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Mi nombre es Asher Lev: la tradición frente al talento
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Mi nombre es Asher Lev: la tradición frente al talento

Comencé a leer este libro con grandes expectativas, pero me desbordó por completo, es excelente. Hace unos años había descubierto con agrado a su autor tras

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Mi nombre es Asher Lev: la tradición frente al talento

Comencé a leer este libro con grandes expectativas, pero me desbordó por completo, es excelente. Hace unos años había descubierto con agrado a su autor tras la lectura de “La promesa” y me propuse seguir su trayectoria y  leer todas las publicaciones posteriores de sus obras.

Terminé la lectura de “Mi nombre es Asher Lev” con el corazón desbocado, tal es el grado de emoción estética y humana, que alcanza en sus últimas páginas. Creo que su descripción del proceso de creación artística es única, incomparable.

Todo es exiguo, argumento, personajes, escenarios, pero absolutamente eficaz: un matrimonio de judíos observantes y su único hijo, al que van viendo crecer e intentan educar en su tradición; el dormitorio y la cocina de un pequeño apartamento; Estados Unidos recién terminada la II Guerra Mundial.

El padre, delegado por el rabino de su comunidad, tiene una misión importante que le obliga a largas ausencias del hogar, viajando frecuentemente a Europa a socorrer a los judíos supervivientes de la reciente guerra, a restaurar comunidades y a levantar sinagogas. Y precisamente a este hombre, que se desvive por la recomposición de sus hermanos en la fe, le sale un hijo –su único hijo- con un don artístico genial, algo absolutamente abominable a sus ojos. Algo solo propio de los goyim y que le llevará – está convencido de ello- a la apostasía, la exclusión y la traición a su pueblo.

La madre, que ama profundamente a ambos, intenta mediar en la pequeña incomprensión que surge mientras el hijo es un niño, pero que va adquiriendo proporciones de grave conflicto a medida que va creciendo en edad.

Asher es un niño muy bueno, timido, dócil, piadoso, pero  con unas manos que parecen tener vida propia y no paran de dibujar. Quiere mucho a sus padres, se apoya especialmente en su padre, que le ha cuidado durante una larga enfermedad de la madre, intentando evitar la posible soledad del niño, para lo que renunció temporalmente a sus viajes y su trabajo. En absoluto, pretende herirlo o disgustarlo, pero no puede renunciar al don que conforma su naturaleza, prosigue sus estudios y sus prácticas piadosas, consulta con el rabino, que le anima a continuar adelante.

Esta tensión familiar, que con el paso de los años va incrementándose, impregna cada una de sus páginas. Escritura inteligente y elegante, de una belleza casi dolorosa en la descripción de la vivencia de la fe judía, en el desgarro de la madre, en la lucha feroz con su conciencia del niño-joven, en la incapacidad paterna de comprender y confiar.

Chaim Potok (1929-2002) es un escritor norteamericano, rabino y pintor, descendiente de inmigrantes polacos. Recibió una educación judía ortodoxa y a partir de 1950 en que  se gradúa en Literatura inglesa, se ordena rabino y obtiene el doctorado en Filosofía por la Universidad de Pennsylvania. Pocos años después participa en la guerra de Corea, experiencia que provocará un punto de inflexión en su pensamiento. Desarrolló su actividad en diversos campos como el arte, la literatura, la historia y la teología. En español podemos leer, además de las obras ya mencionadas,  “Los elegidos”, otra gran novela, premiada y llevada a la gran pantalla.

Mi nombre es Asher Lev. Chaim Potok. 320 páginas. Comprar libro

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Comencé a leer este libro con grandes expectativas, pero me desbordó por completo, es excelente. Hace unos años había descubierto con agrado a su autor tras la lectura de “La promesa” y me propuse seguir su trayectoria y  leer todas las publicaciones posteriores de sus obras.