente no tiene ya ni mérito que logren que la madre acabe de ama de llaves de la madre pija. Parásitos y pijos; oh, la lucha de clases.

Esta peripecia juguetona aboca a la comedia sofisticada que nos ofrece Bong Joon-ho, mediante un guión que detestaría Abbas Kiarostami (el director iraní considera, muy inteligentemente, que los guiones perfectos, donde todo encaja y la piedra del principio sale también al final, dejan fuera al espectador) y que nos recuerda a otros trampantojos domésticos vistos en el cine, desde 'Familia', de León de Aranoa, a 'En la casa', de Ozon. Muy lejos queda, como veremos, 'El sirviente', de Joseph Losey.

Este atractivo planteamiento resulta pronto del todo inverosímil. Primero, porque la familia pícara se vuelve maestra del engaño unos viente minutos después de que Bong Joon-ho se ponga a rodar. Antes, eran pobres de solemnidad y nada sabían de enriquecimientos embusteros, así fueran de poca monta. Pero súbitamente son capaces de dar el golpe maestro del tocomocho: camelar todos ellos a todos los miembros de una familia pudiente.

placeholder Alfonso Cuarón y Yalitza Aparicio durante el rodaje de 'Roma' (EFE)
Alfonso Cuarón y Yalitza Aparicio durante el rodaje de 'Roma' (EFE)

La inverosimilitud de este engaño no se localiza sólo en que un chaval que no sabe inglés enseñe inglés y una muchacha que nada sabe de arte dé lecciones de pintura, o que un señor sin coche domine a la perfección los semáforos y los parabrisas mientras su mujer, zafia y desordenada en su propio hogar, aplica a la perfección los protocolos del servicio doméstico. Sino en que unos señores surcoreanos contraten empleados fiándose de sus empleados y no de otros señores. Los ricos no le preguntan al jardinero si conoce un buen chófer, se lo preguntan al que vive en el chalet de enfrente. Para ser una película sobre, oh, la lucha de clases, su director ignora lo más básico: que los ricos sólo se fían de los ricos.

Quiere decirse que este guión, protagonizado por actores españoles, estaría a la altura de 'El otro lado de la cama 3'. El hecho de que ustedes se lo hayan creído, y se hayan sentido ante una obra maestra, tiene su explicación: sus prejuicios. Ustedes creen que los asiáticos son raritos, singulares, infantiloides. Que compran un casoplón y no saben que tiene sótano. Que reciben la esmaltada tarjeta de una agencia falsa de servicios domésticos y ni miran su página web. Debe de ser su cultura, se dicen ustedes, una costumbre coreana: contratar para entrar a trabajar en tu hogar al primero que pasa.

Luchas de clases

Lo más fascinante de la recepción de 'Parásitos' es lo de, oh, la lucha de clases. He leído reseñas que han visto en este depurado producto comercial una andanada prácticamente letal contra el capitalismo, el ultracapitalismo y el neoliberalismo. Todo porque salen pobres, ricos y un cuchillo muy largo. ¿No reflejaban mucho más cruda y complejamente la diferencia entre privilegiados y marginados 'Caché', 'Smoking Room' o 'Dos días y una noche'? ¿A ustedes los pobres de 'Parásitos' les parecen tan pobres como los de 'La influencia', 'De óxido y hueso', 'Mi nombre es Joe' o 'Nadie sabe'? ¡Ojalá un mundo con pobres tan simpáticos como los de Corea del Sur, que no saben armar cajas de pizza y eso es lo peor que les pasa!

¡Ojalá un mundo con pobres tan simpáticos como los de Corea del Sur, que no saben armar cajas de pizza y eso es lo peor que les pasa!

Esta lucha de clases crudelísima que ve la gente en 'Parásitos' no se diferencia en nada de la que aparece en 'Los juegos del hambre', y hasta resulta menos sugerente que la que vimos en una película anterior de Joon-ho, 'Snowpiercer', donde la cuestión estamental era tratada con mayor perspicacia.

La idea de un capitalismo parasitario resulta de una simpleza devastadora, y la propia película está a punto de desmontarla por sí misma. En efecto, la familia Kim no quiere aprovecharse de la familia Park, sino ser la familia Park, tener su casa. Del mismo modo que 'Parásitos' no quiere cambiar la industria del cine haciendo un cine distinto al que hacen en Hollywood: quiere hacer exactamente el mismo cine. Es mucho más exótica, incluso para un público español, una película sobre Murcia como 'El año del descubrimiento', de Luis López Carrasco, que esta película sobre Corea del Sur donde Corea del Sur parece perfectamente intercambiable con Carolina del Sur.

No me cansaré de repetirles que el capitalismo no va de un 1% que se aprovecha del 99% restante, sino de un 100% que quiere ser ese 1% y nada le importan los demás.

'Parásitos', en fin, es ya poscine, como 'Roma' o 'El irlandés' o 'Dolor y gloria'. Se puede convencer a todo el mundo de que hay algo nuevo y único sin necesidad de crear algo nuevo y único, sólo vendiendo lo emocionante que es asistir todos juntos al surgimiento de algo nuevo y único. ¿Cómo resistirse a la comunión global -a ser posible vía Netflix- de las grandes narrativas inanes?

No es tan raro que una película del montón pase a la historia del cine. Hacer historia consiste en que una anécdota se vuelva efeméride, y que siga el camino lógico hasta acabar en una tarjeta del Trivial Pursuit. Quesito rosa: ¿cuál fue la primera película de habla no inglesa en ganar el Oscar a la mejor película del año? 'Parásitos', de Bong Joon-ho. Pero quizá medie un abismo entre los quesos de colores del Trivial Pursuit y la cultura, queridos amigos.

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