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El mejor libro sobre la maternidad que puedas leer
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Alberto Olmos

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El mejor libro sobre la maternidad que puedas leer

'Casas vacías', la estupenda primera novela de Brenda Navarro nos lleva a considerar la gran distancia que media entre el panfleto y la literatura

Foto: maternidad natalidad bebé Imagen de one_life en Pixabay.
maternidad natalidad bebé Imagen de one_life en Pixabay.

Hablar bien sobre 'Casas vacías' (Sexto Piso), la primera novela de la mexicana Brenda Navarro, tiene su peligro; en concreto, el de ser confundido con todos esos que a su vez pueden hablar bien sobre 'Casas vacías'. Es fácil hablar bien de este libro, mayormente por los motivos equivocados. Aquí el elogio carece de riesgo, la apuesta, de criterio, el encomio, en fin, de argumento. Si uno no sabe leer, digo.

Partimos de expectativas de lectura sumamente vitaminadas, pues la autora (mujer) escribe sobre maternidad (en principio, de forma crítica con el capitalismo y el patriarcado) y además se declara feminista en su biografía, donde consta también la creación de una editorial (#Enjambreliterario) que publica exclusivamente a mujeres. ¿Qué tiene esto que ver con la calidad de un libro? Todo y nada.

placeholder 'Casas vacías'
'Casas vacías'

La obviedad de que pueden escribirse novelas malísimas con intenciones moralmente impecables no habría ni que explicitarla si aún regara nuestro tiempo el más elemental sentido común. Sin embargo, acabo de explicitar esa obviedad. Casas vacías sólo puede no gustarte si eres mala persona, parece ser el marco de recepción creado en torno a la obra, pues la intención de una novela es hoy indistinguible de su calidad. Si tu novela trata sobre desahucios, es buena, del mismo modo que si trata acerca de niños violados o inmigrantes ilegales, toda vez que adoptes una postura moralizante. Los críticos se lo pensarán dos veces antes de afirmar que esa obra de denuncia es un disparate o un bodrio o un artefacto fallido, como puede serlo perfectamente pues, como sabemos desde Gide, las buenas intenciones no es raro que se plasmen en libros defectuosos. Escribir para caer bien suele lograr que caigas bien, pero no que escribas bien.

También sucede que cuando un autor no tiene nada que decir se pone a decir lo que sea que esté de moda, y novela un conflicto que sale mucho en los periódicos. Yo sólo creo en las novelas cuyo asunto le quema a su autor, independientemente de que la sociedad esté justo esos días hablando sobre ello. Abrir una conversación, he ahí una meta literaria.

Maternidad

Así las cosas, una novela más, un libro más, sobre el conflicto de la maternidad no es precisamente lo que me hubiera puesto yo a leer de buena gana. Van ya como cuatrocientos libros malísimos sobre ser madre. Si encima el libro viene jaleado por el habitual coro de amigos escritores que aún cree que elogiarse entre ellos surte algún efecto, ni les cuento. Pero pasa que 'Casas vacías' no es un libro más.

Un libro realmente bueno, como 'La uruguaya', de Pedro Mairal, o 'Tierra de mujeres', de María Sánchez, lo detecta aquel que escribe porque, antes de acabarlo, le invaden unas ganas muy felices de ponerse a escribir. Esto se debe a que lo que está bien hecho parece fácil. Así, 'Casas vacías' fluye como una obra evidente, accesible, que sale del árbol mismo de lo real, y que sólo necesitó que alguien lo arrancara amorosamente de su rama; en este caso, Brenda Navarro.

placeholder Brenda Navarro
Brenda Navarro

La novela arranca con un conflicto ciertamente peliculero: una madre mira su móvil en un parque y cuando levanta la vista su hijo de tres años ha desaparecido. La madre se interroga sobre el paradero de su hijo, vislumbra horribles posibilidades, hace las gestiones obligadas para que la policía asuma el caso y nos cuenta su vida marital y familiar, marcada por hijos que una no quería o que incluso no eran suyos.

Este primer monólogo con que se arma la novela despide un tono similar al que solemos encontrar en la obra de Pizarnik, Jelinek o Duras; esto es, una pasión intelectualizada. Lo acertado de la elección, amén de la prosa fantástica que supura, es cómo esta forma de pensarse madre y mujer nos indica también un estatus social elevado.

El habla popular mexicano en todo su esplendor, deliciosa todavía para los que (¡todavía!) nos fijamos en la plasticidad de un idioma

Porque el segundo monólogo que, entreverado con el primero, conforma 'Casas vacías', presenta un registro completamente diferente. Es el habla popular mexicano, la variante dialectal en todo su esplendor, deliciosa todavía para los que (¡todavía!) nos fijamos en la plasticidad de un idioma, pero que sirve además para señalar sin caer en caricaturas la baja condición social de la mujer que nos interpela. “Por un lado te dicen que le eches ganas, que mejores la raza, que no te quedes pobre, pero si le buscas, te dicen arribista, pinche arribista que te avergüenzas de los tuyos, pero si te quedas en donde dicen que es tu lugar, pues entonces que luego luego se te nota lo india, lo quesadillera, lo verdulera, lo totonaca.”

Realmente no sabría decirles cuál de los dos monólogos me parece más encantador y memorable, más literatura.

Malas madres

Así, yendo de una mujer a otra, de una madre culta que vive el suplicio de la mala madre (lógicamente perder a tu hijo en un parque es medalla de oro de mala madre) a una mujer humilde que trata de restañar el trauma de no haber podido ser madre, recorremos la paleta entero de lo que, en otra autora, habrían sido topicazos consecutivos acerca del machismo. Hay un asesino de mujeres (la hija mayor de la perdedora de niños es hija de su cuñada, víctima mortal de su esposo), un maltratador que además es impotente (el marido de la mujer humilde), un pánfilo (el marido de la mujer educada) y alguna caída puntual en la inverosimilitud dialógica más doctrinal: “¿Allí también os matan?”, pregunta la suegra española.

Lo curioso, gracioso, desesperante de esta uniformidad crítica con los hombres es que yo no la he notado por el texto en sí, es decir, porque éste fuera sesgado; sino por el acento que pone la presentación de la autora en su activismo feminista. Así, lo que perjudica al libro es que pueda leerse como la exudación panfletaria de un posicionamiento político, lo que llevaría a un anti-feminista torpón a criticarlo por exactamente los mismos motivos endebles que llevan a las feministas a criticar una película donde todas las mujeres se comportan malvadamente. Del mismo modo que una película donde todas las mujeres son malvadas no está diciendo que todas las mujeres sean malvadas, 'Casas vacías' no dice que todos los hombres sean maltratadores aunque no se vea otra cosa en el libro que hombres maltratadores. La gente, amigos, sólo trata de contar bien una historia.

Y Casas vacías cuenta su historia de forma excelente, y en unas muy agradecibles -por limitadas- 160 páginas. Es un libro con el que incluso pueden ustedes por fin aprender a leer.

Hablar bien sobre 'Casas vacías' (Sexto Piso), la primera novela de la mexicana Brenda Navarro, tiene su peligro; en concreto, el de ser confundido con todos esos que a su vez pueden hablar bien sobre 'Casas vacías'. Es fácil hablar bien de este libro, mayormente por los motivos equivocados. Aquí el elogio carece de riesgo, la apuesta, de criterio, el encomio, en fin, de argumento. Si uno no sabe leer, digo.

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