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Todo lo que no te han contado sobre el 'Ulises' de Joyce
Hoy, 2 de febrero, se cumplen cien años exactos desde que el ' Ulises', de James Joyce, salió publicado
La juventud lo aguanta todo. Una guerra, una glaciación, una novela de James Joyce. Hay algo digno de toda nuestra atención en el hecho de que, con veinte años, uno pueda leer el 'Ulises' sin saltarse una coma, asistir a ciclos completos de películas de Robert Bresson en la filmoteca o escuchar un disco entero de Sigur Rós. Y que eso mismo, pasados los años, sea impensable para la misma persona, que desecha fácilmente los esfuerzos disciplinantes, aburrirse en lo más mínimo y, sobre todo, perder el tiempo. Así, buena parte de la cultura más exquisita, del pensamiento duro y del arte conceptual más disruptivo disponen como público natural de aquel (la juventud) que menos preparación tiene para valorarlo.
Hoy, 2 de febrero, se cumplen cien años exactos desde que el '
Si estoy tan seguro de esto se debe a que el 'Ulises' tiene unas 800 páginas, y a lo mejor muchas redacciones se acordaron del centenario el pasado 7 de enero, por la tarde. También, a que yo mismo me predispuse con toda mi buena fe a releer la gran novela, y sigo varado en su capítulo 6. Por otra parte, para decir exactamente lo mismo que lleva repitiéndose durante los últimos cincuenta años sobre el 'Ulises', no sé si tiene mucho sentido leérselo.
Sorpresas que usted no sabe
Sabemos muchas cosas (quizá todo) sobre Joyce y su novela, pero me dispongo a darles a ustedes dos o tres sorpresas que les harán el día a día más llevadero, en este año en el que todo el mundo les hará sentir como idiotas por no ser capaces de pasar de la página veinte de la novela del siglo. La primera es que hay muchos escritores que no soportan el 'Ulises'.
Es decir, dentro del propio gremio, entre todas esas personas que se consideran escritores y que, lógicamente, atesoran lecturas y conocimiento, horas de trabajo con el idioma y muchas más horas de lectura detenida del legado que tratan de prorrogar, hay muchos para los que el 'Ulises' es más o menos lo mismo que para usted: nada. Andrés Trapiello en sus diarios muestra impúdicamente no haber leído 'Lolita' o no entender nada de tal o cual libro clásico “imprescindible” o muy celebrado. El hecho de que no todos los autores se presten a reconocer públicamente lo poco que les interesa el 'Ulises' de Joyce ayuda a que, para el gran público, parezca que todos los que nos dedicamos a este oficio asentimos ante su canonización y genialidad.
En su tiempo, como es sabido, Virginia Woolf consideró la obra “un libro analfabeto de baja estofa”, y el crítico Edmund Gosse declaró: “No hay críticos ingleses de peso o juicio que consideren a Mr. Joyce un autor de alguna importancia”. Por supuesto, muchos grandes libros fueron menospreciados en su momento, y en general no hay libro que no disponga de odiadores reputados, pero es bueno recordar que el 'Ulises', en ese aspecto, también es un libro como los demás: debatible.
En su tiempo Virginia Woolf consideró la obra "un libro analfabeto de baja estofa"
Por otro lado, sucede con Joyce y su obra que llega uno a ella con el juicio ya muy dirigido, y el peso del mito sobre la conciencia. Negar a Joyce es como negar la ley de la gravedad. Sin embargo, su obra cumple hoy sólo 100 años, y basta recordar el éxito primero del 'Quijote' (1605), y su marginación posterior, hasta su encumbramiento como clásico, para considerar que lo canónico no se fija en un sólo siglo, no es inamovible y puede sufrir todo tipo de altibajos.
En este sentido, es incluso pueril la famosa frase de Joyce según la cual habría puesto mucho empeño al escribir el 'Ulises' en “tener ocupados a los críticos durante trescientos años”. Dense cuenta de que el 'Quijote' lleva ya entreteniendo a los críticos 400 años, y '
¡Pobre Homero!
El 'Ulises', visto como sucesión de citas y referencias, y como tablero de juegos de palabras, me parece a mí muy poca cosa. Por ejemplo, Molly, mujer del protagonista, pronuncia “metempsicosis” como: Met him pike hoses. ¿Y? Desde luego, hay lectores (los de 'Larva', de Julián Ríos, o los de las obras de Guillermo Cabrera Infante) que disfrutan de estas pillerías. Yo, sinceramente, no les veo el menor interés, sobre todo si se dan en cantidades abusivas y caprichosas y parece entenderse que eso, exactamente eso, es lo mejor de una obra concreta: malabarismo verbal.
A su vez, que la obra siga, de aquella manera, la estructura de la 'Odisea' de Homero se nos expone como algo impresionante, definitivo. El capítulo cinco se titula en las guías de lectura del 'Ulises' "Los lotófagos". En la Odisea, Ulises/Odiseo llega en su barco a las tierras de estas gentes, sus marineros se ponen ciegos a flor de loto, él va a buscarlos… En el libro de Joyce, Leopold Bloom acude a una estafeta de correos, retira la carta de su amante… y acaba en unos baños públicos. ¡Pobre Homero!
Lo mejor de Joyce, a esta hora de la historia, siguen siendo sus epígonos, desde Samuel Beckett a David Markson. Porque los numerosos monólogos interiores del 'Ulises', leídos hoy, la verdad es que resultan anticuados (por eso mismo no he podido disfrutar de la obra recuperada de Ann Quinn o de esa estrella literaria de nuestro tiempo, Ali Smith). De los cinco capítulos que he leído este año del 'Ulises', puedo decir con toda rotundidad que no he disfrutado ni una sola página, en ningún sentido, y el placer acepta no pocas excusas. Cuando abordé la obra por primera vez, con veinte años o así, tampoco disfruté lo más mínimo; pero entonces no sabía que podía dejar de leerla.
Lo mejor de Joyce, hoy, siguen siendo sus epígonos, desde Beckett a David Markson
La celebrada traducción de José María Valverde tiene un glorioso comienzo: traducir mal la primera palabra del libro. De las 260.430 palabras de que consta el 'Ulises', se dice que casi 30.000 son palabras diferentes, riqueza léxica sólo comparable con Shakespeare y con el 'Quijote'. Joyce arranca su obra con “Stately” (solemne, magno, etc.), y poco más abajo escribe: “Solemnly he came…” , lo que llevó a Valverde a arrancar su traducción con: “Solemne, el rollizo Buck Mulligan avanzó…”, para luego, diez líneas más abajo, escribir: “Avanzó con solemnidad…”, pobreza expresiva (“solemne”, “solemnidad”) realmente criminal en cualquier autorcillo, no digamos para endosársela a James Joyce. En la versión “corregida” de Andreu Jaume para Lumen se repara este estropicio: “Majestuoso”, y luego: “Solemnemente dio unos pasos...”
Quizá habría que leer este libro únicamente en su lengua original. David Markson señala una escena en la que el tintineo de la orina sobre el orinal hace pensar a Leopold Bloom en “una especie de música de cámara” (“chamber pot”/“chamber music”), y especula, Markson, con que el título de los poemas reunidos de Joyce pudo tener ese origen: el ruido de la orina.
Las parafilias de Joyce
Buena parte de las críticas que recibió en su momento el 'Ulises' apuntan a estas parafilias de Joyce en relación con los desahogos, aflojamientos y alivios corporales. Rebeca West dijo de Joyce: “un gran hombre que carece por completo de gusto”; en una publicación de la época se hablaba del 'Ulises' como la obra que “ha sido adoptada por los freudianos como la suprema gloria de su sucio y degradado culto”, EM Forster lo encontraba “indecoroso”; y el escritor contemporáneo Dale Peck calificó su escritura como “diarreica”. Quizá a esta sucesión de escenas profilácticas y excrementicias por el Dublín más pringoso es a lo que la crítica se refiere cuando dice que el 'Ulises' es, en realidad, un libro “cómico”. El caca, culo, pedo, pis de la Alta Cultura, vamos.
Lo único que me sigue encantando del 'Ulises' es el capítulo 17. El narrador formula preguntas sobre Bloom, y se responde. Es muy dinámico y sorprendente. Gonzalo Torrente Ballester, siempre atento a las aportaciones técnicas de cada época, imitó el procedimiento en su primera novela, '
Veinte mil horas nos cuenta David Markson en alguno de sus libros que afirmó dedicar Joyce a escribir el 'Ulises': es curioso que se parara a contarlas. Markson ha reunido un buen número de anécdotas sobre Joyce y el 'Ulises' en su tetralogía iniciada con '
Esto último sigue siendo verdad.
La juventud lo aguanta todo. Una guerra, una glaciación, una novela de James Joyce. Hay algo digno de toda nuestra atención en el hecho de que, con veinte años, uno pueda leer el 'Ulises' sin saltarse una coma, asistir a ciclos completos de películas de Robert Bresson en la filmoteca o escuchar un disco entero de Sigur Rós. Y que eso mismo, pasados los años, sea impensable para la misma persona, que desecha fácilmente los esfuerzos disciplinantes, aburrirse en lo más mínimo y, sobre todo, perder el tiempo. Así, buena parte de la cultura más exquisita, del pensamiento duro y del arte conceptual más disruptivo disponen como público natural de aquel (la juventud) que menos preparación tiene para valorarlo.
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