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Tópicos, bochorno y sonajeros. ¿El peor disco de Manolo García?
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Víctor Lenore

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Tópicos, bochorno y sonajeros. ¿El peor disco de Manolo García?

De tocar techo con El último de la Fila a una carrera errática en solitario que toca fondo con 'Geometría del rayo'

Foto: Manolo García. (EFE)
Manolo García. (EFE)

Hablamos claro: Manolo García García-Pérez (Barcelona, 1955) se ganó hace tiempo un lugar en la historia de la música popular española. Ocurrió entre 1985 y 1988, la etapa de esplendor de El Último de la Fila, un dúo desbordante de personalidad que nos regaló himnos universales como 'Insurrección', 'Canta por mí' y 'Llanto de pasión', entre otros. Su particular estilo se alimentaba de estribillos pegadizos, guiños copleros, ensoñación andalusí y unas rimas basadas en la España rural. Un imaginario, por cierto, abandonado por el grueso del pop-rock nacional. Treinta años después de alcanzar su cima de popularidad, siguen estando entre los grupos que más cariño despiertan entre el público y los que más entradas venderían en una gira de reunión.

Contra todo pronóstico, García y Quimi Portet se niegan a hacer caja. "No me atrapa la nostalgia, no vivo del pasado. Los discos de El Último están al alcance de todo el mundo. Si te gustan esas canciones, puedes escucharlas hasta el fin de los tiempos. Pero si nos reuniéramos, la gente lo aplaudiría de inicio y a los cinco minutos se aburriría, porque nada es lo que fue", afirmaba García en una reciente entrevista. Seguramente exagera, pero rechazar un gran cheque por esa sospecha le dignifica como artista.

La viga en el ojo propio

En cualquier caso, poco tiene que ver la trayectoria de El Último de la Fila con la carrera en solitario de su vocalista. En la charla citada, el cantante daba otra respuesta que seguro dejó atónitos a quienes se sienten decepcionados por su nivel artístico como solista (entre quienes siempre me he contado). Atentos al párrafo: "El artista que se adormece, se repite y solo busca lo que le asegura el éxito es indigno. Indigno y un error, porque la gente se aburre. La obligación de cualquier creador es renovar su universo, desbrozar camino salvaje. Y no es difícil, es simplemente tener ganas y trabajar en ello. Porque la música pop es aparentemente sencilla: cuatro notas, cuatro acordes..., pero a lo que nadie te puede enseñar es a hacer magia, a sacar conejos de la chistera. Si tomas atajos, se te ve el truco".

El cantante tiene miles de fans que le seguirían al infierno, pero él se ha acomodado y abusado de la receta del éxito como pocos compañeros

Sin duda, es una descripción perfecta de los discos a su nombre. El cantante tiene miles de fans que le seguirían al infierno, pero él se ha adormecido, acomodado y abusado de la receta del éxito como pocos compañeros. Su último álbum, 'Geometría del rayo' (2018), es el ejemplo más palmario. Estamos ante la confirmación de que no es capaz de escribir un clásico desde 'Pájaros de barro', incluida en su primer disco, hace veinte años ya.

Torrente de topicazos

En su nuevo trabajo, hay varias canciones destacables, pero no por su profundidad, sino por batir récords de lugares comunes. La pieza más sonrojante es 'Océano azul', que ya desde el título nos advierte del mínimo esfuerzo que está dispuesto realizar en el campo poético. Si no fuera por su trayectoria previa, podríamos estar ante una canción irónica sobre el nivel de desidia al que pueden llegar algunos creadores. Sobre una melodía insulsa, que suena compuesta con piloto automático, arranca con esta frase: "Te besé una vez/y atrapado me quedé". Seguramente es la que más repite en las poesías de la ESO. Luego se entrega a un festín de topicazos, que incluye "altos cipreses", "montañas blancas", "vientos racheados", "rubias trenzas de trigal" y viajar en moto como metáfora de la libertad personal. En realidad, estamos ante la canción más ramplona del disco, pero las demás tampoco remontan mucho el vuelo.

'Urge' es una exaltación del surrealismo, una especie de 'Imagine' maniqueo donde los artistas representan el bien y los burócratas el mal. Algunas frases son dignas del folleto de una secta: "Urge alentar y hacer piña con esos pocos lúcidos/que luchan para conseguir que no se apague el fuego sagrado antiguo/que nos separa de las tinieblas". En el resto de rimas suena como un iluminado, rebosante de pureza, al que no manchan los males de este mundo. El primer sencillo del disco, 'Nunca es tarde', ni mata ni engorda. Más que un autoplagio, parece una autoparodia, como si García se hubiese propuesto componer en dos horas una mezcla de 'Nunca el tiempo es perdido' y 'Aviones plateados'. En tres palabras: menos de lo mismo.

Disco interminable

La única cosa que colorea sus nuevas composiciones es el rescate de palabras en desuso en el planeta pop, pongamos "lebreles", "abrojos", "pagano", "ditirambos", "vergel" etcétera . Se trata de un claro caso de prosa sonajero, que es como se denomina a la que suena mucho pero está vacía. Hace tiempo que sus letras parecen una mezcla de Antonio Gala y Paulo Cohelo.

Seguramente ahí radica gran parte de su éxito: una retórica presuntamente espiritual y enjundiosa dedicada a la exhibición de sensibilidad, en vez de a plantear conflictos vitales, con sus ambigüedades y sus matices. La decisión de entregar dieciséis canciones en vez de las doce habituales solo consigue dos cosas: confirmar su autocomplacencia y subrayar sus limitaciones poéticas. Quien fuera uno de nuestros mejores poetas pop ha descendido —hace mucho tiempo ya— al nivel de Revólver y Jarabe de Palo. Hay que ser muy fan para que el disco no se te haga interminable.

Hablamos claro: Manolo García García-Pérez (Barcelona, 1955) se ganó hace tiempo un lugar en la historia de la música popular española. Ocurrió entre 1985 y 1988, la etapa de esplendor de El Último de la Fila, un dúo desbordante de personalidad que nos regaló himnos universales como 'Insurrección', 'Canta por mí' y 'Llanto de pasión', entre otros. Su particular estilo se alimentaba de estribillos pegadizos, guiños copleros, ensoñación andalusí y unas rimas basadas en la España rural. Un imaginario, por cierto, abandonado por el grueso del pop-rock nacional. Treinta años después de alcanzar su cima de popularidad, siguen estando entre los grupos que más cariño despiertan entre el público y los que más entradas venderían en una gira de reunión.

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