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El Sant Jordi de la Khaleesi: nos hemos medido las colas... y han ganado ellas
12 del mediodía. Una hilera interminable de chavalas con el libro de Lola Vendetta proyecta su sombra sobre Peter Kuper, Ricardo Cavolo y este plumilla
La cola de las escritoras produce envidia freudiana a los escritores este Sant Jordi. 12 del mediodía. Una hilera interminable de chavalas con el libro de Lola Vendetta proyecta su sombra sobre Peter Kuper, Ricardo Cavolo y este plumilla. Antes ha sido Agustina Guerrero la que aplastaba con su éxito a Tallón, mientras César Aira trataba de presentar batalla desesperadamente. Patricio Pron, cinturón negro de Sant Jordi, apareció cubierto tras unas gafas de sol con el retraso suficiente para que su hilera adquiriese la tersura de una lozana planta de interior. Pero no hay duda que hoy son ellas las que la tienen más larga.
La tendencia a comparar el tamaño de las colas es más poderosa en Sant Jordi que en los baños de la estación de Sants, y en ambos sitios es alta la posibilidad de salir del lance con una humillación escandalosa. Fluctúan delante de la caseta personas convertidas en números como en las pantallas de la bolsa. Hay dos tipos de autor ahí: el que escruta el progreso de la gráfica con los ojos inyectados en sangre y el que no consigue levantar la vista de los ejemplares que sus fans deslizan, cual camellos colombianos, bajo su nariz.
La visión es lamentable desde el punto de vista del autor del primer grupo. Ve venir a lo lejos a alguien con cara de lector. Desde la distancia es imposible identificar el ejemplar que empieza a sacar de la bolsa. El color de la tapa podría coincidir con el suyo, así que se agarra al bolígrafo como el náufrago al mástil de una nave en llamas, pero en el momento de la verdad la trayectoria del humanoide varía y el libro, ya a la vista, tiene otro nombre en la cubierta. Concretamente el de la autora que hay a su derecha.
Escritores sin cola
Observad los rostros de los escritores sin cola si os divierte la reacción de los candidatos que acaban de perder el Óscar. Si no fuera escritor, este sería mi pasatiempo favorito cada 23 de abril. Es la misma sonrisa hierática, una muralla de dientes ante el pozo de la desolación. Se concentran en fingir desenvoltura entre las garras de sentimientos infernales. Los hay que leen su propio libro como si invocaran a un dios decrépito, los que miran el móvil y se preguntan dónde están hoy todos esos que le pusieron un me gusta cuando anunciaron que publicaban, y los profesionales curtidos que aparecen en la caseta con algún amigo para paliar con figurantes la escalofriante soledad. Pero no hay término medio.
Los hay que miran el móvil y se preguntan dónde están hoy todos esos que le pusieron un me gusta cuando anunciaron que publicaban
La horquilla entre el cero y el absoluto es demasiado abismal como para conformarse con unas cuantas firmas. El autor mediano lleva la cuenta en la cabeza y desarrolla profundos sentimientos de mezquindad. Hablo por experiencia. Este ejemplar es el peor, un cabrón avaricioso que despacha a sus lectores con la prisa caprichosa del niño mimado que abre una montaña de regalos y pierde la ilusión por el que ha visto, con el alma ávida por descubrir el siguiente.
Esta clase de fracasado de Sant Jordi es quizás el que más se presta a una interpretación literaria. Se consuela si alguien firma menos que él y desea con todas sus fuerzas que Juan José Millás y Almudena Grandes sufran un ataque de diarrea. Como el emigrante que alcanzó una posición modesta en la sociedad de acogida, será el primero que vote a quien proponga un muro en la frontera.
La leyenda de San Jorge representa a un tipo que se cargó a un dragón, pero 2018 se perfila como el año en que Daenerys Targaryen venció a los caminantes blancos. Esta circunstancia es en cierta forma un consuelo, algo de justicia poética en una sociedad donde tradicionalmente el escritor ha sido una criatura escrotada, pero solamente pensarás así si no te tocó firmar al lado de una de ellas. En esta circunstancia, tu mente se transporta por momentos al ámbito de ForoCoches.
La cola de las escritoras produce envidia freudiana a los escritores este Sant Jordi. 12 del mediodía. Una hilera interminable de chavalas con el libro de Lola Vendetta proyecta su sombra sobre Peter Kuper, Ricardo Cavolo y este plumilla. Antes ha sido Agustina Guerrero la que aplastaba con su éxito a Tallón, mientras César Aira trataba de presentar batalla desesperadamente. Patricio Pron, cinturón negro de Sant Jordi, apareció cubierto tras unas gafas de sol con el retraso suficiente para que su hilera adquiriese la tersura de una lozana planta de interior. Pero no hay duda que hoy son ellas las que la tienen más larga.