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Un poco de piedad con los ricos, por favor: cómo aprendí a perdonarlos
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Alberto Olmos

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Un poco de piedad con los ricos, por favor: cómo aprendí a perdonarlos

Hay muchas formas de volverse rico y toda ellas acaban igual: la gente te odia

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Ser rico le puede pasar a cualquiera. Quizá por ello habría que dispensar a esta minoría un trato algo más piadoso. Noto yo mucha inquina contra los ricos, sobre todo ahora, que la pobreza viene pisando fuerte. La dialéctica pobre/rico, siendo crucial, a mí me parece poco práctica, porque no acaba de explicar nada. La dialéctica que aquí trataremos de iluminar huye del enfrentamiento y señala una metamorfosis. Porque, en efecto, ser rico le puede pasar a cualquiera.

Asumo que usted es pobre si me está leyendo a mí. Escribo para el pobre, busco un público, quiero ser leído en ayunas. Siendo pobre, usted cree que le han robado. El consuelo del pobre es que el dinero que no tiene lo tiene otro. No lo dejó de ganar, sino que se lo quitaron. Así, está muy extendida la creencia de que el rico es empresario y el pobre, obrero. El empresario explota a sus obreros y de esa manera gana diez, quince, cien veces más que todos ellos juntos. Es fascinante la cantidad de gente que se cree esta chorrada.

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Mi padre es un pequeño empresario, y a la única persona que ha explotado de verdad en toda su vida ha sido a él mismo. Entender el alma del empresario me ha llevado —incluso a mí, que soy muy listo y tenía uno en casa— media vida. Anoten: el empresario es un artista. Y, al igual que el artista, solo vive para su obra. La empresa.

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El empresario no es una persona que desee dinero, sino una persona que busca la fama y el reconocimiento de su creación. Eso es lo que debemos entender. Como le sucede al escritor o al pintor con sus libros o sus cuadros, la fábrica, el taller o el restaurante están incluso por delante de la familia. No ya de los trabajadores que tenga contratados, sino hasta de los propios hijos del empresario. Al que le importa de verdad el dinero es al trabajador. Tú solo quieres cobrar y olvidarte del trabajo durante el fin de semana, no quieres saber nada más del trabajo, de la puta empresa, te da igual. El empresario no entiende por qué no amas su empresa, o sea, la Obra. Y es que no todos somos Picasso, esto es, empresarios. Ellos están pensando en su empresa un sábado por la noche cuando tú ya no recuerdas ni que trabajas para ellos. También un director de cine rumia sus películas a todas horas.

Tú solo quieres cobrar y olvidarte del trabajo durante el fin de semana, no quieres saber nada más de la puta empresa, te da igual

Librerías, bares, zapaterías, talleres de marroquinería, lavanderías incluso. La mayoría de las empresas no son Inditex, son Mascotas Gómez. No todos son ricos. No quieren ser ricos. Ser rico es una necesidad. El empresario solo vive una pesadilla, tener que cerrar. Ser rico es la mejor manera de no cerrar. Pero, al igual que un escritor de verdad no deja de escribir porque sus libros no vendan un millón de ejemplares, Pepe o María no cierran su tienda de modas o su invernadero porque no ganen un millón de euros. Les gusta lo que hacen, que es vivir su obra, ese negocio-creación que no existía antes de que ellos lo inventaran y al que han dedicado toda su vida.

Tener dinero es un problema

Cuando llega el dinero, el gran dinero, cuando Mascotas Gómez abre dos tiendas más o Asador Marcos se expande y hay que encargar letreros que digan Marcos II y Marcos III, ese dinero no es realmente dinero para el empresario, sino una cifra de vanidad. A la gente le gustan tus mascotas, tus asados, tu concepto de librería. Y como le sucede a cualquier artista de éxito, ahora tienes que aprender a trabajar en el exceso. El exceso de dinero, de empleados, de compromisos, de enemigos. Como dice mi padre, no tener dinero es un problema, pero tener dinero también es un problema. Todo el mundo va a querer el dinero que tú tienes.

Ser rico le puede pasar a cualquiera. Abres un negocio y te haces rico. Escribes un libro y te haces rico. Le das patadas a un balón lo suficientemente bien como para hacerte rico. Subes vídeos idiotas a YouTube: rico.

placeholder Foto: Carmen Castellón.
Foto: Carmen Castellón.

Pero se puede también ser rico sin necesidad de abrir un negocio o de tener talento alguno. “Nadie se hace rico trabajando”, dicen, de hecho, en mi pueblo. Puedes heredar grandes cantidades de dinero y propiedades. Puede tocarte la lotería. (En realidad, a casi toda la gente que es rica le ha tocado, de alguna manera, la lotería.) Puedes casarte con alguien inmensamente rico, también.

Seguramente, el odio al rico es más enconado con estos casos de riqueza sobrevenida, no sudada, no curricular. El hijo del rico será rico sin haber hecho nada, ¿es eso justo? Por no hablar de la injusticia de ese que simplemente crucificó siete números a voleo en un boleto del Euromillón. Qué hijo de la gran puta. Su patrimonio se nos antoja intolerable, muy molesto. Exprópiese.

Otra chorrada, queridos amigos. Lo cierto es que no hay dinero que uno crea merecer más que el que le llega gratis, por herencia, por suerte, por matrimonio. En 'Teoría de la clase ociosa' (1899), Thorstein Veblen lo dejaba claro: respetamos más el dinero que no se ha ganado trabajando. Es un dinero que todos creemos merecer, como digo. Pero también es un dinero que impone al que lo recibe un halo de distinción, cierta nobleza. Ser rico sin más, sin aparato, es lo mejor de la vida. Sangre azul, designio divino.

Cuando tenga tres millones en su cuenta corriente, darle la mitad a Hacienda le parecerá criminal

Ahora que queremos subirles los impuestos a los ricos y repartir su riqueza les invito a considerar la fatalidad de que usted Dios no lo quiera se haga rico mañana. Pongamos que vuelve la Quiniela, la echa, acierta 15 y gana unos tres millones de euros. Pongamos que muere su abuelo y, en efecto, el viejo tenía cuarenta y dos propiedades inmobiliarias, y a usted le tocan cuatro (un millón de euros en casas, en fin). Incluso piense que hereda de su madre 100.000 euros, mucho y poco a la vez. Bien, usted, que ahora es pobre y exige el dinero de los ricos, va a pelear hasta el último céntimo de esos dineros que le estoy soñando, y no ya para que no se los lleve el Estado, sino incluso para que no se los lleven ni sus propios hermanos. Cuando tenga tres millones de euros en su cuenta corriente, darle la mitad a Hacienda le parecerá criminal, por mucho que siga usted teniendo un millón y medio de euros más que antes de heredar, acertar la quiniela o encontrarse un maletín en un parque. ¿Por qué? Porque usted lo merece, creerá que lo merece, por fin la vida le ha dado lo que merece. ¿Se va a llevar el Estado, los pobres o una ONG su dinero? No. Usted no le va a regalar ni un euro absolutamente a nadie cuando sea rico.

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Puede aprender de Amancio Ortega. Cada vez que da dinero, le criticamos. Cuando regalas dinero, la gente se acuerda de que lo tienes, y no te puede perdonar. Hay varios cientos de ilustres fortunas en nuestro país que no han hecho donación alguna para luchar contra el coronavirus, y que tampoco ayudarán en la crisis económica que se avecina, y nadie se lo ha reclamado. Ni nos hemos acordado de ellos, de sus nombres. Nos hemos ensañado únicamente con la malísima persona que nos ha dado su dinero sin que nadie le obligara a hacerlo.

“El mayor acto de propaganda”, dice el psicólogo y ensayista Adam Philips, “es el que dice: lo que tú realmente quieres es ser rico”. Y añade: “El capitalismo crea una envidia tremenda, pues mucha gente se siente extremadamente desfavorecida y resentida porque vive en una cultura en la que parece que el 1% de la población está disfrutando de la vida tal y como debería ser vivida y todos los demás solo están sufriendo. El problema es que nos han vendido la imagen equivocada de una buena vida”.

Ahora, en España, los ricos son todo lo que hay entre Pablo Iglesias y Amancio Ortega, es decir, entre un chalé en Galapagar y 63.000 millones de euros. El problema exacto de nuestro país es que rico siempre es otro, y por supuesto es al otro al que hay que quitarle parte de lo que tiene, no a ti ni a mí. Es gracioso contemplar hoy a tanta gente con mucho dinero poner cara de pobre y voz de pobre; hasta se ponen camisetas de pobre, y señalan a los ricos. Así, Pablo Iglesias es pobre todavía y va a aprobar una subida de impuestos que empieza justito con el primero que gana más dinero que él. Visto así, yo creo que solo hay una forma real de acabar con los ricos en España: hacer que Pablo Iglesias sea el más rico del país. Entonces ya no habrá ricos, porque Pablo Iglesias siempre contará como pobre, y el resto de los pobres iremos tan contentos detrás de él.

Ser rico le puede pasar a cualquiera. Quizá por ello habría que dispensar a esta minoría un trato algo más piadoso. Noto yo mucha inquina contra los ricos, sobre todo ahora, que la pobreza viene pisando fuerte. La dialéctica pobre/rico, siendo crucial, a mí me parece poco práctica, porque no acaba de explicar nada. La dialéctica que aquí trataremos de iluminar huye del enfrentamiento y señala una metamorfosis. Porque, en efecto, ser rico le puede pasar a cualquiera.

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