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Antonio Escohotado se ríe de la muerte en Ibiza
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Alberto Olmos

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Antonio Escohotado se ríe de la muerte en Ibiza

Ricardo F. Colmenero publica una divertida crónica de sus visitas en Ibiza al autor de 'Historia general de las drogas'

Foto: El filósofo Antonio Escohotado critica a los intelectuales que no dan palo al agua.
El filósofo Antonio Escohotado critica a los intelectuales que no dan palo al agua.

Son famosas las visitas de Eckermann a Goethe, que dieron en un libro de conversaciones fascinante, aunque tan fiable como pueden serlo unas palabras dichas 100 años antes de que se popularizaran las grabadoras. Eckermann pasaría a la historia por hacer hablar a un señor, lo que no deja de tener su mérito. Estos meses, el columnista Ricardo F. Colmenero se ha ido a hacer hablar a Antonio Escohotado, y seguramente el paralelismo con Goethe puede parecernos excesivo a todos, pero no al propio Escohotado. En las charlas con Colmenero no se citan las conversaciones con Eckermann, pero sí 'Los últimos días de Kant', de Thomas De Quincey. Están, por cerrar la cuenta, Goethe, Kant y Escohotado. No hay más.

Si Eckermann nos legó los últimos años de Goethe, y De Quincey los últimos días de Kant, Colmenero ha ido realmente a visitar a un hombre echado a morir. A sus 80 años, Antonio Escohotado decidió, después del confinamiento, pasar sus últimos días en Ibiza, entregado a componer una muerte sabia, entre libros y drogas, y a salir de su cabaña solo para aparecer en YouTube. El retiro épico del ensayista y polímata se ha visto muy zarandeado de visitas, requerimientos, saludos y paquetería. Allí recibe las nuevas ediciones de sus últimos libros, cedés con drogas y a Colmenero.

El libro que han hecho juntos se llama, cómo no, 'Los penúltimos días de Escohotado' (Esfera de los Libros), y viene con portada psicodélica de cuando Antonio era joven, y se drogaba con menos solemnidad. Escohotado ha pasado en 30 años de ser un icono de la contracultura a ser un icono de la contracultura, pero de una contracultura distinta. Yo nunca fui muy fan. En los noventa, se hizo famoso por hablar seria e incitadoramente de las drogas, y resulta admirable haber salido de ese rincón del ring para irse a otro rincón, el de gurú de las juventudes conservadoras actuales. Parece que tiene mucho tirón con libros como 'Los enemigos del comercio' entre los liberales juveniles, la 'alt-right' ibérica, todos los 'youtubers' de España y Kiko Matamoros. Kiko Matamoros dice que es un genio.

placeholder 'Los últimos días de Escohotado'. (La Esfera)
'Los últimos días de Escohotado'. (La Esfera)

Y Ricardo F. Colmenero ¿quién es? A mi juicio, uno de los mejores columnistas de España, que escribe sobre cosas pequeñas con prosa puntiaguda, también pequeña, para dejar un rastro diminuto de lo fatal cotidiano. Cuanto menos alcance tiene el tema de su columna, mejor es. Colmenero no escribe sobre Biden, sino sobre su vecina; no piensa en el Big Bang, sino en salir a correr; no va a la biblioteca, sino al gimnasio. Alguien debió de pensar que era la pluma idónea para retratar a Antonio Escohotado, sobre todo después de reconocer que no había leído ninguno de sus libros.

El contraste

'Los penúltimos días de Escohotado' es un libro entrañable y adictivo, porque dos personas lo escriben para conocerse, respetarse, drogarse acaso. El contraste entre el sabio intoxicado y el periodista virgen de excesos y feliz de ignorancias no puede ser más fructífero. Colmenero visita a Escohotado como si visitara a Dios, pero a un Dios al que nunca ha rezado, por lo que su respeto por él es casi estándar, de buenos modales. Se admira Colmenero de todo lo que sabe Escohotado, pero no deja que el lado enciclopédico del intelectual le haga olvidar lo importante: este hombre está ahí solo en Ibiza esperando morir. Eso es lo importante. “Y el primero al que me voy a encontrar es a Román. El hijo que perdí. Y en el delirio de mi imaginación digo, a lo mejor aparece Román. Eso es lo que pienso”.

Colmenero y Escohotado hablan de todo, de todo lo que no sabe Colmenero ni sabe nadie. Del Big Bang, en efecto, que Escohotado no se cree a pies juntillas; de cómo se pronuncia Odegaard; de principios matemáticos de la filosofía natural; de 2CB; de Ross Ulbricht; de la Cámara de Comercio de Etiopía; de la geometría fractal de Mandelbrot.

Yo también tengo amigos muy inteligentes drogados hasta las cejas que peroran en sus casas ante mí y pienso que debería grabarlos

A mí todo esto me ha impresionado poco, porque si hay un saber inútil es justamente el que se hace juntando las puntas de todos los saberes. Además, yo también tengo amigos muy inteligentes drogados hasta las cejas que peroran en sus casas ante mí y me hacen pensar que debería grabarlos. Mezclan su inteligencia con algo peor que la droga: la inmediatez, y al igual que Escohotado, el discurso sigue la fórmula: 1) cito algo que casi nadie conoce, 2) afirmo que todo el mundo es imbécil, 3) no tengo tiempo para sacarles de su error, 4) hay un documento, un libro, un hecho histórico que me da completamente la razón, míralo. Así, Escohotado decenas de veces en este libro.

Mientras, Colmenero cita 'A dos metros bajo tierra' y a Woody Allen.

Lo mejor de Escohotado son las frases sobre sí mismo, sobre los límites de su propia ambición formativa. “Aprender significa disfrutar cambiando de idea”. “El hombre es un animal de prestigio”. “Lo que hacemos fundamentalmente es sucumbir a nuestra basura”. “La adulación impera y la idiocia prospera. La ignorancia se ha apoderado de todo. ¿Cuál es la pregunta? ¿Cuánto va a durar este estado de cosas? Esa es la pregunta”.

Hay como un temor a que lo inevitable suceda en cualquier momento, como si el libro tuviera que salir para que lo viera el propio Escohotado

A sus 80 años, el pensador ha conocido a buena parte de la élite cultural, financiera y política de las últimas décadas, y ahí asoman cotilleos y juicios curiosos sobre todos ellos. Amancio Ortega “es una buena persona”; “Manuela Carmena era guapa y valiente”; “Javier Pradera tenía veinte veces más cabeza que nadie en España”; “¿Te acuerdas de Amparo Muñoz? ¡Qué golfa era Amparo, por Dios!”.

Colmenero sigue a Escohotado en su primera mudanza dentro de la isla, y revela en el libro las correcciones que va metiendo, las opiniones que le da Escohotado sobre lo ya escrito. Hay como una urgencia o un temor, un vértigo en fin, de que lo inevitable suceda en cualquier momento, como si el libro tuviera que salir, sobre todo, para que lo viera el propio Escohotado, como así ha sido. Es ahí donde percibimos la profundidad del vínculo que se ha creado entre los dos escritores, que ya temen decepcionarse mutuamente por el solo hecho de que la muerte detenga la conversación.

El libro, en fin, es divertidísimo, desaforado, 'chalado' sin duda, lleno de excesos y barbaridades, pero de esas barbaridades que se dicen a gusto porque se está entre amigos, y porque explorar lo que no se puede decir es una obligación del que lleva toda la vida pensando. Como dice Escohotado, “los que sabemos somos nosotros”.

Son famosas las visitas de Eckermann a Goethe, que dieron en un libro de conversaciones fascinante, aunque tan fiable como pueden serlo unas palabras dichas 100 años antes de que se popularizaran las grabadoras. Eckermann pasaría a la historia por hacer hablar a un señor, lo que no deja de tener su mérito. Estos meses, el columnista Ricardo F. Colmenero se ha ido a hacer hablar a Antonio Escohotado, y seguramente el paralelismo con Goethe puede parecernos excesivo a todos, pero no al propio Escohotado. En las charlas con Colmenero no se citan las conversaciones con Eckermann, pero sí 'Los últimos días de Kant', de Thomas De Quincey. Están, por cerrar la cuenta, Goethe, Kant y Escohotado. No hay más.