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La gala de los Goya: el funeral más largo jamás retransmitido
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Alberto Olmos

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La gala de los Goya: el funeral más largo jamás retransmitido

El acto se equivocó al abusar de la sobriedad y el pésame y no apostar por el humor y el entretenimiento

Foto: Antonio Banderas en la gala de los Goya 2021. (EFE)
Antonio Banderas en la gala de los Goya 2021. (EFE)

La gente dejó de ver la gala de los Goya cuando se dio cuenta de que no había nada que criticar. Una gala es criticable cuando intenta entretenerte y hacerte reír, porque el espectador recibe estímulos que pesa y evalúa, y responde a ellos con la condena o el aplauso. España vive los Goya como vive las bodas: para hablar mal de algo, del vestido, del cuñado, del discurso o del soltero que siempre se sube a la mesa. Se anunciaba anómala la Gala por el coronavirus, pero la anomalía mayor fue ver una gala sin entusiasmo. Se orilló el humor, se apostó todo al azul del decorado y al negro de los trajes; se dio el pésame a los españoles después de un año. Fue un pésame que nadie necesitaba ya.

Empezó Antonio Banderas haciendo de Pedro Sánchez cuando el confinamiento, soltando un discurso de almíbar y sentimentalidad que, como es actor, le quedaba mejor que al presidente, que también es actor. No acababa nunca Banderas de consolarnos, se recreaba, con lo guapo que es, en la psicología suave de ayudarnos a sentir pena por nosotros mismos. Ahí ya vimos venir las pocas ganas que teníamos todos de ver los Goya. Nadie quiere ser enterrado durante dos horas y media.

El interés mayor de la entrega de premios de este año era contemplar a los actores en sus casas. Algunos esperaban en un hotel la lectura del veredicto, con el equipo de la película. Después de un año de abusar de Zoom y Skype, conocemos las sorpresas, deslices y revelaciones que genera una persona hablando por webcam desde su domicilio. Podían suceder cosas curiosas.

La gente del cine no sabe hacer nada con la webcam que no haga tu abuela

Sorprendió que la gente del cine no supiera hacer nada con la webcam que no haga tu abuela. Salían todos con el mismo plano seco, explosivo de luz, contrapicado casi siempre y poco favorecedor que asumimos los que no somos artistas de la imagen. Los actores y técnicos esperaban el Goya por saber hacer cine haciendo malos vídeos de Youtube. De hecho, por acumulación, la gala acabó pareciendo Youtube, esa parte al fondo a la derecha de esta plataforma donde la gente va subiendo vídeos que, después de un año, han visto 45 personas.

Era así porque los Goya decidieron que los que entregaban los premios fueran a Málaga a entregarlos y los que los recibían se quedaran en casa. De este modo, nadie entregaba nada y nadie recibía nada. El premio Goya mismo apenas se vio. Los Almodóvar, Amenábar y demás salían a dar su premio acompañados de música leve, aburrida, acuática, parecía el cielo, la muerte, el final de 'Perdidos'. No sonreían. No había aplausos del público que no había. Daban su premio como después de llamar al telefonillo de varias casas. Durante unos segundos, nadie en esas cuatro o cinco casas sabía si el pedido de Deliveroo era para ellos. Entonces Almodóvar entregaba el tikka masala al del cuarto izquierda. Era así de triste.

placeholder Almodovar, Penelope Cruz, Amenábar, Paz Vega y Bayona en la Gala. (EFE)
Almodovar, Penelope Cruz, Amenábar, Paz Vega y Bayona en la Gala. (EFE)

Los únicos que estaban contentos eran los que recibían el premio. Los nominados que se iban sin él tampoco parecían tan decepcionados como en años anteriores, pues a fin de cuentas ya podían cenar y ver la tele, cualquier cosa menos la gala donde acababan de salir. Yo creo que la gala entera no la vieron ni los nominados. La cosa tenía un toque navideño, porque los actores iban todos de punta en blanco y, con la casa tan bien puesta, parecía fin de año. Luego los veíamos dar las gracias a su madre, querer mucho a mucha gente que no sabíamos quién era, hablar campechanamente (“que vengas, hostia”) y subirse niñas vestidas de tul al regazo. Igual que en Nochevieja. Como la película de temática social que habían hecho corría a su lado en otro cuadrito, podías ver al mismo actor vestido de rico y vestido de pobre. Esto servía para valorar el mérito que tiene que un actor haga de pobre.

"¿Hablo ya?"

Se decían cosas confusas: “necesitamos sentir que nos necesitamos”, “¿hablo ya?”, “a mi prima Estíbaliz”, “a mi madre, por ser como eres”, “no me lo puedo creer”, “gracias por ser humano, es una gozada encontrarse con hombres como tú”, “me queréis tal y como soy”. Se veían retratos, sofás, ventanas, plantas, paredes y esquinas del techo. El regidor cambiaba de plano para que pasara algo en la gala.

Los amigos que hizo Banderas en Hollywood apoyaban al cine español en pequeños vídeos hechos con el móvil. En general, Banderas se promocionaba a sí mismo. Cantaban chicas que no sé quiénes son. Se homenajeó a Berlanga y se entregó un Goya de honor a Ángela Molina. Todo esto iba cortando las entregas telemáticas de Goyas y, a buen seguro, algunas digestiones.

Los amigos de Banderas en Hollywood apoyaban al cine español en vídeos con el móvil

Salió el vídeo donde todos los muertos del cine eran despedidos sentidamente. La gente en Twitter -porque siempre hay alguien en Twitter para criticarte, los numantinos del pero- echaron en falta a Rosa María Sardà. La cuenta oficial de los Goya hizo público el deseo de Rosa María Sardà de no aparecer en estos carruseles fúnebres. Fue el gran momento de la noche. Era inevitable que un muerto (una muerta) destacara en una gala abiertamente mortuoria. No quería ser contada entre los fallecidos, la Sardà, no quería aparecer en una gala que presentó varias veces, con suma gracia. Se puede morir y, aún así, negarse a ir a una fiesta.

Por lo demás, como era lo esperado, ganaron muchas mujeres y Luis López Carrasco con su documental que dura lo mismo que la gala de Málaga: 200 minutos, pero en Murcia. A mí que ganen mujeres los premios no me parece feminista. La clave es a quién se los ganan. El premio a mejor película se lo tienes que ganar a Almodóvar, no a hombres desconocidos. Ahí sí.

La gente dejó de ver la gala de los Goya cuando se dio cuenta de que no había nada que criticar. Una gala es criticable cuando intenta entretenerte y hacerte reír, porque el espectador recibe estímulos que pesa y evalúa, y responde a ellos con la condena o el aplauso. España vive los Goya como vive las bodas: para hablar mal de algo, del vestido, del cuñado, del discurso o del soltero que siempre se sube a la mesa. Se anunciaba anómala la Gala por el coronavirus, pero la anomalía mayor fue ver una gala sin entusiasmo. Se orilló el humor, se apostó todo al azul del decorado y al negro de los trajes; se dio el pésame a los españoles después de un año. Fue un pésame que nadie necesitaba ya.

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