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Prostitución: dos de cada tres hombres no han pagado por violar a una mujer
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Alberto Olmos

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Prostitución: dos de cada tres hombres no han pagado por violar a una mujer

El debate más viejo del mundo sigue varado en el respeto por la prostituta y el desprecio por el cliente

Foto: Una prostituta espera en la calle. (Reuters)
Una prostituta espera en la calle. (Reuters)

Nunca he entendido eso de que la prostitución sea 'el oficio más viejo del mundo'. Se trata de un tópico que hasta el feminismo ha pasado por alto. Viene a decir que a las mujeres, nada más aparecer sobre la faz de la Tierra ya se les ocurrió comercializar su cuerpo; que ser mujer y ser puta vino junto. La prostitución no es posible sin dinero, y antes de que existiera dinero existían sin duda muchos oficios. Seguramente, el oficio más viejo del mundo sea hacer pan. Cambiar sexo por cualquier cosa no es prostitución. En 'Un amor', la última novela de Sara Mesa, la protagonista cambia sexo por un tejado nuevo. No se puede ser prostituta por tejados nuevos, pues tampoco necesita uno tantos tejados. La propia protagonista de la novela reflexiona sobre si lo que acaba de hacer la convierte en prostituta, y más o menos concluye que no. El que troqueló las primeras monedas ya ejerció un oficio más viejo que el de prostituta.

Sobre el tema de la prostitución, hay cuatro puntos de vista. El de las propias prostitutas; el de las mujeres que no son prostitutas; el de los hombres que han ido alguna vez de putas, y el de los hombres que no han ido nunca de putas. Yo creo que este último punto de vista es el más interesante, porque nunca se le ha hecho caso. Es verdad que uno siempre cree que su punto de vista es el más interesante.

A diferencia del consumo de cocaína, frecuentar prostitutas no es algo que los hombres vayan aireando por ahí. Hubo un momento en mi vida en el que me di cuenta de lo habitual que era este vicio. De pronto, muchos amigos y conocidos habían ido a un burdel o recogido a una chica con el coche o llamado por teléfono a altas horas de la noche turbia. El destape del puterío me llevó a dos descubrimientos. Uno fue que los hombres no contabilizaban a las prostitutas entre las mujeres con las que se habían acostado. Esto quería decir que no se sentían muy orgullosos de esos encuentros. Otro descubrimiento fue que no importaba lo atractivo, joven o exitoso que fuera un tío, era igualmente posible que acudiera a la prostitución. Se pilla a muchos futbolistas de equipos importantes en orgías con chicas a las que han tenido que pagar. El dinero vuelve más atractivos a los hombres, pero también los vuelve impacientes.

El dinero vuelve más atractivos a los hombres, pero también los vuelve impacientes

Escribo sobre prostitución porque hace algunos días una diputada del PSOE afirmó que en España un tercio de los hombres ha pagado "por violar a una mujer". También he leído un artículo sobre pornografía donde se dice que la pornografía es la otra cara de la prostitución. Este artículo era bastante absurdo. La otra cara de la prostitución es fregar escaleras.

​Frases

Lo de la diputada del PSOE se inscribe dentro de las estrategias contemporáneas de acreditación del discurso. Para ser escuchado y hasta ejercer de portavoz de una posición ideológica, tienes que revelar una rabia mayor que la de tus iguales. Es por eso que quien afirme que hay que fusilar a Felipe VI parecerá más republicano que quien simplemente defienda con sosiego la república. La visceralidad es tomada como una militancia mayor, y se premia que alguien salga escaldado, humillado o amenazado de ese ejercicio de militancia.

La frase de la diputada me gusta mucho, sin embargo. Se puede jugar con ella. Decir, por ejemplo, "100.000 mujeres en España han cobrado por dejarse violar". O: "Uno de cada tres hombres en España ha pagado por no violar a una mujer". Me gustan las posibilidades alegremente combinatorias del idioma. Me gusta decir cosas que tengo que pensar luego qué significan.

La esencia de la prostitución no es que el hombre pueda pagar por sexo, sino elegir

La idea de la diputada es que pagar por sexo es como violar, lo cual no es totalmente disparatado. Solo un poco: si fuera así, entonces no habría violaciones. Sin embargo, en ambos sucesos se da cierto paralelismo, pues la esencia de la prostitución no es que el hombre pueda pagar por sexo, sino que pueda elegir. En la violación, de modo violento y más amenazante, también se elige. El sueño sucio del hombre, en fin, es poder acostarse de inmediato con cualquier mujer que le parezca atractiva.

Sin embargo, en la forma pasiva de la idea, tenemos a esos miles de mujeres que, jugando con el lenguaje, podríamos por tanto decir que "se han dejado violar" por dinero, y que lo hacen varias veces al día. Esto seguro que gusta menos a la diputada. Y no digamos a esas mujeres.

La otra exploración de la frase, siendo casi aleatoria, no deja de decirnos algo: "Uno de cada tres hombres ha pagado por NO violar a una mujer". Sería una perspectiva sobre el asunto muy estimada por los que defienden la prostitución como mal necesario, descompresivo. No es delirante suponer que si no existiera ni el más mínimo rescoldo de prostitución, quizás habría más violaciones. Yo esto no lo tengo claro, pero es plausible.

Hay una cuarta variante, además: "Dos de cada tres hombres no han pagado por violar a una mujer". Quizás es la más absurda, pues parece decir lo que dice, pero también que violaron gratis.

Desprecio a los hombres

Me llama la atención, con todo, el desprecio que se tiene a los hombres que, como suele decirse, recurren a los servicios de una señorita. A mí una fotógrafa me lo preguntó con estas mismas palabras una vez, sin más ni más y sin venir a cuento: "¿Has recurrido alguna vez a los servicios de una señorita?". A lo mejor es que no le parecí muy fotogénico.

El caso es que degradar, humillar y recurrir a la terapia de choque con los hombres que se van de putas es habitual. El Ayuntamiento de Sevilla lo hace mucho, ahora con el eslogan 'No es un tío' (2020), antes con la catalogación de los clientes entre 'machistas', 'novatos', 'acomplejados' y 'fiesteros' (2017). Otro eslogan que he visto era: 'Se buscan hombres de verdad'. Parece que la nueva masculinidad no ha llegado hasta aquí, y que la única forma de acabar con la prostitución es que seamos muy machos.

El putero ya sabe, no es como que no se haya dado cuenta del color de la noche

También se hizo famoso hace años un vídeo donde dos chicas se dirigían directamente al 'putero' en una alocución desde YouTube bastante agresiva. Obviamente, el poder de disuasión de estos discursos es nulo. El putero ya sabe por dónde anda, no es como que no se haya dado cuenta del color de la noche.

Curiosamente, a mí (que qué más me dará a mí) me molestan bastante estos ataques, pues suponen una crueldad más dentro del censo de sevicias que socialmente no encuentran respuesta ni censura. Nadie dice, "eh, un respeto para los hombres que se van de putas". Todo el mundo mira para otro lado.

Aparte de que la crueldad nunca es razonable, me llama la atención cómo puede considerarse miserable putero al hombre que recurre a la prostitución al tiempo que se manifiesta la mayor de las cortesías con las, así llamadas, trabajadoras del sexo. Quiero decir que me parece paradójico que, en una transacción, alguien pueda ser intolerable y alguien el que está justo al otro lado pueda ser comprendido. No es exactamente igual, pero permítanme ponerlo con este símil: es como si los traficantes de drogas nos parecieran honorables vendedores de cocaína y los consumidores de cocaína, gentuza que habría que exterminar. Si es abyecto el comercio de sexo (y yo creo que lo es), la responsabilidad afectará seguramente a ambos extremos del negocio. Además de que no creo que las prostitutas perciban como auxiliadores todos esos intentos de disuadir a los hombres de acudir a ellas.

En la prostitución lo que hay, en fin, es una gran tristeza. Basta ver las caras de las mujeres que te encuentras en la línea 5 del metro viniendo de la Casa de Campo, o las de esos hombres cuya resaca incluye el recuerdo de haber acabado en la Casa de Campo. He notado que para irse de putas muchos hombres primero tienen que emborracharse o drogarse, es decir, irse de sí mismos. Ni siquiera creo que sea tan divertido. La cosa se pone peor pasados los 40 y los 50. Se pone mucho peor para ambos.

Nunca he entendido eso de que la prostitución sea 'el oficio más viejo del mundo'. Se trata de un tópico que hasta el feminismo ha pasado por alto. Viene a decir que a las mujeres, nada más aparecer sobre la faz de la Tierra ya se les ocurrió comercializar su cuerpo; que ser mujer y ser puta vino junto. La prostitución no es posible sin dinero, y antes de que existiera dinero existían sin duda muchos oficios. Seguramente, el oficio más viejo del mundo sea hacer pan. Cambiar sexo por cualquier cosa no es prostitución. En 'Un amor', la última novela de Sara Mesa, la protagonista cambia sexo por un tejado nuevo. No se puede ser prostituta por tejados nuevos, pues tampoco necesita uno tantos tejados. La propia protagonista de la novela reflexiona sobre si lo que acaba de hacer la convierte en prostituta, y más o menos concluye que no. El que troqueló las primeras monedas ya ejerció un oficio más viejo que el de prostituta.

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