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Las cartas entre Umbral y Delibes que revelan las tramas ocultas del mundo literario
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Alberto Olmos

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Las cartas entre Umbral y Delibes que revelan las tramas ocultas del mundo literario

La correspondencia entre los dos escritores viene perdida de nombres, de cabeceras, de nombramientos y de movimientos; de premios perdidos y ganados

Foto: Miguel Delibes y Francisco Umbral.
Miguel Delibes y Francisco Umbral.

Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) envío en vida muchas cartas que, ahora en mármol, parecen escritas en su contra. Si de la correspondencia con su editor, Vergès, me quedé con Delibes visitando todas las librerías de Madrid a ver si estaban sus libros (y, como no estaban, enviaba enseguida queja a Destino) y afirmando ir a escribir otro libro de caza porque “siempre tienen una venta”, de las cartas cruzadas con Francisco Umbral no sé qué manchurrón, sosez o impostura retener para su descrédito. Acaban de ser recogidas en 'La amistad de dos gigantes: correspondencia (1960-2007)'. Baste empezar diciendo que Delibes no envió a Umbral a Madrid como corresponsal de 'El Norte de Castilla', sino como corresponsal de Delibes.

Entre 1960 y 2007, los escritores, que se llevaban solo 12 años de edad, fueron tejiendo, no una amistad, sino una correduría de prestigio. Umbral le escribía a Delibes contándole dónde le iba a sacar, y Delibes le daba las gracias y le pedía recortes de prensa. Todas las cartas vienen perdidas de nombres, de cabeceras, de nombramientos y de movimientos; de premios perdidos y ganados, de jurados propicios y preventas soñadas. Ya en la segunda mitad del siglo XX parecía imposible que alguien reseñara un libro en España si no era amigo del autor, lo entrevistara si no era amigo del autor o le invitara a una conferencia si no era amigo del autor. La literatura española es la historia de una amistad, la de cada cual con sus intereses. “[Yo] quería tener una pequeña autoridad literaria, autoridad que, en este país donde nadie lee, solo confieren los premios, ese invento nefasto y catalán”, escribe Umbral en 1964. Umbral se presentó muchas veces al premio Nadal, que le tocó en 1975.

placeholder Miguel Delibes, en su 'playa' de Valladolid. (Fundación Miguel Delibes)
Miguel Delibes, en su 'playa' de Valladolid. (Fundación Miguel Delibes)

Es Umbral el que da brío, salseo y calidad a esta correspondencia, que a partir de la mitad he leído como si no hubiera nadie al otro lado; saltándome a Delibes, vamos. El autor de 'El camino' es tan soso, seco y cerámico en sus cartas que, comparado con lo que le manda Umbral, resulta casi un corresponsal ingrato. Umbral, según le va cogiendo confianza a Delibes y acumulando éxitos en su carrera, acaba soltándose y brillando hasta dentro de un sobre. “Me parece que mi destino”, escribe en 1970, “es escribir artículos hasta la muerte y ganar el dinero a poquitos. Nadie me va a dar nunca un montón de billetes de golpe. Lo mío es el timo de la estampita, el toco-mocho del artículo diario, donde le vendes a un periódico un montón de palabras que no valen nada, que están en el diccionario, por unas pocas monedas”.

placeholder Francisco Umbral en 'Anatomía de un dandi', de Alberto Ortega y Charlie Arnaiz. (Malvalanda)
Francisco Umbral en 'Anatomía de un dandi', de Alberto Ortega y Charlie Arnaiz. (Malvalanda)

Resulta fascinante cómo la figura de Francisco Umbral, a tantos años de su muerte, sigue siendo devorable, que es lo que identifica al mito: ese incansable canibalismo. Desde sus monólogos escritos en la veintena ('Diario de un noctámbulo', Planeta) al documental sobre su vida ('Anatomía de un dandi', 2020), pasando por estas mismas cartitas sin demasiada pretensión, todo el rastro que Umbral dejó sobre el mundo vale algo, dice cosas, es apasionado o brillante o, cuando menos, verdadero. Umbral mintió toda su vida (en las cartas ya calcula falsamente su edad, y dice tener 35 cuando tiene 38, en 1970) para dejarnos al cabo una impronta inigualable de lo cierto. El talento, el dolor, la palabra.

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Sale aquí por ejemplo García Viñó, un escritor que muchos conocimos en los programas de la tele de Dragó, insultando a Umbral. Ya en 1964 insultaba a Umbral y a Delibes, era “un buen chico, pero muy resentido por lo penoso de su carrera literaria”. Salen Lucía Bosé, muy amiga de Umbral —dice una nota al pie—; Carmen Laforet, “nunca me ha parecido una escritora seria”, y varios escritores que fueron famosos y ahora son ceniza: Ángel María de Lera, Alfonso Martínez Garrido, José María Sanjuán... Con 34 años, Umbral es de Henry Miller y Kerouac, “que escriben unas cosas sin tema”, y Delibes de Camus y Bellow, “somos decimonónicos, no lo podemos remediar”.

Premios repelentes

Entre tanto nombre, Umbral escribe sobre Delibes a todas horas en todas partes y Delibes manda escribir en 'El Norte de Castilla' sobre Umbral a todas horas de todos sus libros. Umbral gana premios tan repelentes como “el de novela corta El Día de las Comarcas Leonesas, el segundo premio del Concurso de Folletos para la Lucha contra la Tuberculosis, o el organizado por la SGAE con motivo del centenario del nacimiento de Arniches”. A Delibes cada libro nuevo de Umbral le parece lo mejor que ha escrito Umbral, lo que no es mala manera de evitarse leerlo. La guinda de esta entente cordial es el Premio Colaboración, que daba el propio 'Norte de Castilla', y que recaía en Umbral de vez en cuanto (“5.000 pts. del ala”, celebra Delibes), por no hablar de las 20.000 pesetas que 'El Norte' envió a su corresponsal madrileño para pagarle los médicos cuando estuvo enfermo (1967), y que Umbral se ofreció a devolver y el periódico (Delibes) le regaló.

“Teníamos las cosas preparadas para tu Premio Biblioteca Breve”, escribe Delibes, “pero, como de costumbre, saltó un mejicano”.

Umbral está tan perdido que pega tiros al aire: “Creo que este camino del ensayo va a ser el mío definitivo”. “He empezado a colaborar en 'Triunfo' con la brillantez que me es acostumbrada”. “Me siento como la que está buena y no se casa”.

Los lectores de Umbral nos acordamos de su desgracia y empezamos a esperar su aparición en las cartas: la muerte del hijo

“La España sigue hilando un hijo en silencio”, escribe en 1968. Y, entonces, los lectores de Umbral nos acordamos de su desgracia y empezamos a esperar su aparición en las cartas: la muerte del hijo. “No puedes imaginarte la cantidad de traumas psicológicos que yo he tenido en mi vida”, escribe Umbral en 1969.

“Mi libro sobre la progre no es escandaloso ni enfadoso, ya lo verás cuando te llegue. Lo escribí en plena enfermedad del niño, yo solo en casa, y hay en él todo el dolor del caso”, leemos finalmente. Es junio de 1973.

Sin embargo, los meses y las cartas se suceden con naturalidad, Umbral casi impugna el dolor continuo de 'Mortal y rosa' cuando escribe: “El niño sigue su tratamiento en la Clínica. Va muy bien. Siempre con mucha vigilancia, pero hace vida normal” (septiembre de 1973), y suma a ello tejemanejes y cabildeos feroces y habituales de cara a ganar el Nadal.

Foto: María España, en un fotograma del documental 'Anatomía de un dandy'. (Cortesía de Anatomiadeundandy.com)

En febrero de 1974, asienta: “Y, finalmente, una mala noticia. El niño ha tenido una recaída, que no es grave, según el médico, pero es un mal síntoma para el futuro. Ya sé lo que me espera”. Se suceden entonces cinco meses sin cartas.

“Me comunican vuestro deseo de estar solos. Lo comprendo muy bien”, escribe Delibes el 24 de julio de 1974, día de la muerte del hijo de Francisco Umbral y María España. No habrá más cartas hasta el año siguiente.

“Ya decía yo que no se hace un país sueco en tres meses”, caracolea Umbral en 1976. “Renunciando al 'País' te has librado de tener a Fraga de señorito”.

placeholder 'La amistad de dos gigantes'. (Destino)
'La amistad de dos gigantes'. (Destino)

Luego las cartas van espaciándose, haciéndose más cortas, hasta quedar en poco a lo largo de los años ochenta. Suponemos sin más que Delibes y Umbral descubrieron el teléfono.

Pero hay cosas todavía: “A mí no me han hecho justicia en España y ya no me la van a hacer. Pero ahí queda para siempre Francisco Umbral”, delira el genio en 1987, a un Aznar de distancia de recibir exactamente todos los premios oficiales del país. Y bien merecidos, además, y a pesar de lo que tenga uno que hacer para recibirlos.

Pero el Umbral puro, desatado y bravísimo es, tanto en sus libros como en sus cartas, el de los años setenta, donde dice, por ejemplo: “Habría que ir a ello contando con el fracaso, ya que el país tardará mucho en estar maduro y libre para esas aventuras. Pero también es hermoso fracasar así” (1975).

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Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010) envío en vida muchas cartas que, ahora en mármol, parecen escritas en su contra. Si de la correspondencia con su editor, Vergès, me quedé con Delibes visitando todas las librerías de Madrid a ver si estaban sus libros (y, como no estaban, enviaba enseguida queja a Destino) y afirmando ir a escribir otro libro de caza porque “siempre tienen una venta”, de las cartas cruzadas con Francisco Umbral no sé qué manchurrón, sosez o impostura retener para su descrédito. Acaban de ser recogidas en 'La amistad de dos gigantes: correspondencia (1960-2007)'. Baste empezar diciendo que Delibes no envió a Umbral a Madrid como corresponsal de 'El Norte de Castilla', sino como corresponsal de Delibes.

Entre 1960 y 2007, los escritores, que se llevaban solo 12 años de edad, fueron tejiendo, no una amistad, sino una correduría de prestigio. Umbral le escribía a Delibes contándole dónde le iba a sacar, y Delibes le daba las gracias y le pedía recortes de prensa. Todas las cartas vienen perdidas de nombres, de cabeceras, de nombramientos y de movimientos; de premios perdidos y ganados, de jurados propicios y preventas soñadas. Ya en la segunda mitad del siglo XX parecía imposible que alguien reseñara un libro en España si no era amigo del autor, lo entrevistara si no era amigo del autor o le invitara a una conferencia si no era amigo del autor. La literatura española es la historia de una amistad, la de cada cual con sus intereses. “[Yo] quería tener una pequeña autoridad literaria, autoridad que, en este país donde nadie lee, solo confieren los premios, ese invento nefasto y catalán”, escribe Umbral en 1964. Umbral se presentó muchas veces al premio Nadal, que le tocó en 1975.