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"Tengo 40, no estoy más flaca, solo más vieja": el fin del sábado por la noche
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Alberto Olmos

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"Tengo 40, no estoy más flaca, solo más vieja": el fin del sábado por la noche

Lara Moreno reúne su poesía en 'Tempestad en víspera de viernes', un libro vibrante sobre el paso del tiempo y las cargas de la vida adulta

Foto: Detalle de portada de 'Tempestad en víspera de viernes'. (Lumen)
Detalle de portada de 'Tempestad en víspera de viernes'. (Lumen)

La poesía española muestra desde hace décadas una relación preocupante con las mujeres. Se las publica mucho mientras son jóvenes y, cuando superan los 30 años, desaparecen. Este exterminio de poetas no lo hemos estudiado a conciencia. Quizá nos daría para algunas frases peligrosas. Además, estoy pensando en las actrices mayores a las que —según dicen— no les dan papeles, cavilación no exenta tampoco de algún riesgo. Estoy pensando en por qué hay que darle un buen papel a Jessica Alba cuando tenga 50 años. A lo mejor a los 20 tampoco era actriz.

La poesía española tuvo un momento loco con las mujeres hace unos 10 años. Salieron como dos o tres antologías de poetas, a veintipico autoras por volumen. Yo las iba leyendo. Era gracioso porque en una antología figuraban 24 nuevas poetas y, dos años después, en otra figuraban 18, y ninguna era la misma. En dos años habían desaparecido 24 poetas jóvenes españolas y habían surgido 18. Luego salía otra antología y podías conocer a las 28 poetas jóvenes del momento, que eran todas distintas a las que ya habías leído. No sé de dónde salían tantas poetas y, sobre todo, no sé dónde estarán ahora.

Me han vuelto estas ideas incorrectas a la cabeza al llegar tarde (pero llegar) a la poesía reunida de Lara Moreno (Sevilla, 1979), donde se habla mucho de manzanas y de no ser joven. Estaba en la biblioteca. No esperaba nada en particular de estas poesías al tomarlas del estante, salvo quizá un verso suelto que me hiciera el apaño. Sin embargo, el libro me ha impresionado mucho.

'Tempestad en víspera de viernes' (Lumen) junta los tres poemarios escritos por Lara Moreno en la última década larga. También incluye algunos inéditos compuestos durante el confinamiento. La autora se exhibe con vino y tabaco en la cubierta, en plan sábado asalvajado con gente en casa. Es una imagen que me parece muy acertada, pues la poesía luego va dando la razón a quien abrió la botella, lio ese cigarro y dejó entrar a esa gente. El libro viene decirnos que el sábado por la noche toca a su fin.

placeholder 'Tempestad en víspera de viernes'. (Lumen)
'Tempestad en víspera de viernes'. (Lumen)

Lara Moreno reincide en la tradición poética femenina del cuerpo como motivo literario. Es una poesía visceral como la de Pizarnik y tantas otras. “Escribo con el cuerpo”, sentenció Clarice Lispector. También Marta Sanz en 'Vintage' (Bartleby) hablaba de la carne y la arruga, del peso cruel del calendario, con gran altura. En Lara Moreno el punto de no retorno de la vida adulta es la maternidad, dos libros están dedicados a su hija, y numerosos poemas.

La autora habla de su vida privada con tanta honestidad que parece confirmarnos que nadie lee poesía. Está la hija y el padre de la hija, del que la autora se separa verso a verso. Luego hay muchos amantes o el mismo amante entrando en la casa y el poema. Todo esto lo cuenta Lara Moreno en verso propio —en los primeros poemas del libro el endecasílabo parecía tenerse en cuenta—, un borbotón cercano al fluir de conciencia, sin puntuación, sin ilación incluso a veces, que genera una lectura casi psicotrópica. Entre las páginas 105 y 112 se suceden siete poemas que son un espectáculo de dolor y literatura. Cuando el poema toca techo siempre toca las 11 sílabas divinas de la métrica española: “hace falta un valor que no tenemos/ hace falta un valor que yo no tengo”; “me clavabas el cuerpo en las paredes”.

Entre las páginas 105 y 112 hay siete poemas: un espectáculo de dolor y literatura

Seguramente esta antología ha sido despachada, en sus motivos y esencias, con las tonterías de rigor: que va de la soledad, de la muerte... de abstracciones así. Yo creo que la gran fuerza de este volumen es que va de algo mucho más concreto: de la chica joven y guapa que debe asumir el final de esa condena, de ese privilegio. Se habla poco de lo que pierden los que pierden mucho cuando envejecen. No todos perdemos lo mismo. “...cada vez más flaca según me dicen todos porque no se dan cuenta de que no estoy más flaca sino solo más vieja quiero ser la única hermana de mi hermana única quiero ser la que bebe los días entresemana la que a veces se escapa y consume estimulantes y baila con cualquiera quiero ser aquel junco que un día tuviste en brazos como el espejo roto de batallas perdidas...”.

Y de vuelta a la portada: “Bebo por obligación, fumo. Tengo cuarenta años. Doy fe de este hecho, del vino frío, de los seis días, de los cuarenta años, igual que di antes fe del amor, de mi codicia, del Ícaro que he sido, de mis plumas carbón y tan brillantes. Yo un día fui la mujer más feliz de la Tierra”.

Es un libro tristísimo, muy bello.

La poesía española muestra desde hace décadas una relación preocupante con las mujeres. Se las publica mucho mientras son jóvenes y, cuando superan los 30 años, desaparecen. Este exterminio de poetas no lo hemos estudiado a conciencia. Quizá nos daría para algunas frases peligrosas. Además, estoy pensando en las actrices mayores a las que —según dicen— no les dan papeles, cavilación no exenta tampoco de algún riesgo. Estoy pensando en por qué hay que darle un buen papel a Jessica Alba cuando tenga 50 años. A lo mejor a los 20 tampoco era actriz.

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